En 38 años de lucha y con el objetivo de restituir la identidad de todos los bebés apropiados durante la dictadura, las Abuelas de Plaza de Mayo recolectaron información, viajaron al exterior, realizaron campañas de difusión, se extendieron a las redes sociales y llevaron su mensaje a canchas, escuelas, teatros y televisión.
Juan Pablo Moyano Altamirano era un niño, en abril de 1983, cuando atendió la puerta de su casa y se encontró con un vendedor ambulante que le ofrecía corbatas. El desconocido era su tío. A veinte metros, un grupo de abuelas espiaba para saber si ese pequeño era –o no– el hijo de Elba Altamirano y Edgardo Moyano, desaparecidos en 1976. Meses después, Juan Pablo recuperaba su identidad.
Así –cuerpo a cuerpo, arriesgadas y con ribetes detectivescos– fueron las primeras estrategias empleadas por Abuelas de Plaza de Mayo para localizar y restituir a los nietos desaparecidos, durante la dictadura cívico–militar. A medida que los niños crecían, la organización fue ensayando diferentes campañas. Incluso cada etapa estuvo vinculada a la edad de los nietos y al contexto. Esos dos factores confluyeron en 1997, con los 20 años de Abuelas, cuando decidieron, por fin, interpelarlos, hablarles a ellos: sus nietos.
Con diversos mecanismos y en 38 años, resolvieron 118 casos. “Además de tratar de ubicar a los nietos, cada campaña buscó construir un sentido para que la sociedad se sume y aporte”, explica Clarisa Veiga, coordinadora de prensa de las Abuelas de Plaza de Mayo.
Del acercamiento a la duda
Abuelas se creó en 1977, en plena dictadura. En una primera etapa, cuando en el país muchos le daban la espalda, se apoyaron en los padrinazgos de distintas organizaciones en el exterior. “Los nietos eran menores de edad y estaban en manos de los apropiadores: era difícil contar con la voluntad de los niños”, dijo Veiga. A través de solicitadas en algunos diarios y un documento en el que denunciaban los casos de los niños y mujeres embarazadas que estaban desaparecidas, apelaban a los datos que podían brindar las personas del entorno de los apropiadores: vecinos, familiares. Fue la etapa del acercamiento. Receptaban denuncias y datos sobre el paradero de los chicos. Una vez que los ubicaban, las Abuelas los abordaban. Podía ser en el jardín de infantes, la escuela, el club, o a la casa donde vivían, como sucedió con Juan Pablo Moyano Altamirano. Así se dieron las primeras restituciones.
Los períodos no fueron taxativos, más bien dependieron del contexto. En términos de importancia, el paso siguiente fue pasar del contacto personal a la intermediación judicial. Seguían recibiendo denuncias y buscando información pero el contacto con los niños quedó a cargo del Poder Judicial.
En 1997, cuando Abuelas cumplió 20 años, se dio un quiebre. Pensaron que los nietos –ya no más bebés, ni niños, ni adolescentes, sino hombres y mujeres– podían querer encontrarlas. Una persona clave en ese proceso fue Abel Madariaga que, al frente del área de Difusión, imaginó la posibilidad de “apelar a la duda de los chicos sobre su identidad para continuar la búsqueda”. Desde esa lógica, se diseñaron campañas de comunicación y estrategias para acercar a los jóvenes a la organización.
Los mensajes interpelaban directamente a los nietos: “¿Y vos, sabés quién sos?”. El acto fundacional del camino inaugurado tuvo lugar con la realización de dos recitales de rock y el estreno de la obra A propósito de la duda. La metodología de búsqueda continuó con más actividades, producción de afiches, concursos, seminarios, instalaciones y ciclos como Teatro por la Identidad, Rock por la Identidad, Cine, Fotografía y Danza por la Identidad. En cualquier lugar o ámbito, los nietos y nietas podían estar presentes. Hasta entonces, sólo 59 habían recuperado su identidad.
El año 1998 no sólo fue agitado en materia de difusión, sino también en el ámbito judicial. El 15 de junio fue detenido el ex dictador Jorge Rafael Videla, acusado de ser el “autor mediato” de cinco apropiaciones de menores. También se editó el libro Niños desaparecidos, jóvenes localizados en la Argentina desde 1976 a 1999, que recogía las denuncias de todos los casos de Abuelas hasta esa fecha.
De las novelas a las bisabuelas
“Abuelas comenzó siendo un grupo de mujeres que buscaba a sus hijos y a sus nietos y, en casi cuatro décadas, hicieron madurar a la sociedad, generaron conciencia y memoria. Su lucha es ahora de toda la sociedad”, dice Clarisa. Gracias a los organismos, los temas de derechos humanos se fueron instalando en la agenda social y mediática. Y con la gestión del presidente Néstor Kirchner se convirtieron en una indiscutida política de Estado. En 2005, por ejemplo, el Congreso de la Nación instituyó el 22 de octubre como Día Nacional por el Derecho a la Identidad.
La etapa de mayor cantidad de presentaciones espontáneas llegó cuando la temática desembarcó en la televisión. En abril de 2006, se estrenó la telenovela Montecristo, cuya adaptación se focalizaba en la apropiación de una de las protagonistas y, un año después, la serie Televisión por la identidad. “De pronto, sucedió algo inusitado: el público de este género, que generalmente uno cree que está en otra dimensión, se empezó a interesar seriamente por esta cuestión, y a hacer preguntas”, destacaron Marcelo Camaño y Adriana Lorenzón –guionistas de la tira–, en el libro Historias Buscadas, a 15 años de la Conadi. La eficacia de la televisión como medio masivo pulverizó todos los cercos culturales posibles. Fue como si, por salir en la novela, de repente la temática se legitimara. Hubo 659 legajos abiertos en la Conadi de chicos que tenían la posibilidad de ser hijos de desaparecidos.
Las Abuelas siempre trabajaron y construyeron de manera colectiva. “Todas la áreas se complementan”, explica Clarisa. Las campañas de difusión llegaron, incluso, a las canchas de fútbol.Y se anexaron a otras herramientas legales, como la ley aprobada en 2009, que permite tomar muestras de ADN de cepillos de dientes, en caso de que los jóvenes no acepten hacerse un análisis genético.
En la organización, nunca se pierde de vista que el tiempo pasa y los chicos crecen. Desde hace algunos años, ya no buscan a una generación, sino a dos: saben que sus nietos fueron padres. Por eso, también trabajaron en escuelas y facultades; y se expanden a través de las redes sociales. Recientemente, dieron a conocer a los ganadores del concurso TwitteRelatos por la Identidad 4, con gran variedad y distintos registros literarios que pasarán a conformar una nueva muestra itinerante de la entidad, con ilustraciones de talentosos artistas. Y ahora, además, incorporaron contenido en jardines de infantes, con producciones y material fílmico sobre el derecho a la identidad. Buscan nietos y bisnietos. El detonante, la chispa que haga encender la duda, puede ser un niño que dibuja su familia y empieza a preguntar a sus padres.
WC/LL