Era el poeta de las calles de tierra, la cumbia y el rock, los pibes solos y tristes. Contaba las historias de los “wachos” que sufren por la discriminación y el prejuicio pero que también se enamoran y gozan. Era perfomer, escritor, dibujante, músico y DJ. Un militante de la diversidad qué, como dicen sus amigos, "enseñó a sacar poesía de las tripas”.
La última vez que Ioshua leyó en público, se apoyó en un bastón. Era el poeta del conurbano profundo y gay, performer, fanzinero, músico, periodista, punk, cumbiero, hardcore, artista plástico, libertario: Josue Marcos Belmonte murió el miércoles en la casa que alquilaba en Mariano Acosta, partido de Merlo, al oeste del conurbano bonaerense. Tenía 37 años y convivía con el virus de vih.
Apenas supieron la noticia, poetas, escritores y músicos se reunieron en bar El Emergente, en Palermo. Tenían que juntar $ 6.500 para los gastos. “La plata apareció en una hora. Juntamos más de lo que nos pedían”, dijo a Infojus Noticias el músico Javier Leandro Basin. Ahora esperan poder despedirlo. La cochería queda en ruta 200 km 34/500 de Merlo. “Somos su familia. Ioshua estaba solo. Nada más tenía a una hermana que todavía no apareció. Si nosotros no nos ocupábamos, lo iban a enterrar como un linyera, como a un NN”, contó Basin, que lo conoció en la Huerta Orgánica de Caballito, al costado de la vía del tren Sarmiento.
Ioshua llevaba en el cuerpo las huellas de la violencia familiar. Se crió en Libertad, Merlo. Cuando tenía 6 años, su padre lo golpeó y le reventó la columna. A los 11 vio cómo su papá pateaba a su madre que rogaba, desde el piso, que se detuviera. Ioshua intervino para frenar la violencia y el padre lo estranguló hasta romperle la glotis. Después de eso, desapareció. Más tarde murió la mamá.
El dolor no lo abandonó nunca y se agravó con los años. La última semana fue agónica. Estaba postrado por los problemas de columna e incomunicado por los cortes de luz. Uno de sus vecinos lo escuchó gritar de dolor y llamó a una ambulancia. La visita apenas alcanzó para calmar el dolor por un rato. El miércoles a las seis de la mañana uno de sus amigos recibió el llamado de la mujer que le alquilaba la casa. Lo habían encontrado en la cama, rodeado de sus dibujos y textos.
El universo de Ioshua es el de las calles de tierra, la cumbia y el rock, los pibes solos y tristes. Con irreverencia y honestidad brutal, contaba las historias de los “wachos” que sufren por la discriminación y el prejuicio pero que también se enamoran y gozan. Pibes que le escapan a los estereotipos sobre las masculinidades. Su obra, decía él, al comienzo se nutrió de las cartas que sus amigos presos les mandaban a sus madres desde el encierro.
Sus amigos recuerdan las perfomances en el ciclo llamado Poesía Urbana. Era el año 2002. Ahí recitaba sus poemas con una cadencia firme pero delicada, mientras se cortaba la piel de los brazos. O cuando se subía al escenario y tiraba algo antes de empezar a recitar, como si lo hiciera sin querer. Siempre estuvo ligado a la música, como DJ.
En cada Feria del Libro Independiente y Alternativo (F.L.I.A.) en la Ciudad de Buenos Aires o en el conurbano se lo podía ver rodeado de sus libros y producciones. Los dibujos de pibes de gorritas transando o masturbándose llamaban la atención de cualquier visitante.
“Cuando se estaba conformando la F.L.I.A., allá por 2006, él hacia lecturas, editaba sus propios fanzines. Siempre ligado a la temática barrial gay, cierta cosa cumbiera, pero también rock y hardcore”, dijo a Infojus Noticias Matias Reck, de la editorial Milena Caserola.
Desde que se fue de su casa a los 14 años, vivió entre la calle y las casas de los que lo recibían. Hay quienes dicen que vivía de gira por todo Argentina, Chile, y Paraguay, y que en cada lugar encontraba donde comer y dormir. “Trabajaba mucho en los cyber y de ahí me mandaba los diseños que hacía para antidiseno.blogspot.com”, recordó Reck, que vivió durante dos años con él en Villa Luro.
Sus ámbitos de pertenencia eran el conurbano y los espacios culturales del under porteño. Por las noches se lo podía ver en la Casona de Humahuaca. “Ioshua nos enseñó a sacar poesía de las tripas”, dijo el poeta Juan Xiet.
Creó su propia editorial, “Wacho de la calle”, y publicó Los sentimientos, Cumbia Gei, Narrativa Gay Bonaerense y Malincho. Cumbia Gei es, quizás, su obra más conocida: un comic que en el que los pibes chorros roban besos a otros chicos a punta de pistola. Luego con Milena Caserola sacó “Luz y Fuerza”, una antología de poemas. Más tarde, la editorial Nulú Bonsai publicó Clasismo homo.
“Mezclaba la crudeza de vivir en la calle con la ternura amorosa por los pibes. Era un poeta callejero”, lo definió Simón de La Libre. Sus poemas, cuentos y narrativa fueron publicados también en Chile, Paraguay y Brasil.
Su última obra fue “Yo no hice nada”, un libro artesanal de dibujos en el que puso la linterna sobre la violencia institucional: ese vínculo entre la policía y los pibes del barrio que Ioshua conocía demasiado bien. Siempre contaba la anécdota en la que un policía lo quiso llevar detenido mientras tomaba un helado con un novio en la plaza. El efectivo había ido hasta ahí porque los vecinos denunciaron que la plaza era un “escándalo”. Cuando los vio les preguntó: “¿Ustedes son pareja?”.
“Ioshua caminaba sobre el fuego. Era un militante queer de la vida más allá del infierno al que se sometía a él mismo. Fue parte de la lucha por la diversidad”, dijo a Infojus Noticias el músico y periodista Luis Aranosky
El poeta del conurbano siempre estaba haciendo. Hasta los últimos meses en los que los Hospitales y los médicos eran rutina. “Uno de sus últimos proyectos era lanzar una línea de ropa interior de hombre con sus poesías escritas en el calzoncillo”, contó Xiet.
A su primera gira, Ioshua la bautizó “Para vos wachín, ya no va a doler”. Hoy la frase toma un nuevo significado.
MFA/AS/SH