Adiós a la Madre Hebe de Mascia: “Hasta cada jueves, como siempre”
Así la despidió su amiga Hebe de Bonafini. Pavello de Mascia fue un pilar de Madres de Plaza de Mayo. “Te aseguramos que tu paso apresurado y tu mirada perdida, tu gesto tierno cuando algo te gustaba, no me abandonarán nunca, como tampoco vas a faltar jamás a tu querida Plaza de Mayo”, le escribió Bonafini en un emotivo comunicado.
Foto: Madres de Plaza de Mayo.
El jueves se hizo en la Pirámide de Mayo una nueva ronda de las Madres de Plaza de Mayo, a 38 años de aquella primera que desafió a la dictadura. Hebe Pavello de Mascia estuvo, como había estado siempre. Pero su cuerpo dijo basta: murió ayer por la mañana. “Una de nuestras mejores y más fieles compañeras está donde quería estar, junto a sus hijos”, aseguró otra Hebe, Bonafini, en un comunicado que dio a conocer ayer la asociación.
Su hija de 19 años Hebe Araceli Mascia de Szapiro había sido secuestrada el 15 de octubre de 1976. También su esposo, Daniel Szapiro. Como cada una de las Madres y Abuelas, Hebe la buscó incansablemente durante las últimas cuatro décadas. En una entrevista con el programa Madres de la Plaza, Hebe de Mascia había dicho: “Hay que luchar. No hay que callarse. Dicen que soy rezongona, pero no me callo. Hay que pelearla para conseguir lo que uno quiere”.
“Hace tiempo nos venía diciendo que ya basta, que no quería vivir más. Estuvo acompañada, mimada, cuidada, por el amor inmenso de sus tres nietos: Soledad, Gervasio y Nicolás, que eran sus tres soles, que le daban vida, vida que llenó mucho más cuando llegó Lola, que era la única que la hacía hablar y reír. Lola es la hijita de Nicolás y su primera bisnieta. A Hebe sólo le brillaban los ojos de alegría cuando hablaba de ella. El otro día, cuando revisaba unas fotografías, me di cuenta de que su mirada siempre estaba lejana, ausente” contó Bonafini.
En ese cariñoso adiós, Bonafini agregó: “Te aseguramos que tu paso apresurado y tu mirada perdida, tu gesto tierno cuando algo te gustaba, tu presencia tan preciada y tu compañía en Perú y en la guerra de Yugoslavia, cuando fuimos a acompañar a las mujeres a cuidar los puentes, no me abandonarán nunca, como tampoco vas a faltar jamás a tu querida Plaza de Mayo, a tu lugar en el puestito y a tu casita, vos sabés de qué hablo. Tu cajita va a pasar a ser una de nuestras reliquias en las vitrinas”.
La compañera que despide a otra compañera de luchas, termina así el texto: “Como todos los días te digo: ‘Cuidate, no tomes frío, ponete un pañuelo en el cuello y, por favor, tomá mucha agua’. Hasta cada día, cada jueves como siempre.”
RA
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