Referente de la Juventud Peronista en el sur mendocino, fue secuestrado el 25 de febrero de 1975 por una patota de policías y militares. El 10 de marzo de 1976 lo asesinaron en la sede de Infantería después de firmarle la libertad. Su secuestro y desaparición fue uno de los primeros en tratarse en el juicio de San Rafael, que continúa su curso.
Aldo Fagetti fue el primer desaparecido de San Rafael, antes del golpe militar. Fue secuestrado el 25 de febrero de 1975 por una patota de policías y militares. Los represores entraron a la fuerza en su lugar de trabajo, derribando una puerta del galpón donde Aldo y su familia fabricaban empanadas. Se lo llevaron a patadas. El 10 de marzo lo asesinaron en la sede de Infantería después de firmarle la libertad. Por su caso el juez federal de Mendoza, Héctor Acosta, pidió la captura internacional de la ex presidenta argentina Isabel Perón. Fagetti era un cuadro de la Juventud Peronista (JP), uno de los más importantes en los barrios del sur mendocino. Y los represores lo tenían en el mira como un blanco primordial.
El caso de Fagetti sale a la luz, semana a semana, en cada testimonio de la megacausa por delitos de lesa humanidad de San Rafael. Es el segundo juicio en la ciudad y el quinto en la provincia, y allí existe un rasgo único y excepcional: un centro clandestino que funcionó en la sede de Tribunales, antes los ojos de fiscales, jueces y empleados judiciales. Los represores lo nombraban como “Casa Departamental” y tenía una estructura de tres calabozos, donde se llevaba ilegalmente a detenidos y se los torturaba. Para Pablo Garciarena, fiscal del juicio que tiene 72 víctimas y 26 imputados entre los que figura un ex intendente, “la coordinación entre la policía mendocina y los militares fue determinante para aceitar el mecanismo de la represión en una región donde todos se conocían con todos, pero que sin el apoyo de la justicia eso no hubiera sido posible”.
La historia de Fagetti fue una de las primeras en ser tratadas, en un proceso que siguió un orden cronológico y que ya cumplió la mitad de juicio. Elsa Marta Sosa y su hijo, Javier Américo, asisten regularmente a las audiencias. En un bar, a metros de donde está el Tribunal, volvieron a recordarlo. Elsa sigue hablando de su ex esposo como “Aldo”.
-¿Cómo fue la desaparición?
Javier-Es una de las primeras historias de la represión en San Rafael. Lo secuestran el 25 de febrero y según lo que quedó acreditado por testigos lo matan en Infantería con un tiro en el pecho el 10 de marzo. Antes le habían hecho firmar su liberación, pero ese mecanismo era una trampa y lo hicieron con muchos. Los esperaban afuera para volver a “chuparlos”. Así hicieron con mi viejo. Se sabe que un policía que estaba de guardia dijo que le hicieron limpiar la sangre del piso. Él no pasó por la Departamental, antes del golpe la mayoría de los detenidos fueron detenidos en Infantería, que estaba de obra en construcción. Había tabiques de chapa, una casita de adobe. Después del golpe, los blanquean y los llevan a la Departamental. Pero no fue el caso de mi papá.
Elsa muestra el documento judicial con la firma de Fagetti, cuando los militares le dieron la supuesta libertad. “Era única por la caligrafía, no había forma de que se la copiaran”, dice. Aldo, con 24 años, había estudiado Ingeniería en Córdoba. Vivió en General Alvear, al sur de Mendoza, y luego se radicó en San Rafael junto a su mujer y su hijo Javier Américo, nacido en el ’74. Allí pensaba retomar los estudios. “Trabajaba como empleado en la Dirección de Rentas y vendía pastelitos y empanadas que hacíamos juntos. No sé cómo pero se hacía tiempo para militar en la JP, hacía trabajos educativos en las villas, era un referente barrial”, explica y agrega que al resto de sus compañeros, “los detienen el día previo o el día del golpe mismo, e incluso a algunos les dan la libertad real”.
-¿Cómo fue la represión antes del golpe?
J-Desde el 1975, empezó a operar la inteligencia del Ejército desde el destacamento 144, el más grande de Cuyo. Aumentó el doble de su capacidad en San Rafael con 50 personas, que es mucho para el pueblo. Estaba comandado por Luis Stuhldreher, que recibió cursos con represores de la talla de Vergés y el Tigre Acosta. Se arman las listas y se organizan los primeros allanamientos. Luego Stuhldreher pasó a ser intendente de facto y Luis Suárez es su mano derecha. Infantería funcionó como centro de tortura, y de detención y después pasaron a centralizar todo en la Departamental. Había muchos civiles de inteligencia.
-¿Qué tipo resistencia hubo ante ese avance represivo?
J- No hubo reacción de ningún tipo. La represión llegó y los agarró a todos en la casa. Fue un mes antes del golpe, no tuvieron chance de escaparse. A los cabecillas de la Juventud Peronista los agarraron primero. Después fueron cayendo distintos referentes gremiales. Estaba todo coordinado, la inteligencia fue muy importante. En una ciudad chica, las organizaciones fueron descabezadas más fácilmente. Ése fue el primer objetivo.
-Según los testimonios, y junto al "Negro" Tripiana, Aldo era uno de los referentes políticos más importantes.
J-Sí, tenía mucho trabajo territorial y un gran protagonismo en los barrios. La JP tomó relevancia a partir de la intendencia de Alberto Martínez Baca –gobernó Mendoza entre 1973 y 1974-, que era sanrafaelino. Los primero que caen son ellos. Eran del peronismo de izquierda, con tendencia evolucionaria.
-¿San Rafael estaba politizado en aquella época o sólo era una pugna de sectores?
E- Antes del golpe, gobernaba el peronismo de derecha. La JP estaba en contra, con otra forma de militancia y las organizaciones gremiales también. Pero no sólo era una pugna de intereses.
J- San Rafael es muy político. La presencia del Estado es fuerte, con fábricas, sedes universitarias. Esas tensiones estaban presentes. La JP había peleado por la vuelta de Perón, desde el lado de Cámpora. La elite no lo perdonó. La mayoría de los secuestrados y los desaparecidos son ellos.
-¿Quién son la elite?
J-El sector más conservador está compuesto por la Cámara de Comercio y la Iglesia, entre otros sectores de peso. Martínez Baca se había radicalizado en la lucha contra el poder económico. Y la derecha también tiene gran militancia. No quiero decir que el peronismo de derecha haya sido cómplice de la dictadura, pero es cierto que no sufrieron la represión que sufrió el peronismo revolucionario.
-¿Hubo algún operativo armado de la guerrilla?
J- No, la militancia era estar en los barrios. La JP apoyaba a Montoneros, pero acá no llegó. Dicen que acá la JP tensó la política de Montoneros. La formación de base era lo más importante. No se creía en la lucha armada como consigna.
E- Había luchas verdaderas, como la del agua potable, por la copa de leche, por la educación. Se trabajaba al lado de la gente, en las necesidades cotidianas, como la alfabetización. Aldo bregaba por eso. Tengo la imagen de él diciendo “tenemos que ir a pedirle a la Municipalidad”, y el barrio lo seguía. Nadie imaginó lo que iba a pasar.
-¿Cómo fue la búsqueda de Aldo?
E-La palabra que la define es sobrevivencia. En el pueblo de Diamante teníamos un kiosco. En un balde lavábamos la grasa de las asaderas. Me daba el gusto de abrir la puerta y mojarle los pies a algún milico, que se sentaban en el negocio, me manoseaban, y pedían empanadas. El acoso era permanente. Me iba a Alvear en colectivo y detrás subía un tipo que me seguía. Era muy duro. Las putas de San Rafael fueron las que me daban información sobre Aldo. Los milicos se acostaban con ellas y me decían dónde estaba. “Nena, movete esta semana porque van a vaciar todo”, alertaban y así fue.
-¿Cuál era la explicación que te daban los represores?
E-Cuando íbamos a la comisaría, se reían. Yo tenía 21 años, y me decían “no seas pelotudita, no lo busqués porque vas a quedar detenida” y “los tipos necesitamos dos o tres minas, seguro se fue con alguna”. Aldo desapareció en democracia. A través de un soldado de Infantería, le hacía saber que estaba viva y le acercaba cigarrillos, sabía que lo estábamos buscando. Aldo tenía 24 años y éramos laburantes. Te chicaneaban en Tribunales cuando presentabas un habeas corpus, en la comisaría decían “a este culo redondo lo atiendo yo”, en la Iglesia estaba el Obispo que era un hijo de puta y decía “hija mía, qué puedo hacer por usted, nosotros no nos encargamos de los delincuentes”. Eran los dueños de la vida.
-¿Qué sentís ahora, con un juicio en curso?
E-Libertad. A mí nadie me quiso dar trabajo porque fui la esposa de un subversivo. Aldo fue un cuadro político y me dio fuerzas con su lucha, logró que me recibiera de Médica, que saliera adelante con Javier, que él se formara como persona y como profesional. Viví con terror y fuimos estigmatizados pero siempre sentí que el alma no me la iban a robar. Estos tribunales me dan paz, me dan seguridad. Esto es historia. Antes escuchaba los juicios y los veía a todos los represores en libertad. Ahora es distinto. Me pasé la vida callada. Siento que recupero la libertad.