Un informe de 1970 muestra de qué manera los servicios tenían individualizados a los militantes políticos. Muchos de los que integran esa lista sufrieron años de cárcel y 24 fueron asesinados. La documentación refleja la preocupación que despertaban los peronistas y los sacerdotes Atilio Rosso y Osvaldo Catena.
En 1970 un documento de Gendarmería Nacional precisaba en qué agrupaciones, barrios y facultades de Santa Fe militaban 166 jóvenes. En esa lista hay 24 personas que fueron asesinadas en los años posteriores y muchos otros que pasaron un largo tiempo en la cárcel. El informe también califica como “peligrosos” a dos sacerdotes muy reconocidos en la ciudad: Atilio Rosso, fundador del Movimiento Los Sin Techo, y Osvaldo Catena, que llevó adelante un enorme y recordado trabajo social en Villa del Parque, en el postergado cordón oeste de la capital provincial.
El escrito, aportado por la Secretaría de Derechos Humanos de Santa Fe, fue incluido por el fiscal federal Walter Rodríguez en la causa que investiga los asesinatos de las abogadas Marta Zamaro y Nilsa Urquía a manos de la Triple A. El fiscal sostiene que ese tipo de informes “se remontan a tiempos en que se creó la Dirección General de Informaciones, el 31 de octubre de 1966, en el marco del proceso de la Revolución Argentina”.
“Células peronistas y comunistas”
El 8 de agosto de 1970 se remite un documento al Jefe de Escuadrón 27 “Punta de Vacas”, de la Gendarmería Nacional Argentina, provincia de Mendoza, que informaba sobre la “organización, funcionamiento y características de célula peronista y comunista que operan en Santa Fe”.
Además, solicitaba que “se confronte un identikit con un profesor de la Facultad de Ingeniería Química de la citada ciudad”. El docente al que hacía referencia era Fred Mario Ernst, quien fue capturado en Córdoba el 18 de julio de 1975. Su cuerpo apareció un día después, en Río Ceballos, con signos de haber sido torturado.
El informe se dividía en dos: quienes militaban en el peronismo se encuentran dentro de la “Planilla Sintética Nominal de Activistas de Santa Fe”, mientras que quienes lo hacían en el comunismo estaban agrupados en el “Resumen nominal de activistas de la ideología marxista”. En la primera nómina hay 22 personas que fueron asesinadas; en la segunda, dos.
Los peronistas están divididos por la agrupación a la que pertenecían y se precisa también quiénes desarrollaban tareas en el barrio Santa Rosa de Lima, en los sindicatos, en los Colegios Mayores y en los de Enseñanza Media. Hay datos personales, vínculos familiares, domicilios, antecedentes y características físicas de un gran número de ellos.
“Las bases de operaciones se encuentran fundamentalmente en la Facultad de Ingeniería Química”, se lee en el informe. También menciona a la Facultad de Derecho, el Instituto de Profesorado y el Instituto Superior del Magisterio. Y alerta que “las células tratan de ganar adeptos en la localidad de Progreso y en los barrios humildes de los alrededores de la ciudad”. “En cuanto a los domicilios de los activistas debe remarcarse que en términos generales, si no viven en la zona céntrica de Santa Fe, residen en considerable número en la zona de Guadalupe”, agrega.
El documento profundiza menos en las agrupaciones de izquierda: para los servicios de inteligencia los “activistas de la ideología comunista” eran “mucho menos peligrosos”, ya que “mientras los peronistas son capaces de cualquier cosa con tal de alcanzar el objetivo que se han fijado”, dentro del PC “si bien algunos activistas participan de actos violentos, la mayoría de ellos se inclina a la captación de adeptos mediante la vía intelectual”.
Se destaca el relevamiento hecho en el Instituto de Profesorado Básico, que “se ha constituido en verdadero centro de adoctrinamiento izquierdista”, y “el importante papel que en la captación de prosélitos se viene desarrollando en la Escuela Normal N°8 Almirante Brown”.
Los nombres
Entre los peronistas considerados “peligrosos” por las fuerzas represivas, se encuentran el ex gobernador de Santa Fe, Jorge Obeid; el ex Secretario de Derechos Humanos, Domingo Pochettino; la doctora en Filosofía y titular de la Fundación Epyca, Mercedes Gagneten, y el actual diputado nacional por PARES (FPCyS), Antonio Riestra, entre otros. También aparece “Conejo, un estudiante de cinematografía que vive en una residencia de calle Suipacha”: se trata de Rolando López, luego fundador del Instituto Superior de Cine y Artes Audiovisuales de Santa Fe, quien frecuentaba “los barrios humildes y el ambiente estudiantil”.
En esa nómina hay 22 personas que fueron asesinadas en los años posteriores: dos de ellas durante la dictadura de Alejandro Lanusse, una durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón y las restantes a manos de la última dictadura militar: Raúl Bracco y Oscar Aguirre Haus (en 1972); Fred Mario Ernst (1975); Fernando Belizán, Eduardo González Paz, Héctor Larrosa, Juan Carlos Meneses y María Alejandra Niklison (1976); Luis Alberto Barber Caixal, Carlos Bosso, Susana Busaniche, Juan Carlos Chiocarello, Domingo Del Rosso, Stela Maris Hildbrand, Sonia Kindrasiuk, Mario Nívoli, Roberto Pirles, Eduardo Reale y Francisco Molinas Benuzzi (1977); Alfredo González (1978), Raúl Yager (1983) y Roberto Turelli, sin fecha precisa de su asesinato.
Otro de los individualizados es René Oberlín, por su actuación en “los sindicatos”. El 6 de septiembre de 1977, acorralado por las fuerzas represivas, eligió ingerir una pastilla de cianuro.
Varios de estos nombres se encuentran también en un informe de inteligencia del Servicio de Información de Defensa de Uruguay del 1° de julio de 1976. Allí aparecen Chiocarello, González Paz, Kindrasiuk, Oberlin, Pirles, Turelli y Yager.
Dentro de los “activistas marxistas” hay muchos profesores, entre los que se encontraba Alberto Tur, quien fue secuestrado y torturado junto a su esposa, Amalia Ricotti, en mayo de 1978. También aparecen Susana Simián de Molinas (esposa del luego titular de la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas, Ricardo Molinas); la ex fiscal federal y vicegobernadora de la provincia, Griselda Tessio, y Mauricio Epelbaum, ex presidente del Consejo General de Educación de la provincia. Sobre este último el ex diputado peronista Rubén Dunda, quien estuvo detenido entre 1976 y 1978, contó que sus captores lo tenían identificado como “hebreo”.
En esa nómina hay dos desaparecidos: Ángel Gertel, que fue secuestrado el 8 de diciembre de 1975, y Lidia Hernández, capturada el 1° de diciembre de 1977.
La pata jesuita
El informe asegura que actuaron como “encubridores” y “en algunos casos partícipes” de la actividad “subversiva” miembros de la orden Jesuita de Santa Fe. Los dos apuntados son Atilio Rosso y Osvaldo Catena, quienes además están incluidos dentro de la lista de militantes peronistas. También se menciona, con menos énfasis, al sacerdote José Luis Lazzarini de la Inmaculada, a “la Madre Superiora del colegio El Calvario y a un sacerdote no identificado que imparte la cátedra religión en el Colegio La Salle Jobson”.
Se los cuestiona como “incitadores de la actividad militante de jóvenes, invitándolos a participar de reuniones, charlas, manifestaciones, asambleas y pegatinas de carteles con enfoque peronista o simplemente izquierdistas”. Además, se insiste en que Catena, en la capilla a su cargo en el barrio El Triángulo, es un predicador que “enfoca la cuestión social con criterio peronista”.
En el párrafo dedicado a Rosso –uno de los más extensos- se hace referencia a un procedimiento efectuado el 22 de mayo de 1969 en el que fue allanado el Colegio Mayor y en el que supuestamente se hallaron “12 bombas Molotov del tamaño del envase de un lápiz labial y un mimeógrafo con el que se habrían impreso panfletos subversivos”. Según el informe, Rosso actuó “para confundir a la Policía” y luego optó por “desprestigiar el procedimiento” en los diarios.
Es curiosa la interpretación de por qué los jóvenes militaban en el peronismo: “Los activistas son en su mayoría jóvenes de ambos sexos, capturados en una época especial de sus vidas, cuando aún no habían alcanzado -ni alcanzaron todavía- un completo estado de madurez intelectual. Ese semidesarrollo espiritual se ve agravado por la dosis de fanatismo e irracionalidad que los viejos activistas les han inculcado”.