En los juzgados no hubo suspensión de la actividad pero los pasillos quedaron vacíos. Algunos funcionarios del Poder Judicial se fueron antes de que comenzara el partido y otros cerraron las puertas. Postales de un partido mundialista con final feliz.
La selección argentina todavía no había salido al campo del estadio Beira-Rio de Porto Alegre, pero cuando el reloj del Palacio de Tribunales se acercaba a la una, sólo era posible entrar al edificio por la puerta principal. Los ingresos de las calles laterales habían sido cerrados con premura. El empleado de informes se mantenía firme en la entrada y no se resignaba: miraba la previa del partido contra Nigeria en un televisor de 14 pulgadas. Los juzgados no habían suspendido la actividad, pero los expedientes vivían a otra velocidad. Los funcionarios de jerarquía del Poder Judicial se habían ido antes, a ver el partido en otros sitios. Algunos habían adelantado los fallos.
A partir de la una, los despachos trabajaron a puertas cerradas y con los televisores -donde suelen ver videos de pruebas judiciales- clavados en el partido. En el juzgado de Hernán Martín López, un cartel en la puerta advertía: "a partir de las 13 se atiende por otra entrada". A los dos minutos de partido, el gol de la Messi se escuchó a los gritos en el Palacio. Los festejos sorprendieron a los que daban vueltas a las apuradas por los pasillos, trayendo comida o gestionando trámites. Apenas un par de minutos después sobrevivino un silencio enorme: Nigeria marcó su primer gol y el marcador se puso 1 a 1.
Ya no había casi nadie en los pasillos de Tribunales. Una mujer con los ojos llorosos salía de la oficina de Patronato de Liberados en el tercer piso. Otra estaba perdida en los pasillos del Palacio. Había viajado desde el conurbano y tenía miedo de que no la atendieran. A esa hora los pasillos suelen estar repletos, con empleados que ofician espontáneamente de guías. Pero durante el partido, hasta el ascensorista había dejado la banqueta vacía.
En el entretiempo muchos aprovecharon para comprar más comida o terminar algún trámite. Hombres y mujeres salían por breves minutos de los despachos y oficinas. En los pisos que alojan a los juzgados de instrucción -el tercero y el cuarto- aterrizaban bandejas de fiambres y cajas de pizzas. Las empleadas comentaban el juego del lateral derecho Pablo Zabaleta y la moda de los botines bicolores. Abajo, sobre la vereda de Talcahuano, una señora rubia, maquillada y con maletín de cuero se quejaba: no le habían avisado que la audiencia a la que había ido se había suspendido por el partido. Cuando el partido iba 2 a 1, un empleado tocó la puerta de un despacho del cuarto piso. “Hola. Vengo a buscar un oficio del sector Homicidios”. El que lo atendió revoleó los ojos al techo: “Dale, vamos. Espero que no haya goles”.
Algunos abogados y jueces lo vieron a pocos metros del Palacio, en el restorán más paquete y tradicional de la zona: el Tribunales Plaza. Desde el mediodía todas las mesas estaban ocupadas. Seis mozos se pasaron el primer tiempo sirviendo el menú ejecutivo, y el segundo transportando postres y cafés. El tercer gol argentino se gritó con un estruendo que hizo vibrar los cristales de las copas y de las copas. Hasta el metre, que miraba el partido de reojo mientras descorchaba botellas de vino, celebró eufórico.
El camarista y consejero de la Magistratura, Ricardo Recondo -denunciado por el Gobierno nacional por haber dictado una medida cautelar a favor de la empresa Fibertel, de Clarín- encabezaba una mesa de diez comensales. Miraba el partido imperturbable, y fue de los pocos que en ningún momento se conmovió las jugadas.
Al final del partido, en el cubículo de informes ya eran siete las personas alrededor de la pantalla de 14 pulgadas. Policías, personal de maestranza y un abogado seguían las jugadas. Uno de ellos sostenía tímidamente una banderita de Argentina.