Además de artista multigenérica e interdisciplinaria, Albertina Carri se define como hija de revolucionarios asesinados durante la dictadura militar, lesbiana, madre y esposa de Marta Dillon. Ahora es la directora artística de Asterisco, el primer festival de cine sobre diversidad sexual y conversó con Infojus Noticias sobre lo que se viene.
Los festivales gay-lésbico-transexuales e intersex funcionan como mecas de modernidad que distinguen a ciertos países del mundo. En junio de este año será el debut de Asterisco, el primer festival internacional de cine sobre diversidad sexual en Argentina. Promovido desde la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, con dirección artística de la prestigiosa cineasta, guionista, productora y directora de televisión Albertina Carri, que allá por 2003 revolucionó los modos de pensar la memoria del pasado reciente con “Los Rubios” (2003), Asterisco surgió con identidad propia. Más aún, logra subrayar uno de los encuentros más fértiles y auspiciosos acontecidos en la última década: la hibridación solidaria entre la tradición familiarista del movimiento de derechos humanos local y la extensión de derechos de vanguardia para la comunidad queer, con la ley de matrimonio igualitario, la ley de identidad de género y de fertilización asistida universal a la cabeza. El festival se realizará entre el 3 y el 8 de junio en Buenos Aires y reunirá más de 90 películas de todo el mundo realizadas en el último año. La programación puede verse acá.
Además de artista multigenérica e interdisciplinaria, Carri se define (“en orden de apariciones”) como hija de revolucionarios asesinados durante la dictadura militar, lesbiana, madre y esposa de Marta Dillon. Cuando Carlos Pisoni, miembro fundador de la agrupación H.I.J.O.S. y actual subsecretario de Derechos Humanos de la Nación, le pidió que preparara un proyecto, ella no lo dudó: convocó a Fernando Martín Peña y a Diego Trerotola, “dos bestias de la cinefilia”, para completar el equipo de curadores. Además de crítico de cine internacional, Trerotola es activista de la Comunidad Homosexual Argentina y ha sido programador de los festivales de Mar del Plata y BAFICI. Como historiador de cine, coleccionista, docente y programador, Peña sólo se decidió abandonar su casa-filmoteca tentado por “un equipo soñado” la misión de representar “a la minoría heterosexual dentro del festival”.
Carri confiesa sentirse honrada, abrumada y contenta ante el desafío de dirigir Asterisco. El nombre de festival es tanto estrategia como declaración de principios: “el * evita marcas de género y busca la inclusión de todas las identidades”. Así, el festival modelo argentino aspira a cruzar fronteras, romper guetos, “emocionar a los desprevenidos y conmover a los despavoridos”.
-La experiencia del terrorismo de Estado transformó la misma idea de familia, abrió nuevos modos pensar qué es una madre, un hijo, una abuela. Esas filiaciones extendidas tendieron un puente con los modelos de familias ampliadas promovidas dentro de la comunidad homosexual.
-Hay mucho que pensar a partir de ese terrorismo de Estado, de esas formaciones de familia, de qué se trata lo maternal o lo paternal, ser hijo o hija. Me parece genial que este festival sea una iniciativa del poder público y que la Secretaría de Derechos Humanos lo tome como tema de agenda. No fue que un privado dijo ‘”hay que hacer un festival”sino que fue instalado directamente como tema de derechos humanos. Por otro lado, era una locura que en un país con la historia cinéfila que tiene y con lo pionero que es en cuanto a derechos para la comunidad gay, no tuviera un festival así. Cada vez que viajo y digo que estoy casada, que tengo un hijo que tiene los dos apellidos, el de mi mujer y el mío, me dicen ‘¿dónde vivís, en Canadá?’ Está buenísimo que esta política de avanzada se de a conocer a la comunidad internacional. La ley es la ley pero necesitamos llegar a otros ámbitos, abrir a otros públicos. Este festival seguirá profundizando ese cambio cultural.
-¿Cuál fue el criterio para seleccionar el material?
-Desde un principio, con Fernando y Diego decidimos priorizar la calidad cinematográfica. Uno de los riesgos de todos los festivales temáticos es decir, “como esta película toca un tema importante aunque sea mala la ponés”. La calidad cinematográfica es vital y en eso estuvimos de acuerdo los tres. Si no por una cuestión de que hay que cubrir todas las letras – LGBTIQ - se termina armando una programación deforme. Priorizamos las películas con un sentido político desde lo estético y no solo desde lo discursivo. Para mí lo estético es política pura. Y en definitiva la forma en que se cuentan las cosas son las que arman el discurso.
-¿Cómo definirías el perfil de festival?
-Ahora que estamos cerrando la programación me doy cuenta de que buscamos una zona muy celebratoria de las identidades. Logramos corrernos del lugar del sufrimiento, de la cosa traumática para centrarnos en historias de vida que no solo den cuentan de los sufrimientos de una comunidad sino también de sus placeres y alegrías. Yo la paso bomba siendo lesbiana, por qué tengo que armar un relato dramático de mi identidad. Sin duda existe la homofobia, la lesbofobia, la transfobia; y sin duda hay que denunciarlas. Hay países donde la homosexualidad se condena incluso con la pena de muerte. Dentro del festival tenemos una zona de denuncia donde se visibilizan ese tipo de políticas, sobre todo las estatales como en el caso de Jamaica y algunos países de Europa del Este como en Ucrania. Pero la programación en general promueve algo celebratorio.
-El festival parece acompañar la nueva tendencia dentro de la generación de los hijos de desaparecidos que, contra las narrativas victimizantes, creó lenguajes irónicos y provocadores que cuestionan los discursos tradicionales de la memoria.
-Totalmente. Esas intervenciones desarmaron los discursos más acartonados y marmolizados y aportaron muchísimo a la hora de pensar el pasado reciente. Sin embargo, que este festival sea celebratorio no significa que no se reconozca un trauma. Sobre todo para las personas trans e intersex todavía sigue siendo muy difícil la inserción social. Un hecho cultural como un festival hace un aporte –mínimo, tal vez-- para desandar el camino de la heteronormatividad y su forma violenta de ver el mundo. También intentamos salirnos de los discursos victimizantes al rechazar un tipo de películas que promueven una narración asociada al crimen de odio, poniendo la cámara al servicio de eso que se denuncia. Son películas que me resultan muy expulsivas y que terminamos rechazando por una política de la imagen que, por suerte, compartimos los tres. Lo que buscamos es una forma de construir a futuro, reconociendo y celebrando las luchas de las generaciones que nos anteceden.
Aunque la programación final todavía no fue revelada, hay que preparase para un comienzo de junio intenso. Se podrá ver cine Australia, Filipinas, Alemania, Francia, México. Habrá una competencia internacional de ocho largos y ocho cortos, focos y retrospectivas y hasta una sección dedicada a directores argentinos consagrados como ‘Pioneros Queer’. Además del sector-denuncia bautizado El huevo de la serpiente, una sección clave será La piel que habito con películas biográficas o vinculadas al cuerpo.