Su hijo Guido, que presenció el secuestro de su padre, es querellante. En el proceso se tratarán también las apropiaciones de Gabriel Matías Cevasco y Martín Amarilla Molfino, nietos restituidos.
Empezó hoy en el Tribunal Oral Federal 1 de San Martín el juicio por el secuestro y la desaparición del dirigente montonero Roberto el “Negro” Quieto y la apropiación Gabriel Matías Cevasco y Martín Amarilla Molfino, hijos de militantes desaparecidos y nietos restituidos por Abuelas de Plaza de Mayo. Es el noveno proceso en la megacausa de Campo de Mayo. El tribunal, encabezado por su presidente, Héctor Sagretti, y compuesto por los jueces Marta Milloc y Daniel Petrone, dio comienzo a las 10 a la lectura de la elevación a juicio de la causa 2630.
Los imputados son el ex comandante de Institutos Militares, Santiago Omar Riveros; el ex jefe del Estado Mayor del Comando de Institutos Militares y ex presidente de facto, Reynaldo Bignone; y los apropiadores Roberto Cándido Duarte; Margarita Noemí Fernández; y Aída Blandina Dusolina Pizzoni. También serán juzgados los civiles Jorge Eduardo Ramella (médico), Liliana Mabel Alvarez, Alicia Itatí Rodríguez y Jorge José Buffe. Por la parte acusatoria, además del fiscal Marcelo García Berro, actuarán las querellas de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y Guido Quieto, hijo del dirigente desaparecido.
En la audiencia se trató el caso 31, sobre el secuestro y desaparición del dirigente montonero Roberto Quieto, ocurrido el 28 de diciembre de 1975, en la que Riveros -único imputado por el fallecimiento de Jorge Rafael Videla y Albano Harguindeguy- está acusado de los delitos de privación ilegal de la libertad doblemente gravada por amenazas y tormentos.
Por testimonios de sobrevivientes, Quieto fue visto en el centro clandestino El Campito, que funcionó en la Guarnición Militar de Campo de Mayo, continuando hasta ahora desaparecido. Tras la negativa de Riveros de prestar declaración, el primer testimonio que recibió el tribunal fue el de Martín Gras, amigo de Quieto y sobreviviente del centro clandestino de detención que funcionó en la ex ESMA, quien relató que durante su cautiverio, un represor que lo interrogaba, cuyo alias era "Cortes", y que después reconoció como Miguel Conde, le había asegurado que había interrogado a Quieto en Campo de Mayo.
"Trataba de ganar mi simpatía y se comportaba como un civil que hacía de `bueno de la película´ y en ese tono lo elogiaba, decía que era brillante y que estaba vivo en Campo de Mayo, que era bien tratado y que dirigía un equipo de asesoría política como si Quieto estuviera en un mundo paradisíaco", relató.
Ante esa declaración, Gras contó que preguntó al represor mirándolo a los ojos: "’¿Vos me querés decir que Quieto está vivo?´", y que "Cortés" respondió: "Hay preguntas que no me tenés que hacer, no me obligues a mentir", con lo cual el testigo concluyó que "todo lo que decía era falso". Relató también que "después reconoció que Quieto había muerto y que ‘el Negro se equivocó esta vez´", al comparar su detención con las ocurridas en 1971 y en 1974.
El segundo testimonio fue el de Gladys Reartes, cuñada de Quieto y testigo del secuestro, quien relató el momento en que su hijo Manuel se encontraba en brazos del dirigente cuando fue interceptado por los diez atacantes, y cómo logró protegerlo en el interior de un auto.
La sala de audiencias se encontraba colmada por familiares de detenidos desaparecidos, alumnos de escuelas secundarias del partido y representantes de Madres de Plaza de Mayo.
La próxima audiencia será mañana a las 10 en la sede de avenida Pueyrredón 3728, partido de San Martín, con el testimonio de José Luis Quieto, hermano del dirigente, Susana Piatti, cuñada de Quieto, y -sin confirmar aunque fue citado- uno de los fundadores de Montoneros, Roberto Perdía.
De acuerdo al cronograma judicial, la apropiación de Amarilla Molfino se tratará el martes próximo y el caso de Cevasco los días 25, 29, 30 de octubre y 1 de noviembre. Habrá alrededor de diez audiencias y la sentencia se conocerá en diciembre.
El ex comandante de Institutos Militares, Santiago Omar Riveros, habla con sus abogados.
Diez años de lucha
El 28 de diciembre de 1975, en una playa de Martínez, provincia de Buenos Aires, la familia Quieto se preparaba para los festejos de fin de año: había unos veinte parientes de Roberto, entre ellos su esposa, su madre, sus hijos Paola (entonces de 10 años) y Guido (6). De pronto, vieron acercarse a un grupo de policías y reinó la confusión. Los agentes dispararon al aire con armas largas. Algunos se refugiaron bajo los autos. Ante la mirada atónita de su mujer y el llanto de sus hijos, los policías metieron a Quieto en un auto sin patente. Desde entonces permanece desaparecido.
Guido Quieto, el hijo que presenció el secuestro, estudió Derecho. Será querellante en el juicio por ese y otros delitos de lesa humanidad cometidos hasta 1983 en jurisdicción de Campo de Mayo, la mayor guarnición militar del país. "Para este juicio oral había dos procesados por el secuestro de mi papá, que eran Albano Harguindeguy y Santiago Riveros. Lamentablemente, Harguindeguy murió hace un año y nos quedará una deuda pendiente”, dijo Guido a Infojus Noticias.
Llegar al juicio fue una lucha de diez años y varios momentos donde Guido se sintió decepcionado de la Justicia. El principal escollo, según él, fue la actuación del fiscal Jorge Sica, a quien acusó de demorar la causa para beneficiar a los represores. “Con García Berro –el nuevo fiscal- la causa avanzó muchísimo y tenemos grandes expectativas para que, después de tanto tiempo, se haga justicia por mi padre”, enfatizó el hombre que recuerda el secuestro de su padre como si hubiera sucedido “ayer”.
“Cuando era chico, no lo veía seguido a mi papá –explicó-. Los encuentros con él eran programados, tratando de que fueran en lugares públicos, con la idea de que ese era el mejor modo de estar protegidos. Esa vez, habíamos pasado el día en un lugar con árboles, al lado del río, lleno de personas. Pero irrumpieron de golpe. Y nadie pudo hacer nada. Los ojos de mi padre lucían cansados, derrotados", contó Quieto, que estará acompañado en el juicio por los abogados Florencia Arietto y Pablo Llonto.
La responsabilidad de sus captores
Al momento del secuestro de Quieto, Albano Harguindeguy era jefe de la Policía Federal en el último tramo del gobierno de Isabel Perón. Después sería ministro del Interior de la última dictadura. Según relató años más tarde el ex dirigente montonero Roberto Perdía, que a comienzos de 1976 se reunió secretamente con Harguindeguy, éste le anticipó aspectos de cómo actuaría la dictadura terrorista de Estado y le dijo, sobre el motivo del encuentro: "No lo van a volver a ver más a Quieto. En realidad, no volverán a ver a nadie más".
Riveros era jefe de Institutos Militares en Campo de Mayo. Su abogado defensor Florencio Varela (ya fallecido) admitió en su momento que Quieto había estado en el Batallón 601 de Inteligencia de esa guarnición militar, en declaraciones a la periodista Alejandra Vignolles, que publicó el libro "Doble condena". "Por su jerarquía en Campo de Mayo, Riveros era responsable de las cosas que sucedían ahí adentro", apuntó Guido Quieto sobre la causa caratulada "Riveros, Santiago Omar y otros por privación ilegal de la libertad, tormentos y homicidio".
Aunque en esta etapa judicial sólo el ex jefe de Institutos Militares está acusado por la desaparición de Roberto Quieto, "tenemos pistas sobre otras personas que han podido participar no sólo en la detención sino que han interrogado a mi papá". Sobre la participación en el hecho de diversas fuerzas represivas, apuntó que debió existir "zona liberada" para que su padre fuera capturado en la playa de Martínez. "El paso de los años va cerrando muchas puertas”, dijo Guido.
El “Negro” fue abogado y líder de la organización Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAP) y luego miembro de la conducción nacional de Montoneros.
Quieto fue detenido el 4 de julio de 1971 y enviado a la cárcel de Rawson. Allí junto con otros seis presos se fugó del penal el 15 de agosto de 1972, escapó a Chile y siguió viaje a Cuba. Después retornó a la Argentina y volvió a liderar las FAR. Cuando en octubre de 1973 esta organización se fusionó con Montoneros, pasó a ser el número dos de la conducción. En 1974 volvió a ser detenido pero fue liberado tras movilizaciones callejeras y mucha presión política.
Vivió en la clandestinidad hasta su secuestro. Y sobre su figura, hay un debate pendiente. A partir de su desaparición, Montoneros lo calificó de traidor, lo juzgó en su ausencia y lo encontró "culpable de los delitos de deserción en operación y delación, y propuesto las penas de degradación y muerte a ser aplicadas en el modo y oportunidad a determinar". La organización creyó que Quieto, una vez detenido, delató a sus compañeros y dio información.
Así lo explicó unos de los líderes de Montoneros, Mario Firmenich, en un reportaje: “Nosotros establecimos a partir de ahí dos cosas: un juicio, una ausencia a Quieto que tenía un valor realmente simbólico. Sabíamos que no tendríamos ningún rastro de él. Era un juicio que en definitiva implicaba establecer jurisprudencia para la conducta ante la represión que se avecinaba. En ese juicio, Quieto fue condenado por cantar en la tortura, condenado por delación”.
La militante Lila Pastoriza disintió con Firmenich: "Su historia no es la de un traidor. Es la de alguien de larga trayectoria política, que se dio cuenta de que se estaba equivocando y ya era tarde, pero que de ningún modo abandonaría su puesto. Siguió como le fue posible, siendo fiel a lo suyo e intentando actuar con dignidad”. Después del caso Quieto, Montoneros generalizó la toma de la pastilla de cianuro (permitida, hasta allí, solamente a los líderes) para todos los integrantes de la fuerza a fin de evitar la delación: un “compañero” debía tomar la pastilla antes de que un militar lo torturara.