Durante dos años y medio, la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación trabajó con organismos de derechos humanos en esta intervención museográfica. Responde a los principios básicos del mantenimiento patrimonial: mínima intervención, máxima retención de materiales originales, reversibilidad, detención del deterioro, actualización de instalaciones, adecuación de accesibilidad y mantenimiento general.
Las fotos de los desaparecidos en el “Casino de Oficiales” de la Ex ESMA no tocan las paredes de la entrada del edificio: están dispuestas en paneles de vidrio, a una distancia prudente de donde los torturaron y desaparecieron. No es casual, la “puesta museográfica” que se montó en el espacio de memoria. “Casino de Oficiales” no busca reconstruir sino representar el horror de uno de los centros de detención clandestinos más tortuosos y emblemáticos de la dictadura cívico militar. Y cada detalle fue pensado, discutido y consensuado. "Esto no es un museo, es un sitio de memoria con una muestra permanente que interpreta, evoca y aproxima a los visitantes al horror que se padeció aquí", dijo a Infojus Noticias Alejandra Naftal, directora del proyecto.
El “Casino de Oficiales” es un sitio histórico y una prueba judicial crucial en la causa ESMA. Permanece en el mismo estado de conservación que al momento de su recuperación. Las intervenciones realizadas responden a los principios básicos del mantenimiento patrimonial: mínima intervención, máxima retención de materiales originales, reversibilidad, detención de deterioro, actualización de instalaciones adecuación de accesibilidad y mantenimiento general.
El proyecto llevó dos años y medio de trabajo con la Secretaria de Derechos Humanos de la Nación, en forma conjunta con organismos de derechos humanos. Fueron muchas reuniones de consenso con los sectores involucrados: Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, hijos de desaparecidos, nietos restituidos, sobrevivientes y familiares de víctimas. Una vez presentado el proyecto, se discutió la idea y el resultado es una síntesis de esos debates en los que también participaron historiadores, académicos y periodistas como Alejandra Dandan, que coordinó el equipo de investigación y contenidos.
Un recorrido en primera persona
El recorrido al predio incluye el paso por “El Dorado”, el salón de ceremonias de la Marina donde el Grupo de Tareas 3.3.2 de la ESMA estableció su central de inteligencia. Allí los grupos preparaban las acciones y planificaban los secuestros. El Grupo de Tareas se componía de cuatro áreas: Inteligencia, Operaciones, Logística y Personal.
“Los martes eran muy particulares porque ahí en El Dorado se alteraban profundamente, ya que tenían que decidir quién iba a vivir y quién no iba a vivir en base a no sé qué elucubraciones hacían”, declaró en el juicio ESMA Lidia Cristina Vieyra, detenida el 11 de marzo de 1977 y liberada el 25 de julio de 1978. La declaración de Vieyra, y muchos otros testimonios de sobrevivientes, están emplazados en paneles a lo largo del recorrido de la instalación museológica y ayudan al visitante a contextualizar el significado del lugar en primera persona.
“Capucha” era el principal espacio de reclusión de los secuestrados. Los arrojaban sobre colchonetas en el piso y aislados en cubículos. Permanecían esposados de pies y manos y se les ponía en la cara una capucha o antifaz de tela al que en algunos casos también denominaban tabique. No eran reconocidos por sus nombres sino designados un número. En este sector, algunos secuestrados estuvieron horas. Otros, años.
Los miércoles, por lo general, los represores llamaban a un grupo de secuestrados por sus números. Los obligaban a formar fila, y engrillados, los llevaban al “Sótano” para ser "trasladados".
Voces de la memoria
“En ‘Capucha’, donde eran recluidos los compañeros secuestrados, hicimos un sistema donde una tarima de madera permite al visitante recorrer ese lugar sin que se lastime el sitio, lo que al mismo tiempo plantea una contención para el que camina por un lugar cargado de tanta historia. También se representa el espacio real que ocupaba una ‘cucha’ (espacio donde se tenía a los detenidos encapuchados y atados de pies y manos), al mismo tiempo que uno escucha a los sobreviviente relatando lo que allí sucedía”, dijo a Infojus Noticias Hernán Bisman, cocurador de la puesta junto a Alejandra Naftal, directora del proyecto.
El altillo del edificio, durante la dictadura, fue utilizado por el Servicio de Inteligencia Naval. Denominado “Capuchita”, el espacio es muy reducido, y en él coexistían la reclusión y la tortura.
A principios de 1977 se instalaron ‘cuchas’ frente al tanque de agua que estaba allí y alimentaba a todo el edificio. Los detenidos estaban acostados o a veces sentados casi sin moverse, con grilletes en los pies y encapuchados o con los ojos cubiertos. Las pequeñas ventanas a 30 centímetros del piso fueron pintadas de color oscuro, aunque algunos detenidos lograban ver por ahí la avenida del Libertador o las escuelas Raggio. El espacio estaba permanentemente iluminado por luz artificial. El piso de baldosas rojas es uno de los detalles más recordados por los sobrevivientes, junto con el sonido, que se amplificaba al estar todo el día con los ojos tapados. La instalación potencia esta experiencia con parlantes que amplifican el sonido exterior.
“El relato lo construimos a través de dos sistemas museográficos, uno que llamamos “tradicional” y otro “contemporáneo” que apela a las emociones, a las sensaciones y a la experiencia. Creemos que la comunicación en este tipo de lugares donde pasaron hechos tan dolorosos y traumáticos para la sociedad tiene que tener esta interacción entre lo racional y lo emotivo”, dijo Naftal a Infojus Noticias.
Hormigón, aluminio y vidrio
Roberto Busnelli especialista en diseño inmobiliario, estuvo a cargo junto a Carlos Campos de la coordinación de la documentación ejecutiva y la materialización de todas las piezas que componen el montaje museográfico del edificio. “La estrategia fue que todas las piezas fueran autónomas, que uno rápidamente pueda leer cuáles son las piezas agregadas y en ningún momento se confundan las originales de las nuevas. Para eso se apeló a usar sólo tres materiales: hormigón, aluminio y vidrio”, explico Busnelli.
Todos los trabajadores que formaron parte de la instalación tuvieron que hacer la visita guiada por el predio: para comprender la importancia histórica del lugar donde estaban. Para Naftal, que vivió el horror de la dictadura en carne propia cuando a los 17 años estuvo secuestrada en El Vesubio, las futuras generaciones tienen derecho a saber: “Todo esto está narrado de una forma muy respetuosa, y cuidadosa con la idea de poder transmitirle al público lo que aquí pasó, pero al mismo tiempo pueda salir con un mensaje reparador hacia el futuro”.
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