Era miembro del grupo de tareas de “El Campito”, un galpón que operó como uno de los lugares más siniestros del circuito de Campo de Mayo. Fue uno de los represores más buscados. Después de quedar detenido, negó los hechos. "Es un genocida nuevo, su detención es muy importante para la causa", dijo el fiscal Miguel Garcia Ordás.
A Roberto Julio Fusco le decían “Pajarito”. Era uno de los represores más buscados de la mega causa Campo de Mayo. Fue detenido después de una intensa investigación realizada por el Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional N° 2 de San Martín, a cargo de la jueza Alicia Vence, que permitió apresarlo en su domicilio, en el partido bonaerense de Tigre. Según fuentes del juzgado federal de San Martín, personal de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) lo detuvo el 30 de junio en General Roca al 2965, en la localidad de Benavidez.
Durante la declaración indagatoria, Fusco pareció haber vivido en otro país. "Negó los hechos sistemáticamente de forma burda, desconoció lo que pasó no sólo en Campo de Mayo sino que también dijo que no sabía lo que hizo la dictadura", indicó el fiscal Miguel García Ordás. Sin embargo, en el final confesó: "No sé cómo supieron que era yo si los que estaban en los centros clandestinos no usaban su nombre verdadero. Se hacían llamar por uno ficticio". La tarea investigativa fue llevada adelante por la Secretaría de Derechos Humanos del juzgado, que encabeza Agustín Rodríguez Berdier.
El abogado Pablo Llonto contó a esta agencia que los testimonios de sobrevivientes lo ubicaron como uno de los represores de “El Campito”, un galpón gigante dividido en caballerizas que operó como uno de los lugares más siniestros del circuito de Campo de Mayo. "El Campito" no era divisible desde la Ruta 8, que bordea los límites de la guarnición de Campo de Mayo. Para llegar hasta el lugar había que salir del camino, a la altura de la Puerta 4 de Campo de Mayo. A poca distancia se encontraba el portón de entrada a la "Plaza de Tiro", del que salía un camino de tierra. "El Campito" no fue un centro de detención clandestino más. Estaba dentro del territorio del general Carlos Guillermo Suárez Mason, jefe del poderoso I Cuerpo de Ejército, cuya jurisdicción se extendía desde Palermo hasta Bahía Blanca. “Fusco integró el grupo de tareas de ese galpón”, confirmó Llonto.
Del represor se sabe que operó como uno de los integrantes de “El Campito”. Fue celador y se encargó de custodiar, servir la comida y transportar a los detenidos a las salas de tortura, allí donde estaban los sanguinarios represores "Gordo I" y "El Alemán". Se desempeñó como suboficial de Gendarmería Nacional y los sobrevivientes lo describieron como un maltratador verbal y lo acusaron por haber recibido golpes suyos con alambres. "Su detención es muy importante, porque permite seguir conociendo la identidad de los represores. Es un genocida nuevo y tiene responsabilidad penal por todas las víctimas que pasaron por ´El Campito´, que fueron miles. Campo de Mayo fue un centro de exterminio por excelencia, sólo sobrevivieron quince personas", dijo el fiscal a Infojus Noticias y agregó una escena en la que el represor, según el testimonio de sobrevivientes, solía atar a las víctimas con una soga en los troncos de los árboles, fuera del galpón. Algunos se quedaban a la intemperie por días y otros eran mordidos por perros. Todos estaban encapuchados.
Campo de Mayo fue el mayor campo de detención clandestino del Ejército y albergaba en forma constante a unas 200 personas, entre las que se encontraban mujeres embarazadas -algunas de ellas incluso dieron a luz durante su cautiverio-, ancianos y familias enteras. Se calcula que pasaron por él cerca de 4000 personas hasta su clausura, a fines de 1979.
Además, según Llonto, el testimonio más valioso que permito ubicar a “Pajarito” Fusco fue el del sobreviviente Juan José Fernández, que lo nombró como uno de los represores de Campo de Mayo. El de Fernández fue uno de los relatos más importantes que permitieron probar el asesinato del ex diputado Diego Muniz Barreto. En primer lugar, la responsabilidad del ex comisario Luis Abelardo Patti, que fue quien detuvo a Muniz Barreto y Fernández en una carnicería de Escobar. Y luego, la del ex general Santiago Omar Riveros, jefe mayor de Campo de Mayo.
El peor de todos
En la instrucción de la mega causa de Campo de Mayo se lee que “El Campito”, además de concentrar e interrogar mediante tormentos a los detenidos capturados por su propia acción operativa, funcionó dentro de la maquinaria del aniquilamiento del Ejército como “el principal centro de recepción y exterminio de prisioneros derivados de otros campos”. Fue, en efecto, el más temerario: quien era trasladado allí, sabía que iba a morir.
El mando directo sobre el centro de detención lo ejercía desde el Comando de Institutos Militares el represor Santiago Omar Riveros, luego el general de brigada Fernando Humberto Santiago, a cargo de la subcomandancia; y, por último, el entonces coronel Fernando Ezequiel Verplaetsen, jefe de Inteligencia y responsable del funcionamiento cotidiano del campo clandestino. El grupo de tareas al que pertenecía “Pajarito” tenía un lugar estratégico: se encontraba a pocos pasos de la pista del aeródromo de Campo de Mayo y a poca distancia de la base de paracaidismo. “Eso facilitaba el embarque de los prisioneros en los aviones del Ejército antes de cada vuelo”, dijeron desde el juzgado.
El Campito funcionó en el mismo predio en el que estaba asentado el Comando de Zona 4, lo que aseguraba una fluida comunicación entre los jefes de Estado Mayor con los encargados de ejecutar sus órdenes. A esa misma guarnición fue trasladado el Destacamento 201 de Inteligencia, dependiente del Batallón 601 del Ejército. El mismo tuvo su base operativa en un sector denominado “Las Casitas” y funcionó como lugar de detención transitorio y de apoyo operativo de El Campito.
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