La Justicia cree tener casi resuelto el crimen de Rocío Abigail Juárez, la chica de 22 años asesinada dos semanas antes que Ángeles Rawson. Los trazos de su vida, los detalles de la investigación judicial y la historia de los cinco presuntos asesinos.
Rocío Abigail Juárez cursaba noveno grado. Estaba frente al curso, de espaldas al pizarrón, en un momento decisivo. La profesora de Historia le hizo una pregunta fácil, muy de manual: qué pasó el 25 de mayo de 1810. Sus pupilas color turquesa chispearon. Dudó un segundo. Después dijo:
-Apareció un caballo, levantó la pata y cagó un zapallo.
“Así era ella. No había estudiado para el examen, pero lo dijo de una manera que terminaron eximiéndola”, contó a Infojus Noticias Victoria Susana Cristaldo, su madre. Cada tres palabras sobre su hija, la única mujer, no puede más que llorar. “Me faltó la vida para decirle cuánto la admiraba. Era tan bonita, por dentro y por fuera. Una tromba. Llegaba a casa y ponía su música, y no había forma de pararla”, recordó Susana.
Rocío tenía 22 años. La mataron la madrugada del 4 de junio. Fue –cree firmemente la Justicia y la policía- en una casa de la calle Arribeños, donde vivían dos hermanos que están entre los cinco detenidos, en el barrio Villa Fox, de Zárate. Durante el allanamiento, se encontró el teléfono celular de Rocío.
La autopsia determinó que fue violada –se encontró semen y vello púbico- por más de una persona, y que murió por un balazo de 6.35, un calibre muy poco usual. Hay cinco amigos de entre 19 y 22 años detenidos. Según fuentes policiales, estuvieron en el momento del crimen. Después, llevaron el cadáver a un paraje poco trajinado y lo prendieron fuego. Será labor del fiscal José Martín Zocca determinar quién hizo qué, y qué penas les caben. El fiscal les imputa “violación agravada” y “homicidio criminis causa” (para ocultar otro delito), que prevé prisión perpetua.
Rocío había nacido en una familia laburante: su padre es mecánico; su madre enfermera. Tenía tres hermanos: Nelson Eloy (33), Enzo Augusto (25) y Elio Román (18). Era como muchas pibas de su edad: le gustaba la cumbia y adoraba a Leo Mattioli. Lo escuchaba tanto que su loro repetía alguna estrofa. También un poco de folclore: era la herencia obligada de su hermano mayor Nelson, que la cuidaba como a una hija. “Tenía un corazón de oro. Como yo trabajo en una sala, a veces me pedía leche para una nena que tiene dos nenitos”, recordó Susana. Los días de franco su hija solía decirle, imperativa: “Bañáte y cámbiate. Vamos a comer”.
Rocío trabajaba en la heladería Cremolatti, donde se sirven tragos al atardecer, y por las noches en el restaurant Fidelium, como mesera. Muchos clientes la individualizaban por su simpatía. “Era una piba súper laburadora”, contó Melina Sauan, una de sus tantas amigas. Melina tiene 35 años, 13 más que Rocío, pero cuando se conocieron por un amigo en común, hace dos años, se conectaron como si fueran de la misma generación. Salían juntas, se divertían. Solían terminar tomando mate en la costanera del río Paraná, con el primer sol plateando sus aguas. “Era muy dada, una mina sencilla. La desbordada su calidad de ser humano. Podías mantener una conversación de cualquier tema con ella”, recordó.
Melina se enteró el viernes 7 de junio, cuando vio en su Facebook un posteo en el que decían que la buscaban. “Hacía bastante que no la veía; no lo quería creer”, explicó. Empezó a googlear frenética, saltando de un sitio al otro, hasta que se encontró con lo peor: la habían asesinado. Ahora multiplica en las redes una foto reciente, en la que se las ve juntas una mañana en el río, y pide justicia. “Ella era muy confiada, no pensaba que la iban a cagar. Ser confiada en este mundo, donde hay un mar de hijos de puta afuera, no es fácil. Pero no es un defecto, es una virtud”, reflexionó Melina.
El cadáver de Rocío fue encontrado exactamente una semana antes que el de Ángeles Rawson, pero la resonancia pública no fue igual. Tal vez por eso, cree su madre, la investigación avanzó rápido. “La justicia y la policía actuaron rápidamente y bien, nos contuvieron mucho”, reconoció Susana. Diez días después de la aparición del cuerpo, la fiscalía descentralizada de Zárate y el juzgado de Garantías ordenaron cinco allanamientos y detuvo a los jóvenes.
Además del celular de Rocío, los investigadores levantaron prendas con rastros de sangre y tres armas de fuego, una calibre 6.35, muy parecida a la que la mató. Hubo testigos que dieron datos cruciales, se intervinieron y cruzaron teléfonos, y se hicieron pericias. Reconstruyeron los últimos pasos de Rocío: fue invitada a una cena y los jóvenes pararon en un supermercado a comprar cosas. Uno de ellos, confirmó a Infojus Noticias la madre, había ido un tiempo al colegio industrial. Dos de los detenidos se quebraron y habrían corroborado esa hipótesis. Los resultados de esos análisis, dicen fuentes judiciales y policiales, terminarían por determinar quiénes mataron a Rocío Juárez.
El club de los cinco
“Zárate está viviendo una situación de emergencia”, graficó Karina Pérez, militante de la agrupación Hijos en la ciudad a la que se considera puerta del Mercosur. “El día que se supo lo de Rocío, secuestraron a un remisero y le balearon todo el auto. Hay robos, pero lo de Rocío fue otra cosa: fue un crimen de género, un femicidio”.
Los hermanos Pablo y Matías Escobar, Elías Duarte, Jacobo Bentancour y Lucio Vettoretto, los cinco detenidos por el asesinato, se conocían entre sí. “Eran chicos de clase media trabajadora”, contaron dos fuentes policiales. “No tenían antecedentes, salvo uno de ellos que tenía quejas del barrio por cuestiones menores”, precisaron. Los informantes dijeron que, directa o indirectamente, los agresores conocían a Rocío: “O de la escuela, o porque eran amigos entre sí, o de reuniones sociales”.
La casa de los Juárez solía ser sede de reuniones de amigos. Pero a los detenidos del crimen de su hija, Cristaldo no los conocía. “Eran de los últimos amigos que ella se había hecho”. Pero Zárate es una ciudad chica, y siempre hay huellas. “Mi hijo mayor conocía a los padres de Bentancour y de Duarte. Mi esposo le arreglaba el auto al abuelo de los Bentancour. Y Vettoretto jugaba al básquet con Enzo, mi hijo mediano”, explicó la mujer.
Los perfiles de Facebook de los detenidos también fueron pistas que siguieron por los sabuesos. Allí también dejaron las huellas del vínculo: Vettoretto es amigo de Matías Escobar y de Duarte; Duarte, a su vez, tiene a Rocío entre sus amistades virtuales. En los Facebook de los imputados –sin movimiento desde fines del año pasado-, hay marcas que se repiten: autos tuneados con alerones traseros, llantas de lujo, trenes delanteros casi rozando el asfalto; mujeres, bandas de rock.
La familia de Vettoretto, cuenta una persona que los conoce, es de clase media alta. El jefe de familia es un mecánico conocido en la ciudad, y su madre una maestra jardinera. Se la escuchaba abatida ante el llamado de Infojus Noticias: “En este momento no podemos hablar, no queremos herir a nadie ni entorpecer la causa”, dijo. “La justicia está trabajando muy, muy bien. Soy la mamá de Lucio, imagínate, y estoy muy dolida por todo lo que está pasando. Queremos que todo esto se aclare”, concluyó.
La mamá de Rocío, en tanto, se mostró más ansiosa. “El fiscal está seguro que fueron ellos”, afirmó. “Lo único que quiero es que si fueron ellos, no queden libres”. Después de un silencio en la línea, con la voz quebrada, evocó por última vez a Rocío:
-Ella siempre se sentaba y ponía los pies arriba de la mesa. Yo me enojaba un poco y le decía: sos una orquídea en el barro.