En 1979 Tito La Penna trabajaba en editorial Atlántida, cuando lo enviaron a una nota con Thelma Dorothy Jara de Cabezas, que había sido llevada a la confitería Selquet. "Hoy pienso en la desesperación de no poder gritar".
Una mañana de septiembre de 1979 a Tito La Penna – que entonces trabajaba como fotógrafo en Editorial Atlántida- lo enviaron a cubrir una nota para la revista Para Ti. Un remís los llevó a él y al periodista a un bar del Bajo Belgrano donde los esperaba la entrevistada. A La Penna le llamó la atención que el lugar estuviera casi vacío, pero no le dio importancia. Hizo las fotos mientras la mujer hablaba de su hijo desaparecido y criticaba a las Madres de Plaza de Mayo. Fue un reportaje rápido. Él nunca lo imaginó, pero la mujer que retrató había sido llevada ahí desde la ESMA, donde estaba secuestrada, para fingir una entrevista. Era Thelma Dorothy Jara de Cabezas. Esa nota publicada con el título “Habla la madre de un subversivo muerto”, está siendo juzgada ahora en la megacausa ESMA, donde La Penna declaró como testigo.
Treinta y cuatro años después, La Penna mira el Parque Lezama a través del ventanal de El Británico. Un mozo que lo llama por su nombre le sirve un café. “En esa época hacíamos entre cuatro y cinco notas por día. Te daban un papel y vos ibas, sin saber bien de qué se trataba”, cuenta. Entonces él tenía veintisiete años. Recuerda: con Eduardo Scola, el periodista que hizo la entrevista, no tenía mucha relación. Durante el viaje casi no hablaron. La cita fue en el café Selquet, en la esquina de La Pampa y Figueroa Alcorta. Thelma había llegado antes que ellos.
-¿Cómo era el lugar de la entrevista?
-No era un café que yo conociera. Serían las once de la mañana y no había nadie. Lo que me extrañó era una mesa para cuatro personas al fondo. No había nadie más, sólo una mesa con tres tipos. Y ella, que estaba con otras tres personas. En esa época nosotros enseguida identificábamos quién era policía, quién era servicio, teníamos como una gimnasia. Pero acá yo no me di cuenta de nada. Después, con el tiempo, entendí por qué: eran tipos de la Marina, oficiales muy jóvenes, de unos treinta años, muy bien vestidos, elegantes.
-¿Thelma cómo estaba?
-Estaba muy bien arreglada: una linda señora de clase media, bien vestida y bien peinada. Normal, digamos. No me acuerdo mucho más. Las fotos eran en blanco y negro así que tampoco puedo tener tanto recuerdo.
Thelma Dorothy Jara de Cabezas, de 52 años, había sido una de las primeras madres en dar la vuelta a la pirámide de mayo desde que su hijo Gustavo Cabezas estaba desaparecido. A ella la chuparon en abril de 1979, cuando salía del Hospital Español donde estaba internado su marido. Su otro hijo, Daniel, estaba exiliado en México. El fotógrafo no lo sabía, pero la mujer estaba detenida en la ESMA desde hacía tres meses.
“Lo hacés si querés. Acá no se obliga a nadie a hacer lo que no quiere. Pero si no querés, puntos suspensivos”, le había advertido el represor Ricardo Cavallo. Sería un reportaje para una revista y ella debía hablar mal de los grupos de derechos humanos. La nota serviría para lavarle la cara a la dictadura. Cavallo se encargó de que la llevaran a comprarse ropa y a la peluquería. Tenía que lograr la apariencia de una mujer “bien”, pero -sobre todo,- de una persona libre.
-¿Cómo fue esa entrevista?
-El periodista se sentó en la cabecera de la mesa, yo me quedé parado. A un costado había un muchacho que ella presentó como un amigo del hijo y a uno de los de enfrente lo presentó como el sobrino. Había otro más. Cuando el periodista empezó el reportaje, yo quise fotografiarla a ella. Me pidió que no tomara imágenes de ellos para que “no los comprometa”. O sea que lo único que me quedó fue hacer retratos, con el teleobjetivo bien apretado, por eso no se ve nada más. Todas las fotos de esa entrevista son así. Hay dos rollos de fotos iguales, todos primeros planos.
-¿Te acordás de qué hablaron?
-Él le hizo alguna que otra pregunta. Me acuerdo que le preguntó qué le aconsejaría a las Madres. Pero la mayoría de las veces no prestás mucha atención, sólo escuchás algunas cosas. Estás concentrado en el trabajo, más aún en esa época en que una cámara de fotos era más complicada que las de ahora. Pero fue un reportaje rápido.
-¿Te extrañó algo en la conducta de Thelma?
-Para mí fue una nota más. Sí hubo algo que me llamó la atención, y que después se lo comenté al periodista. Ella decía que buscaba a su hijo que estaba ‘desaparecido’. En esa época nadie hablaba de desaparecidos, nadie. No se hablaba porque no se sabía. Nosotros pensábamos que la gente que había desaparecido estaba presa, encerrada en un cuartel. Nunca nos imaginamos las atrocidades que hicieron. Nos despedimos con un beso y nos fuimos. Ella se quedó ahí.
A Thelma la llevaron de vuelta a la ESMA, donde permaneció hasta noviembre de ese año. La entrevista se publicó el 10 de septiembre con el tema “Derechos Humanos”. La mujer contaba en primera persona cómo había sido engañada por los organismos internacionales que la habían utilizado. “Un testimonio esclarecedor y tremendo que descubre los métodos de la subversión”, decía el subtítulo de la nota.
Entonces, se rumoreaba que el jefe de redacción, Agustín Bonelli, tenía vínculos con los militares. Se decía que revisaban cada pliego de las revistas antes de que se imprimieran. Aníbal Vigil, ya fallecido, era el director de Atlántida. El hecho, estratégico para intentar lavar la cara de la dictadura buscando apoyo en los medios de comunicación, forma parte de la megacausa ESMA.
Esta semana, la Cámara Federal de Casación Penal ordenó al periodista Scola que brinde declaración indagatoria. También está citado a declarar Bottinelli. La Cámara determinó que “la intervención de terceros particulares, a través de la supuesta realización de una nota periodística construida falsamente, con el fin de ocultar la situación de detención ilegal de la denunciante, guarda relación directa a través de una intervención cuya relevancia penal cabe establecer, con los hechos investigados como crímenes ejecutados por agentes del Estado”.
-Cuando empieza el juicio, me entero que el muchacho que estuvo al lado de Thelma en la entrevista era otro detenido. En el año ’84, le fuimos a hacer una nota a un juez para la revista Humor. Cuando terminamos, el secretario del juez nos cuenta que estaban detrás de Vigil por una nota que se había publicado en Para Ti, pero que no sabían quiénes habían sido el periodista y el fotógrafo. Yo le pregunté cómo era la nota. Me dijo que había sido a una mujer, en el Selquet. Le dije que el fotógrafo había sido yo.
-Tiempo después te encontraste con Daniel Cabezas, el hijo de Thelma…
-Me vino a ver a la agencia. Fue entre el ’84 y ’85. Fue todo muy seco. Quería saber si yo podía tener algún dato más. Pero era imposible, por la dinámica de trabajo… Él me dijo que su mamá le había contado que yo había interrumpido al periodista, que le había dicho que no la comprometiera con una pregunta. Yo de eso no me acuerdo. Mirá vos como recordaba ella todo ese momento.
-Y a Thelma, ¿nunca la volviste a ver?
-No. Cuando lo volví a ver a Daniel, el año pasado, me dijo que ella estaba muy viejita. Es una mujer muy grande ya, debe tener 80 y pico de años.
-¿Cómo era trabajar en la prensa en esa época?
-Los medios sabemos a qué clase responden. Todos eran enemigos de cualquier causa popular. Yo como fotógrafo, ingenuamente, sacaba fotos pensando que en algún momento se podían recuperar esos archivos, porque en esa época no te quedabas con ningún material. Entregabas los rollos que pasaban a ser de la empresa. Así fue con las fotos de Thelma. Era una ingenuidad pensar que quedaban en el archivo. El tema eran los periodistas que tenían que escribir. Hubo muchos que fueron muy dignos y pasaron a los sectores de deportes o de información general. Y otros que no.
-¿Creés que el periodista sabía tanto como Botinelli?
-El periodista, creo yo, tampoco sabía de qué se trataba. A mí me encargó la nota el jefe de fotografía, pero a él se la dio el de redacción. El director de la revista era Agustín Botinelli. Le habrían dicho a Scola “che, preguntá esto”. Porque ella en la nota acusa a las madres, y dice que había viajado una delegación de las madres a no sé dónde. Las acusa de tener intenciones políticas. La nota giraba en torno a hacerla hablar de eso. Pensar lo que debe haber sufrido. Hoy pienso en la desesperación de no poder gritar. Pero bueno, esa época era así.