El sobreviviente que escapó en una fuga de película a los captores -eje del libro de no ficción Recuerdo de la Muerte- declaró en la causa ESMA. Recordó a Tulio Valenzuela, a Norma Arrostito. También a Astiz. En pleno relato, un juez frenó la respuesta del testigo ante el abogado de un represor: "No responda a esa pregunta".
El único sobreviviente que logró escapar a sus captores de la Escuela de Mecánica de la Armada, Jaime Feliciano Dri, declaró por segunda vez en el juicio de ESMA unificada. De saco negro, camisa blanca y la misma calvicie que 40 años atrás le impuso el apodo “El Pelado”, dio detalles de su cautiverio de más de dos años. Dri testimonió a través de videoconferencia, desde la embajada argentina en Panamá. En la sala de audiencias de Comodoro Py, el Tribunal Oral Federal N° 5 de Comodoro Py, escuchaba, rápido de reflejos, parte del relato que el periodista Miguel Bonasso convirtió en denuncia y libro de no ficción, Recuerdos de la muerte.
Cuando lo secuestraron en Uruguay, el 15 de diciembre de 1977, Jaime tenía 36 años y estaba casado con Olimpia Díaz, panameña. Había sido diputado del FREJULI por el Chaco durante la presidencia de Héctor Cámpora, y los represores lo buscaban ferozmente. Diez meses antes de su caída secuestraron a sus hijos: Fernando de 5 años y Vanesa de 7. Los utilizaban para patrullar las calles y dar con él. “El general (Omar) Torrijos, entonces presidente de Panamá, habló con el dictador Jorge Videla. A partir de ahí supimos que estaban en una comisaría de menores y logramos que los llevaran a Panamá”, declaró en 2013 en el juicio que condenó a represores del Batallón 121 del Ejército por delitos cometidos en la Quinta de Funes, en Rosario, adonde lo trasladaron después de unos meses en la Escuela de Mecánica de la Armada.
"Un tipo petiso y gordito se ocupaba de los traslados"
Dri asintió cuando desde la fiscalía le preguntaron si conocía a Serafín, Hormiga, Morrón y Bolita, “un tipo petiso y gordito que se ocupaba de los traslados”, en referencia a los vuelos de la muerte. Sobre el capitán Alfredo Astiz, dijo que lo vio siempre en “la pecera”, un lugar donde los secuestrados eran obligados a hacer trabajo esclavo. “Un tal señor Mariano me visitó cuando yo ya estaba secuestrado en el Casino de Oficiales. Cuando me sacaron del sótano a la pecera, vino a hablarme. Yo sabía que me estaba interrogando, era personal de inteligencia. Me dijo que era admirador del almirante Rojas, que bombardeó Plaza de Mayo”.
La mayoría de las veces Jaime recordó a sus compañeros de cautiverio por al apodo. “No conocía los nombres reales. Yo era el Pelado Marco”, le dijo al fiscal. A lo largo de su declaración, Jaime destacó tres historias que vivió mientras estuvo en la ESMA. La primera, sobre el dirigente de la JP Alberto “Beto” Ahumada: “Me dijeron los compañeros que él pedía que dejaran de torturar a su mujer. Pasó dos meses encadenado y torturado en los sótanos”. Ahumada está desaparecido.
La otra historia es sobre la mítica dirigente de Montoneros, Norma Arrostito. Dri recordó haberla visto varias veces, hasta que “me informaron que le aplicaron una inyección y murió”, dijo secamente. También contó acerca de una sobreviviente, secuestrada como él en Uruguay en diciembre de 1977. A Rosario “Elena” Quiroga, militante del Movimiento Peronista, también la trasladaron a la ESMA. Allí Jorge “Tigre” Acosta la obligó a tener relaciones sexuales. En una oportunidad la llevaron de visita a su casa materna. “Te prefiero muerta que traidora”, le había dicho su madre. Elena -que nunca dio nombres en la tortura- fue liberada en 1979 y se exilió en Caracas, donde vive.
Ayer Jaime recordó que ya en democracia, un oficial de prefectura le confesó haber formado parte, después de la fuga, del intenso operativo para encontrarlo. “Me dijo que participó por toda la zona de Corrientes, por Yapeyú, buscándome en los campos de unos Dri. Estos Dri son parientes pero nunca tuve contactos con ellos”. Jaime es primo hermano de Rubén Dri, filósofo y teólogo, ex sacerdote, integró el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo y también debió exiliarse.
"No responda esa pregunta"
Después de unos meses en la ESMA Jaime Dri fue trasladado al centro clandestino de detención que funcionaba en la Quinta de Funes, Rosario. Allí estaban secuestados varios líderes montoneros y desde ahí se planeó la Operación México, para viajar a asesinar a la cúpula de la organización. A Tulio Valenzuela, jefe montonero cautivo en Funes, le habían dado la misión de ir a México para engañar y entregar a los máximos responsables de Montoneros. Pero el militante, al llegar a las tierras aztecas advirtió a sus compañeros el plan. Su compañera, Raquel Negra, estaba embarazada de mellizos, y también estaba secuestrada con Jaime Dri en la quinta de Funes.
Ayer el fiscal Guillermo Friele le recordó a Dri algunos fragmentos de su primer testimonio en la causa ESMA, en 2011, incorporados a este debate. Aquella vez, Jaime había pedido a los represores: “Tengan un gesto histórico y digan dónde está el mellizo”. Se refería al hijo de Tulio Valenzuela y Raquel Negro que todavía falta localizar (en 2008 recuperó la identidad Sabrina Gullino Valenzuela Negro). Tulio y Raquel cayeron, contó Dri, porque un compañero se los señaló a un grupo de tareas en un centro comercial en Mar del Plata.
-Hábleme de los marcadores – pidió el abogado defensor Sebastián Olmedo Barrios.
-No, de ninguna manera. No responda esa pregunta – dijo rápido de reflejos el juez Obligado, quien presidió la audiencia de ayer.
Después de aquella operación fallida en México, el Ejército “devolvió” a Jaime a la Marina. Otra vez lo llevaron a la ESMA. Mientras lo obligaban a trabajar como dactilógrafo, se repetía: “Si te pensás fugar, te tenés que fugar”. En julio de 1978 la Marina planeó un operativo para capturar guerrilleros en la frontera con Paraguay y llevó a Jaime hasta un puesto en Puerto Pilcomayo. El 19 de julio, el secuestrado convenció a un oficial de 18 años de cruzar la frontera en balsa para comprar cigarrillos más baratos. En un descuido, ya en tierra firme, Jaime se escapó por las calles paraguayas. Días después con ayuda del gobierno panameño llegó a Brasil y después a Panamá. Ahí se encontró con su mujer y sus hijos. Desde ahí, donde eligió quedarse vivir, declaró ayer.