Los distintos trabajos publicados en INFOJUS NOTICIAS hasta el 9/12/2015 expresan la opinión de sus autores y/o en su caso la de los responsables de INFOJUS NOTICIAS hasta esa fecha. Por ello, el contenido de dichas publicaciones es de exclusiva responsabilidad de aquellos, y no refleja necesariamente la posición de las actuales autoridades del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos respecto de los temas abordados en tales trabajos.

Infojus Noticias

2-5-2014|12:04|Justicia Nacionales
Testimonios

ESMA: "Tengo el privilegio de no estar buscando a mi hija"

Frente a los jueces de la causa ESMA, Alberto Lennie sacó una bolsita transparente con un montón de papeles. Eran copias de los telegramas del 28 y 29 de abril. Su mamá lo felicitaba porque había sido papá. Su hija Vera Cristina Lennie había nacido en el centro clandetino de detención.

  • Ilustración: kitsch
Por: Natalia Biazzini

El 29 de diciembre de 1976 Alberto Lennie tenía que encontrarse con su mujer Silvia Labayrú en un bar de Las Heras y Uriburu. Ella no apareció a la cita y eso significaba que había sido secuestrada. Alberto declaró durante casi dos horas frente al Tribunal Oral Federal Nº5 de Comodoro Py. Con estilo cronológico, habló de la desaparición de su hermana Cristina, del secuestro de sus padres, de su hermana Sandra y de su exmujer Silvia, que dio a luz a su hija en la ESMA, y que meses después se exilió con él en España.

Silvia tenía 21 años y estudiaba Historia en la Universidad del Salvador. “Nos conocimos en la militancia de la Juventud Peronista. Al tiempo ella empezó a militar en Montoneros”, contó Alberto a los jueces Leopoldo Bruglia, Daniel Obligado y Adriana Paliotti.

“Al día siguiente del secuestro de Silvia fui a la casa de mi tía, donde a veces parábamos. Ahí me enteré que un grupo de tareas me había ido a buscar esa madrugada”. Silvia estaba embarazada de cinco meses.

El siguiente punto de la historia ocurrió la madrugada del 18 de enero de 1977. “Sucedió en nuestra casa de City Bell, donde pasábamos las navidades. Mi familia había ido unos días de descanso. Estaban durmiendo cuando golpearon la puerta y mi papá les abrió. Personas de civil - después supe que eran del Ejército y de la Marina - entraron y juntaron a todos en el comedor. Buscaban a mi hermana Cristina. Ella tampoco estaba. Después de hacer una llamada telefónica les dieron la orden y se llevaron a todos los Lennie”. Estaban el padre de familia, Santiago, de 50 años; Berta, la esposa; y  Sandra, la menor de los Lennie, que tenía 19 años y estudiaba administración de empresas. En ese operativo robaron objetos de valor y una camioneta Estanciera. A los padres los llevaron en un auto y a Sandra en otro. Todos llegaron a la ESMA.

En el centro clandestino, los padres de Alberto estuvieron con su nuera. Aunque no tuvieron casi posibilidad de hablar, en algún momento del encierro Silvia le agarró las manos a la suegra y se las llevó a su panza. Eso significaba que su bebé seguía creciendo. En la ESMA Berta tuvo una infección urinaria y junto a su marido se contagiaron una fuerte conjuntivitis. Los hicieron dormir en colchonetas llenas de piojos y garrapatas. Santiago también tuvo sarna.

Todos estos hechos Alberto los supo mucho tiempo después. “No supimos nada de ninguno de ellos hasta el 9 febrero, que liberaron a mis padres. Nos juntamos con mi hermana Cristina, papá y mamá en la confitería Las Violetas de Almagro. En ese encuentro supe de Silvia, de quien no había tenido noticias. Nos dijeron que también habían liberado a Sandra, pero que había viajado a Entre Ríos”. Eso no era verdad. A Sandra la liberaron el 5 de marzo, casi un mes después. La excusa del padre de familia fue que si se los decía, ellos iban a querer ir a buscarla y todo terminaría de una peor manera. “Cuando me junté con Sandra, después de su liberación, me contó que la hicieron trabajar en una especie de galpón, donde tenía que clasificar ropa”.

Durante mucho tiempo Santiago no contó detalles de lo que vivió en ESMA. En esa época era director de un frigorífico en el sur de Santa Fe y siempre había trabajado vinculado a la industria de la carne. En democracia, volvió a hablar con su hijo de aquellos días. En la sala de Comodoro Py, abogados y jueces seguían con atención el relato: “Papá me ahorró la tragedia al principio. Me contó lo que él había sentido como padre al escuchar los gritos de Sandra cuando era torturada. Escucharlo sufrir como padre me partió”.

A fines de marzo Alberto se exilió en Montevideo y semanas después se fue a vivir a San Pablo. Su hermana Cristina decidió quedarse en Argentina. Desde Brasil, Alberto y su familia se comunicaba a través de los avisos clasificados de los diarios, en clave.

Frente a los jueces, Alberto sacó una bolsita transparente con un montón de papeles. Eran copias de los telegramas del 28 y 29 de abril. Su mamá lo felicitaba. En la ESMA había nacido su hija Vera Cristina Lennie. De alguna manera, Silvia le avisó a su familia del nacimiento.

El parto había sido en una mesa de una sala sucia del centro clandestino. La ayudó una compañera de cautiverio. Alberto no recordó si hubo presencia de médicos. A pocos metros, desde la sala del público, lo escuchaba su excuñado, el hermano de Silvia Labayrú que lo acompañó a declarar.

Los marinos llevaron a Vera la casa de los Lennie para que la cuidaran. Días después el marino Alfredo Astiz falsificó la firma de Alberto y la anotó en el registro civil. Vera Alberto mostró el documento original, con el garabato de Astiz, que quedará como prueba en el expediente.

Era el 18 de mayo. “Ese mismo día desapareció mi hermana Cristina. Silvia se había enterado que iban a secuestrarla y rogó que no lo hicieran. Alguien le dio permiso para una llamada. Ella le avisó a mis padres, pero ellos no pudieron localizarla. A Cristina la interceptaron en la avenida Corrientes y

ella tomó la pastilla de cianuro. Su cuerpo nunca lo tuvimos. Está desaparecido”. Cristina había sido la última novia del dirigente montonero Roberto Quieto, desaparecido desde diciembre de 1975.

“El paso siguiente en esta historia fue mi encuentro con Silvia Labayrú, el 18 de septiembre de 1977 en Montevideo. Era la primera vez que la veía desde que la habían secuestrado. Fue acompañada por mi mamá y un oficial. Silvia seguía en manos de los marinos. En ese encuentro conocí a mi hija”.

Al día siguiente, en una reunión con ese oficial que se dio a conocer como “Gato”, le pidió que no hiciera declaraciones públicas sobre su mujer y los secuestros. “Eran los costos sociales de la guerra, me explicó. También me dijo que en un futuro cercano yo podría retomar mis estudios de medicina”, contó Alberto. En ese encuentro, Silvia le confirmó la muerte de Cristina.

El testigo dijo que no le creyó al “Gato” y le pidió ayuda a su padre para refugiarse en España.

Casi un año después, el 16 de junio de 1978 Silvia fue liberada y se fue a vivir con su hija y Alberto al sur de España. Antes de soltarla, el represor “Tigre” Acosta le ordenó reportarse con un amigo de él en Madrid. Esos controles, que también sufrieron Santiago y Berta Lennie, duraron hasta entrada la democracia.

Antes de ser liberada, Astiz  utilizó a Silvia para llevarla a reuniones en la Iglesia Santa Cruz y engañar a las Madres de Plaza de Mayo, que empezaban a buscar a sus hijos. Astiz se hacía pasar por el hermano de un desaparecido. Se había inventado el nombre de Gustavo Niño y en varias oportunidades la hizo pasar a Silvia como su hermana.

Después de contar su historia, el juez Leopoldo Bruglia le ofreció decir unas últimas palabras. Alberto eligió hablar de su hija: “No tuve que pasar por ese infierno en la ESMA. Vera tiene 37 años, es cardióloga y ejerce en Escocia. Se crió conmigo. Y tengo que resaltar el privilegio de no estar en el lugar de tantas madres y abuelas, que hoy continúan buscando a sus hijos y a sus nietos”. 

Relacionadas