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Infojus Noticias

4-6-2014|18:00|La Cacha Nacionales
En La Plata

Estela de Carlotto: "Tengan el valor de decir dónde están nuestros nietos"

La presidenta de Abuelas declaró en el juicio por los crímenes de La Cacha, donde estuvo su hija mayor. Recordó los capítulos más dolorosos de su vida. El secuestro de su marido, el cautiverio y la muerte de Laura, y la búsqueda de Guido.

  • Matias Adhemar
Por: María Eugenia Ludueña

Apenas el presidente del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de La Plata, Carlos Rozanski, anunció la declaración de Estela Barnes de Carlotto, la sala se llenó de aplausos. Fue la primera testigo de esta audiencia por los delitos de lesa humanidad cometidos en La Cacha. La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo había llegado antes del mediodía y bajo la lluvia. Estaba acompañada por tres de sus nietas, que siguieron el testimonio en primera fila.

Hoy no era un día fácil. Fue convocada como una de las 250 testigos de este juicio porque su hija Laura estuvo secuestrada en ese centro clandestino de detención, a metros del penal de Olmos y en las antiguas instalaciones de Radio Provincia, desde una fecha que aún no se pudo determinar y hasta el 24 de agosto de 1978. Después de Estela, el tribunal escuchó a dos sobrevivientes que compartieron con su hija el cautiverio en La Cacha, Norma Aquín (secuestrada y torturada cuando estaba embarazada) y María Inés Paleo. Las dos usaron la misma palabra para describir las condiciones en que vivían: "un infierno".     

 

El auditorio de la sala ex AMIA estaba repleto de estudiantes, militantes y organizaciones de derechos humanos. A las doce y media, apoyándose en su bastón, Estela subió al estrado. Se ubicó frente al tribunal y de espaldas al público, en la silla de los testigos: a menos de dos metros de distancia de las butacas de los que nunca aplauden, los imputados. Entre ellos estaban hoy diez de los veintiún acusados en este juicio. El excomisario Miguel Osvaldo Etchecolatz, de traje oscuro, estaba armado con lápiz y papel para tomar notas de algunos tramos de la declaración de Estela. Al igual que varios de sus compañeros de banquillo.

“Primero quiero decir que tengo dos historias en estos 36 años de lucha por la memoria, la verdad y la justicia. Una como Abuela de Plaza de Mayo y otra como madre de Laura Estela Carlotto. Este juicio amerita que hable como la mamá de Laura, como una mujer que tenía otros sueños y una familia sin sillas vacías”, dijo Estela al abrir su declaración. Es una testigo bien entrenada: ya declaró en varios juicios, entre ellos, el de Plan Sistemático de robo de bebés y niños. Sabe que no se trata de dramatizar sino de recordar cada detalle importante para obtener justicia. Pero cada declaración significa remover los capítulos más dolorosos de su vida, heridas eternas: cómo fue el secuestro de su esposo, cómo supo de la desaparición de su hija, de su estadía en La Cacha, de su parto en un sitio que todavía se desconoce, de aquella citación en la comisaría de Isidro Casanova donde escuchó la peor noticia y perdió la serenidad. 

Estela empezó su relato con lo que fue el punto de inflexión en su vida familiar: el secuestro de María Claudia Falcone, estudiante de 16 años, en la Noche de los Lápices. Por aquellos días otra de las hijas de Estela, Claudia, estaba casada con el hermano de María Claudia, Jorge Falcone. Casi un año después fue el secuestro de Guido. Estela aprendió a buscar. Lo liberaron tras 25 días de cautiverio. “A partir del secuestro de mi esposo Laura se fue a vivir a Buenos Aires. Teníamos un trato a distancia, yo era directora de una escuela, ella me hacía un llamado y enviaba una carta semanal. Mi esposo era comerciante (tenía una fábrica de pintura). Era común que saliera de la ciudad a comprar materiales y se encontraba con mi hija. La última llamada que recibimos fue el 16 de noviembre de 1977 y la última carta en la misma fecha”, recordó.

"No la maten, júzguenla"

La madre de Laura contó que, ante la falta de noticias de su hija mayor, militante de la Juventud Universitaria Peronista en la Facultad de Humanidades, empezó a rastrearla por los mismos lugares donde había buscado a su marido. Esa estrategia incluyó el pago de un rescate y una entrevista con el general Reynaldo Bignone. “Me atendió en el comando en Jefe del Ejército. Le fui a pedir por mi hija y encontré a una persona desquiciada. Le rogué: ‘Si cometió un delito no la maten, júzguenla’. Tenía un arma sobre el escritorio”.  

Salió de ahí pensando que su hija estaba muerta. Le había dicho a Bignone: “si ya la mataron, entréguenme el cuerpo, no quiero volverme loca como mis compañeras, las abuelas que recorren esos lugares buscando a sus hijos y nietos”. Después Estela recordó que una mujer que había estado en La Cacha y había sido liberada, Elsa Campos, se acercó a la pinturería de su marido y les transmitió dos mensajes de Laura. Uno para su madre (que buscara a su bebé en la Casa Cuna) y otro para su padre (que si era varón lo llamaría Guido, como él).

Después contó que el 25 de agosto de 1978 recibió una citación para presentarse con urgencia en la comisaría de Isidro Casanova, “a efectos que se le comunicarán”, decía el papel. “El viaje de La Plata a ese lugar fue un infierno. Fuimos con mi hermano y mi marido. Allí nos recibió el subcomisario. Exhibiendo un documento de identidad de Laura en perfecto estado, preguntó si la conocíamos. Las palabras que dijo las llevo grabadas a fuego: ‘lamento informarles que ha fallecido’. Yo, que soy de bastante templanza, perdí la normalidad. Les grité: ¡asesinos!, ¡la mataron! ¿dónde esta el niño?’.  Me respondieron: ‘No hay ningún niño, hay un cuerpo. Firmen acá’”. Recordó Estela. Y en voz alta mencionó una hipótesis acerca de por qué a diferencia de tantas familias, la suya recibió el cuerpo. “Cuando le pedí a Bignone, habrá dicho ‘cuando la maten se la entregan a la madre porque yo se lo prometí’ “. 

Con hablar pausado, Estela expresó: “Estaba destruida, mi marido no quiso que la viera. La velamos a cajón cerrado. Se habrán creído que la familia  quedaba destruida, se equivocaron. ¿Qué madre olvida? ¿Qué abuela no busca? En la tumba de Laura tomé fuerza para seguir luchando por los 30 mil compañeros desaparecidos y para buscar a su hijo”, dijo Estela, y la sala estalló en un aplauso. Entonces agregó: “no es ningún acto heroico de una mujer distinta, sino de una madre. Cuando dicen ‘olviden, perdonen, eso ya pasó’, creo que son palabras vacías. Es Laura la que tiene que perdonar. Olvidar, jamás”.

“En pocos días mi nieto Guido cumple 36 años”

Sobre el embarazo de su hija, recordó que en 1985 “con autorización del juez Hortel pude pedir la exhumación de Laura. Con el incipiente Equipo Argentino de Antropología Forense, bajo tutela de Clyde Snow, quien acompañó también la creación del Banco Nacional de Datos Genéticos, quedó documentado que Laura fue asesinada, que se ha defendido, que le quebraron un brazo, que le dispararon en la espalda a 30 cm de distancia, que las balas entraron en su cabeza y que la pelvis tiene marquitas porque tuvo un niño en esos huesos”. En esa oportunidad Clyde Snow la llamó aparte y le dijo: “Estela, eres abuela”.

En su declaración, la madre de Laura contó cómo otros testigos le contaron que su hija había tenido un varón. En 1980, a partir de un viaje a San Pablo (Brasil) para entregar información al Papa sobre la búsqueda de bebés robados, Estela conoció a Alcira Ríos y su marido, que habían estado en cautiverio con Laura, pero la conocían bajo el apodo de Rita. “Habían sido testigos del relato de nacimiento del hijo varón que les hizo mi hija, con fecha aproximada del 26 de junio de 1978. En pocos días mi nieto Guido cumple 36 años”, dijo Estela conmovida.

“Trabajamos con la Justicia. Confiamos en la Justicia, esperamos los tiempos de la Justicia que a veces son muy injustos. No es fácil para mí estar hoy acá. Estoy acostumbrada a luchar pero esto significa remover lo mío, mi historia. Tengo 13 nietos más pero me falta Guido. Soy católica. Y a lo mejor algo de mis palabras puede llegar al corazón de los que están siendo juzgados. Espero que mi fe se transmita para ablandarles el corazón. Les pido: tengan el valor de decir dónde están nuestros nietos. Tenemos poco tiempo”, advirtió. Muy cerca, Etchecolatz sostenía entre sus manos lápiz y papel, inmutable.

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