La obra de teatro se basa en el edicto 2H, sobre “escándalo público”. Lo usaba la Brigada de Moralidad de la Policía Federal para perseguir a los hombres que “caminaran, miraran o hablaran raro”. En definitiva: la persecución constante a los homosexuales. “La idea fue no ceñirse a postales de una época”, dice el autor, Alejandro Modarelli.
Hubo años en que la Brigada de Moralidad de la Policía Federal perseguía a los hombres que caminaran, miraran o hablaran raro. ¿Raro para quién? Los edictos policiales sancionaban a aquellos que públicamente incitaran u ofrecieran actos carnales. “Ese famoso edicto era el inciso segundo H, por escándalo público, y se utilizaba contra los gays, a falta de leyes específicas del Código Penal. No dejaba de ser una contravención, pero al repetirse -el meneo de las locas en las calles era ya de por sí una revuelta contra el orden- podía provocar que el cazado terminase preso en Devoto por un mes o a veces más”, dijo a Infojus Noticias Alejandro Modarelli autor del guion de Flores sobre el orín. La obra, que muestra la persecución constante a los homosexuales, está auspiciada por la Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia y DDHH de la Nación.
En Flores sobre el orín se retratan los abusos de un edicto ya de por sí abusivo, porque establecer quién estaba sugiriendo sexo era una tarea por los menos arbitraria.Modarelli explica: “La idea fue no ceñirse a postales de una época, sino crear entre los más de diez personajes nudos impensables, amores infames, como el del policía de la Brigada de Moralidad expulsado de la fuerza y aquella que se te autodenominaba ‘Lissette, reina de las teteras’, un artista frustrado, en ocasiones autoritario, pero que en aquellos tiempos de catacumbas sociales no eran impensados. Esa transversalidad deseante, que puede producir cierto rechazo -amor entre verdugo y víctima- a mí me parecía interesante mantenerla, porque la obra no está contada desde la corrección ideológica, sino desde la intensidad pre-ideológica de los vencidos”.
La obra de teatro, dirigida por Jesús Gómez, transcurre en medio del éxtasis del Mundial '78. No es drama, tragedia ni comedia: el sexo rápido en los baños y la ceguera mundialista corren a la par de las luces, el montaje y la disposición del espacio. Es una fiesta en la que Rafaela Carrá canta que hay que venir al sur pero después de los pelucones llegan los palos y las vejaciones. El macho necesita demostrarle a los otros lo macho que es, por eso le pega a los que se entregan al placer.
En una entrevista de 1982, el entonces jefe de la División de Moralidad de la Policía Federal, comisario Carlos Alberto Golemme, señalaba que las Brigadas de Moralidad buscaban transgresores del edicto 2H y los identificaba como los “homosexuales que cumplen la función de pasivos y pagan a un taxi boy” teniendo en cuenta que “en las relaciones con su mismo sexo quien desempeña el rol activo no es homosexual”. Para el caso de las mujeres, Golemme decía que siempre “se castiga a quien cobra y no a quien paga”.
“Lo importante es que las nuevas generaciones tomen conciencia de una lucha que duró décadas para que las calles de la democracia nos admitieran, un poco a regañadientes; sin miedo a ser chantajeados, detenidos, golpeados. Los edictos policiales continuaron su infausta existencia hasta 1998. Y hay que dar testimonio de que fueron las personas travestis quienes se llevaron la peor parte”, contó Modarelli, que es autor junto a Flavio Rapisardi de “Fiestas, baños y exilios”, un libro que reúne los testimonios de la resistencia de los gays porteños durante la última dictadura.
El manifiesto “Sexo y revolución”, que el Frente de Liberación Homosexual difundió en 1973, llamaba a unir las fuerzas de todas las sexualidades para una sociedad con posibilidades igualitarias. Entrada la dictadura algunos de los integrantes del Frente se quedaron más allá de la represión y otros se exiliaron, entre ellos Héctor Anabitarte, que el año pasado volvió a la Argentina para la celebración de los 40 años de la publicación del manifiesto, en un acto organizado por la Secretaría de Derechos Humanos.
Anabitarte aparece en Flores sobre el orín como un puente con el exilio. “Son tantos los testimonios que uno recuerda, los cuentos de las locas mayores. La historia es de sobrevivientes, podría caber en algo así como La historia universal de la infamia, pero la infamia en los perdedores se vuelve no abyección, sino a menudo flores de vida, poder y voluntad que crecen sobre el detritus”, dijo Modarelli.
La obra se presenta los sábados a las 23.30 horas en el teatro Payró, San Martín 766.