Gabriela Cabezón Cámara publicó “Beya. Le viste la cara a Dios”, un libro dedicado a Marita Verón, la joven secuestrada y desaparecida desde 2002 por una red de trata. "Hay personas que podrían estar vivas si todos las salváramos como sociedad”, dice en esta entrevista.
Cuando la intensidad se hizo insoportable, Gabriela Cabezón Cámara se entregó a los endecasílabos para poder soportarlo. La métrica, como una excusa musical, hizo más liviano narrar la tortura física y mental de una chica a la que despojan de todo y encierran en un cuarto para que se prostituya. Eso fue “Beya. Le viste la cara a Dios”: un libro dedicado a Marita Verón, la joven secuestrada y desaparecida desde 2002 por las redes de trata.
Cuando era chica Cabezón Cámara descubrió que leer era una estrategia para estar acompañada. “La infancia es como un vivir en un pueblo, porque no podes charlar con toda la gente que te interesa conocer”, dijo a Infojus Noticias. Ahí nació su romance con la literatura: “Fue la posibilidad de estar y compartir el tiempo con escritores que me volaban la cabeza, de conocer personas que hablaban lo que me interesaba más allá de la edad que tenía”.
Con el tiempo esa relación íntima con las letras se volvió un vínculo con los demás: una expresión cómplice de las batallas simbólicas y culturales que la ubicó al lado del desprotegido. “De los reventados”, prefiere decir Cabezón Cámara.
La autora de La virgen Cabeza, Beya y Romance de la Negra Rubia (Eterna Cadencia) habló con Infojus Noticias:
-¿Qué te atrapó del caso Marita Verón?
-A veces miramos películas de esclavos y decimos ‘qué barbaridad, cómo pudo haber pasado esto’. A veces leemos el “Nunca más” y también nos sorprendemos de la violencia. Pero esas cosas también están pasando ahora y podemos hacer algo. Hay personas que podrían estar vivas si todos las salváramos como sociedad. Pero son obvias algunas complicidades entre la policía, los jueces y los empresarios que hacen caja con eso. Cuando me metí con el caso leí mucho las coberturas de periodistas que respeto como Mariana Carbajal, Sibila Camps, Marta Dillon y últimamente el trabajo de Soledad Vallejos. También sigo lo que Fundación María de los Ángeles cuelga en su página web.
-¿La violencia de género te interesa particularmente?
-No me conmueve más la violencia hacia la mujer que la violencia a los pibes chorros o a los niños. Me molesta que de la forma que está construida la Historia: a veces la relación de fuerzas hace que uno reviente al otro porque puede. En esa instancia siempre voy a estar del lugar del reventado. Sea hombre, mujer, travesti o marciano. Y me da un odio feroz y mucha bronca, pero escribirlo me deja circular por el mundo. Creo de todas las violencias la que más me molesta es la que hay hacia los niños, y a esa la perpetran tanto hombres como mujeres.
-Después de leer tanto sobre el tema ¿Cómo pensás que se puede combatir la trata de personas?
-No podría opinar como especialista, pero lo que se me ocurre después de investigar un caso es que se necesita una decisión política fuertísima en todo el país, que esté dispuesta a enfrentarse con los ejecutivos, la policía y la corrupción. El lugar donde están los prostíbulos es algo que se sabe, porque los papelitos están pegados por todas partes. Imagino que no debe ser fácil y me parece importante terminar con la cultura violenta que ve a las mujeres como cosas.
-¿Te parece que hay mujeres que eligen la prostitución?
-Imagino que si te dan a elegir entre irte a estudiar Columbia, tener un abanico de posibilidades económicas, o ser puta, seguramente se elige otra cosa que ser puta. Me parece raro que alguien elija directamente la prostitución. Salvo que también llamemos prostitución a los matrimonios arreglados, pero eso está en otra dimensión. Por ejemplo, en la aristocracia europea son casi todos prostitutos con matrimonios arreglados. No creo que sea una vocación al estilo de “cuando sea grande quiero ser puta”.
-¿Crees que el cliente debe ser penado?
-En alguna medida sí, pero no creo que sea el principal responsable de que exista la trata. Salvando las distancias me parece como echarle la culpa a un consumidor de droga de los asesinatos de Pablo Escobar Gaviria. Quizás pueda penarse para que sea una vergüenza ir a un prostíbulo. Creo que un cliente no es igual de criminal que un tratante, un juez o un policía cómplice. Pero creo que necesitamos educar que las mujeres no son cosas. Desde el colegio se tendría que enseñar a que todos puedan elegir más libremente sin violencia, porque al final el patriarcado también afecta a los varones cuando se transforman en monstruos golpeadores. Por supuesto que me da menos pena el monstruo golpeador que la golpeada, pero el patriarcado nos hace mal a todos.
-¿Cómo hacer en el periodismo para comunicar sin generar miedos?
-Difícil, creo que el único modo sería no tener fines de lucro. Cada periodista tiene sus límites éticos funcionando, en la tele por ejemplo me parece muy difícil buscarle la vuelta para que no sea un show pornográfico sostenido y constante. Porque en cuanto lo hace un canal, el otro pierde audiencia. Y hay que pensar que existe una demanda de eso, porque no es que el medio sea el demonio que inventa esa necesidad, es un juego de dos. No tengo, ni tengo planeado, tener televisor, porque lo único que puedo hacer contra eso es no verlo. En los medios gráficos, salvo los súper amarillos, veo un trabajo más decente en comparación con otros latinoamericanos donde se muestra a los descuartizados. Lo que les pasó a los del diario El País, que en su ansiedad por ver a Chávez muerto publicaron la foto de un morocho en un quirófano al que se lo veía muy mal, me pareció horrible: no se publica la foto de alguien en un quirófano, más allá de que sea tu enemigo ideológico.
-“Romance de la Negra Rubia”, ¿también surgió de una noticia?
- Sí, gobernaba la Alianza o no gobernaba nadie, no lo recuerdo, pero era en plena crisis de 2000-2001. Recuerdo una foto en el diario que me impactó: un tipo prendido fuego y dos canas escapándose de él para no quemarse. El hombre en llamas era alguien que protestaba para que no lo desalojaran de su casa. En ese momento lo que me resulto más impactante cuando seguí la noticia fue que los mismos que decidieron desalojar a las familias después de la muerte les dieron casas a las mismas personas. Me imaginé a todos esos los funcionarios que eran un asco, cuando ser ostentosos parecía una moda. Esa imagen se me grabó en la cabeza durante todos estos años y la Negra Rubia tiene algo que ver con eso, con el hecho de prenderse fuego a uno mismo en señal de protesta.
-¿Tus personajes se quedan en el papel o se vuelven parte de tu vida?
-Yo me meto en ellos: son algo que me está pasando cuando los hago. Para intentar otras subjetividades y puntos de vista los personajes me suceden. Y supongo que le pasa a todo el mundo, porque cuando empezás a pensar como el personaje todo el tiempo y te imaginás cómo habla y cómo haría un chiste, de alguna forma viendo al mundo a través de ese personaje.