Las abuelas Estela de Carlotto y Hortensia Ardura escucharon al músico y su banda desde la primera fila y acompañadas de sus familias. "Vamos a intentar poner un granito de arena para recuperar la alegría en este lugar”, dijo Guido Ignacio anoche enel centro cultural Haroldo Conti.
Ignacio Hurban ya había estado por lo menos dos veces ahí, tocando el piano en la sala del Centro Cultural Haroldo Conti de la ex ESMA. Existen sospechas de que Laura Carlotto pudo haber sido llevado ahí durante unos pocos días, después de su desaparición, a fines de noviembre de 1977, antes de ser trasladada a La Cacha. Estaba embarazada de dos meses de ese hombre que descubrió hace también dos meses que era su hijo. El que anoche ofreció un concierto con su banda, rebautizada Ignacio Montoya Carlotto Grupo, ante un escenario colmado de familiares y público.
Ahí estaban sus dos abuelas, Estela de Carlotto y Hortensia Tenchi Ardura de Montoya, resplandecientes y aferradas a sus bastones. Sus tíos Claudia, Kibo y Remo, su mujer Celeste y sus tribus de primos paternos y maternos con hijitos a cuestas. Del otro lado, en el escenario, Ignacio Guido estuvo acompañado de esos que la que considera también su familia íntima: el guitarrista Valentín Reiners, el batero Juan Simón "Colo" Maddío, la clarinetista Ingrid Feniger, la flautista Luz Romero y el contrabajista Nicolás Hailand. Muchos de ellos –y de quienes ocupaban las primeras filas- lo acompañaron en la conferencia de prensa donde el nieto 114 se presentó en sociedad en Abuelas de Plaza de Mayo.
Ayer también hubo una conferencia de prensa, antes del concierto, pero frente al micrófono sólo estuvo Ignacio Guido. Era la primera vez que hacía una rueda con periodistas antes de salir a tocar. No se lo veía nervioso. Dijo que la historia lo había puesto ahí y que hacía lo posible para estar a la altura de la circunstancia. “¿La identidad? “Hoy pienso que es el equilibrio de lo que fui, lo que soy y lo que me gustaría ser. Cómo las circunstancias van transformando mi ser y mi manera de ser, tiene estricta relación con la Memoria”. ¿Crees que tu historia empujó a que el juicio en Olavarría de Monte Peloni se vuelva mediático? “Me parece que le dio visibilidad y que lo puso en primera plana de los diarios. Es interesante que empiece a hablarse en Olavarría, como muchas ciudades del interior que crecieron con la idea de ‘acá no pasó nada’”, de cosas que pensamos que no se iba a hablar nunca y no sé si destapa la olla pero por lo menos la mueve un poco”, dijo.
Eduardo Jozami, director del Conti, fue el maestro de ceremonias: “Él había tocado antes acá, pero ni él ni nosotros sabíamos que era uno de los nietos esperados. Su restitución ratifica lo que significa la lucha de Abuelas de Plaza de Mayo. Que hoy en este lugar toque el nieto aparecido, es un acto de justicia, reparación y solidaridad”, dijo Jozami.
Debajo del saco, Ignacio Guido vestía una remera hecha por sus primas con la leyenda grande de Puño, el apodo de su papá Walmir Oscar Montoya. “Este momento es muy especial para nosotros y vamos a intentar poner un granito de arena para recuperar la alegría en este lugar”, dijo para arrancar. Y advirtió sonriente: “Acá está lo importante para mí”. Desde que se sentó frente al piano –casi de espaldas al público- y de frente al grupo, jugó con el humor. Se lo percibía más relajado que otras veces. El primer tema lo interpretó solo: unas notas delicadas, nocturnas y tristes. Desde las filas de atrás, un vendedor de Hecho en Buenos Aires, que sostenía unas revistas con la tapa de Estela, lo observaba con gravedad.
"Es la música que somos"
Después subió al escenario el “Ignacio Montoya Carlotto Grupo” completo. El pianista y autor no cantó, pero enmarcó cada tema. “Esta canción es un poco triste”. “Que cada uno la interprete como quiera”. “Estas canciones, como Virtud del viento, cuentan los paisajes donde vivo”. “Esta la escribí un día de tormenta”. “Este tema se llama Deja Vu y está dedicado a Celeste, según el arco político: mi esposa, mi señora, mi compañera”. Y en algún momento de la noche contó una anécdota que lo define bastante: “Una vez grabamos una música y cuando la escuchamos, no nos gustaba. Entonces Valentín (Reiners, el guitarrista) dijo: “Es la música que somos”. Y acá estamos. Esto es lo que hay”, dijo Ignacio Guido.
Las letras y la música se mueven por la incertidumbre, la oscuridad, la vacilación, los instantes de crisis, pero también encierran cierta alegría basal. Él mismo reconoció que muchos de esos temas, revisitados hoy, suenan premonitorios. Antes de cantar el tema más conocido desde que apareció, “Para la Memoria”, contó que la escribió días antes de un 24 de marzo. “Fui a ver una muestra donde un fotógrafo retrató la misma escenografía antes y después, con el vacío. Y me conmovió mucho”. Se refería a la muestra “Ausencias” donde Gustavo Germano hizo una serie de retratos por partida doble: una foto de los 70’s con personas que luego desaparecieron, una foto actual donde ya no están. Inspirado en eso, Ignacio Guido escribió: “Camino al sol, que hace la sombra de todo igual / si al estrujar el viento contra un pecho labriego / ya no hay heridas que marquen los brazos de un hombre entero / ni hay canciones que apañen lo que no guarda en el pecho”.
Al final, recordó entre bromas su presentación en el ND Ateneo el 1 de noviembre (las entradas se venden por Platea.net) y se rió: “al final, todo es plata”. Antes de despedirse tocó un tema donde arengó a cantar y a batir palmas, y tuvo unas palabras especiales para los Carlotto y los Montoya: “este concierto está dedicado a las familias, de las que Estela y Hortensia son sus naves insignias”.
Después del recital, las dos mujeres que lo habían observado sonrientes durante todo el concierto, se abrazaron a solas con él. Al salir, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo habló con Infojus Noticias: “Me voy muy feliz porque en este espacio reinó el horror y desde que entramos las organizaciones de derechos humanos, con el impulso de quien lo quiso que fue Néstor Kirchner, lo estamos santificando. Nos costó entrar y pisar por primera vez la tierra de esta ExEsma ensangrentada. Pero como dijo mi hija Laura ‘nuestra muerte no va a ser en vano’. Y acá estamos, este lugar va a ser para la lucha del amor, de la ciencia, de la protección de la juventud y de los nacidos y por nacer”. “A veces, así como hay años enteros de una larga y espesa oscuridad, un minuto de la vida de un hombre es una luz deslumbrante, escribió Haroldo Conti. Quizás anoche Ignacio Guido haya viajado por uno de esos instantes con su música.