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Infojus Noticias

19-10-2013|11:05|Patrimonio Nacionales
Podría ser restaurada y reconvertida en un museo y centro cultural

La confitería "El Molino" espera su salvataje

Desde su cierre en 1997 el edificio quedó rodeado de varias disputas: hay una sucesión entre los herederos del fundador, una deuda fiscal y un reclamo de indemnización de los empleados tras la presentación de quiebra. Declarada monumento histórico por su valor cultural, una ley podría rescatarla del completo deterioro.

Por: Matías Máximo

En la década del ’20, Carlos Gardel le encargó un postre al dueño de la confitería “El Molino”. Quería sorprender a su amigo Irineo “El pulpo” Leguisamo, un jockey uruguayo considerado el más importante de la hípica Sudamericana. Así nació “El leguisamo”: una combinación de bizcochuelo, hojaldre, merengue, marron glacé y crema imperial con almendras. Por la misma época, la leyenda dice que Niní Marshall, Libertad Lamarque y Eva Perón tomaban el té con masitas secas, aunque ninguna compartía su mesa con la otra. El Molino cerró en 1997 y desde ese mismo año el edificio fue declarado monumento histórico nacional por ley del Congreso Nacional. Ahora, esos salones míticos esperan que se apruebe un proyecto de ley para frenar su deterioro.

La historia de la confitería El Molino es la clásica del inmigrante europeo de entreguerras que a fuerza de trabajo consiguió prosperar en Argentina a principios del Siglo XX en Argentina. En 1915 el italiano Cayetano Brenna quiso ampliar su pastelería e invertir para no pasar desapercibido. Para ello, en sociedad con la familia Roccatagliata (dueños de la también histórica villa del barrio de Coghlan), contrataron a Francisco Gianotti, que fusionó tres edificios en menos de un año para lograr la estructura actual.

Gianotti recurrió a una tecnología especial para que en el tiempo de construcción uno de los edificios continuara con la atención al público. Usó piezas premoldeadas de hormigón e hizo traer de Italia 150 metros cuadrados de vitrales, además de mármoles, bajorrelieves de bronce, cerámica de oro y una réplica de juego de aspas de molino en herrería que, junto con la cúpula y torre aguja de lo distinguen. La apertura de “El Molino” fue en 1917 y el edificio es un testimonio de la tendencia art noveau de moda en su época principios de siglo XX.

Desde su cierre, el edificio quedó rodeado de varias disputas: hay una sucesión entre los herederos de Brenna, una deuda fiscal y un reclamo de indemnización de los empleados tras la presentación de quiebre. Además, algunos vecinos aseguran que hay “ocupas” viviendo ilegalmente en los pisos altos del edificio.

Después de varios proyectos de puesta en valor, el que avanzó con más fuerza y unificó a otros fue el del diputado Samuel Cabanchik, que obtuvo media sanción y espera resolución de Diputados para concretar la expropiación. Este Proyecto fue aprobado por varias comisiones y ahora está siendo analizado en la de Asuntos Constitucionales.

Entre sus artículos, el proyecto plantea que una vez expropiado “el Poder Ejecutivo Nacional transferirá sin cargo al patrimonio del Congreso de la Nación el inmueble”. Una vez transferido, sería dispuesto de la siguiente forma: “El subsuelo y la planta baja deberán ser concesionados para su utilización como confitería, restaurante, local de elaboración de productos de panadería, pastelería o cualquier otro uso afín a dichas actividades.

El resto del edificio deberá consagrarse a un museo dedicado a la historia de la confitería y a un  centro cultural a denominarse “De las Aspas”, dedicado a difundir y exhibir la obra de artistas jóvenes argentinos.

Intervención situacionista

Todos los martes a las 19hs, los alumnos inscriptos en la Cátedra Martín Marcos de primer año de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires asisten  las aulas. Pero en reclamo de la valoración del patrimonio, la Cátedra trasladó el escenario de la universidad a la puerta de la Confitería del Molino

 “Esa ninfa que ven ahí, fue diseñada y fundida en Milán en 1916, viajó en un barco para que el arquitecto italiano Francisco Gianotti la colocara en el frente de este edificio, la marquesina metálica que está sobre nosotros también tiene un trabajo exquisito”, dijo por altoparlante el arquitecto Marcos, titular de Introducción a la Arquitectura Contemporánea.

Cada alumno tenía asignada una letra, y cuando Marcos terminó la clase comenzaron a desplegarse para formar proclamas: Salvemos al molino, participación es acción, demoler es desaparecer. Después, sacaron las tazas de café y las unieron con alambres al entramado que protege la construcción.

“¡Es una intervención situacionista!”, alentó Marcos a sus alumnos, “¡como los candados aferrados en el puente de los enamorados del río Sena!”.   

Entre los vecinos que se acercaron a la clase abierta, una señora se acercó a Martín y le mostró la foto del día que sus padres se casaron. “¡Salvemos al Molino!”, coreó la centena de personas que se movilizó hasta la esquina de Callao y Rivadavia, frente al Congreso de la Nación.

Fabián Stecco es miembro de “Para que se restaure la Confitería El molino”, un grupo organizado que este año llegó a las 5000 firmas en apoyo a la puesta en valor del lugar. “Hay dos proyectos con media sanción y dos posturas”, dijo a Infojus Noticias Stecco, “el de Diputados es de Roy Cortina y el del Senado de Cavanchik”.

Otra organización, la “Junta de Vecinos Históricos de Balvanera”, también reclama que se apruebe un proyecto. “Durante muchos años las leyes se trataban acá tomando unos copetines y después se cruzaba al Congreso para levantar la mano y aprobarlos”, dijo Mario de Almeida, abogado y miembro de la Junta.

“Hace años que esperamos que se resuelvan los conflictos familiares y fiscales para que el Estado avance en un lugar que es parte de todos, todos estamos de acuerdo en que es una pena verlo así”, contó de Almeida.   

"Su estructura se deteriora por la falta de mantenimiento, además está plagado de ratas murciélagos y palomas, así que esperamos recuperar y restaurar rápido este patrimonio de los porteños y el mundo”, dijo el profesor Marcos, para cerrar su clase de Arquitectura Moderna.

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