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Infojus Noticias

2-4-2015|13:00|Malvinas Nacionales
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La historia de una de las familias que hizo soberanía en las Islas

“Malvinas empezó como empresa y terminó siendo un negocio del alma”

Lo dice Marcelo Vernet, tataranieto de Luis Vernet, que empezó a viajar a las islas en 1823 con fines comerciales y seis años después terminó siendo el primer comandante político y militar de las Islas Malvinas. Marcelo trabaja en Cancillería y en cuatro ocasiones peticionó ante el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas. Más allá de su mapa familiar, de su isla personal, Malvinas lo atraviesa como a cualquier argentino.

  • Fotos: Mariano Armagno
Por: Bárbara Reinhold

De chico sabía que su historia familiar estaba cruzada por la de unas islas. Quizás luchaba contra los piratas en sus juegos, esos que tenían parches, garfios y patas de palo. Para él, en la década de 1960, las islas se parecían a lo que describía el autor de “Peter Pan”, James Matthew Barrie, en el país de Nunca Jamás, o a la “Isla del Tesoro”, de Robert Louis Stevenson. Pero había otras islas. Esas que escuchaba en las mesas familiares, que leía en los manuales del colegio o en la revista Billiken, y a las que estaba unido por un hilo de sangre. Se trataba de su propia isla del tesoro: las Malvinas. Marcelo Vernet, escritor y consultor en la Secretaría de Asuntos Relativos a Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los Espacios Marítimos Circundantes, fue ese chico.

Casi de casualidad, a los nueve años, se encontró con el libro “Redención de la soberanía”, de Antonio Montarcé Lastra. La primera parte no la entendió mucho, así que la pasó por alto hasta llegar a algo que sí le llamaba la atención: el diario de su tatarabuela María Sáez de Vernet, que escribió entre 1829 y 1830, esposa de Luis Vernet, primer comandante político y militar de las Islas Malvinas.

“Me apasionó y me metió en un mundo, medio de fantasía de esas islas, que se encarnaba en historias muy cotidianas. Fue una influencia para abordar por ese lado el tema, porque lo que más trabajé como escritor e investigando fue el costado más humano de Malvinas”, cuenta Marcelo Vernet a Infojus Noticias, sentado en el patio de la Cancillería argentina.

Luis Vernet había nacido en Hamburgo, Alemania, en 1792. A los quince años la empresa familiar, dedicada al comercio, lo envió a Filadelfia, Estados Unidos, para que aprendiera el oficio. Poco a poco se fue especializando en el rubro de los cueros y las carnes. Recorrió Portugal y Brasil, pero finalmente ancló en Buenos Aires, en donde podía desarrollar su actividad comercial. Allí conoció a María Sáez, su esposa, que nació en la entonces Banda Oriental, en 1800. Su vínculo con Malvinas comenzó con fines empresariales, hacia 1823, porque significaba un buen negocio para explotar. Marcelo Vernet explica que había una buena cantidad de ganado cimarrón, además de las actividades pesqueras y la caza de anfibios. Por esta razón, decidió asociarse con el criollo Jorge Pacheco, quien consiguió las licencias para usufructuar el ganado salvaje en Malvinas. Así inauguró su aventura por la isla del tesoro.

A partir de 1826, Luis Vernet comenzó a viajar con mayor frecuencia al archipiélago y para 1828 estaba completamente involucrado. Ese año Manuel Dorrego firmó un decreto mediante el cual le entregaba tierras a cambio de que formara una colonia. Finalmente, en 1829 fue nombrado comandante político y militar de las Islas Malvinas, de modo que tuvo que mudarse al sur del mapa junto a su familia. “Se fue con su mujer, María, de 29 años y tres hijos. La más chiquita era Sofía, que no caminaba y aprendió a dar sus primeros pasos en Malvinas. Además, María estaba embarazada de dos meses de Matilde, o Malvina, como la llamaron siempre por haber nacido en las islas. Esos fueron de los primeros actos de soberanía, porque una criollita nuestra aprendió a caminar en esas tierras y una criolla como María dio a luz allí”, dice Marcelo Vernet.

El proyecto estuvo forjado en el trabajo: en las pesquerías, en la hacienda, en la producción de leche y manteca. El pueblo tenía un componente muy heterogéneo: había criollos de diversas provincias, alemanes, escoceses, italianos, genoveses y franceses. “En ese proceso, estuvo la locura de Vernet y la visión política y estratégica del Estado, sino no se explica. Tendemos a enchufar héroes para todo y los héroes son colectivos, esto no era una empresa de Vernet, era del Estado argentino, lo que implicó voluntad política. Y también estuvo él y todos los que lo acompañaron en esa aventura. Creo que lo que empezó como una empresa, terminó siendo un negocio del alma”, cuenta.

La invasión

En 1831, Vernet tomó tres goletas estadounidenses que habían incumplido la normativa vigente respecto a la pesca y con una de ellas se fue hacia Buenos Aires para dar cuenta de la situación. Por este hecho a Vernet lo acusaron de piratería, pero no aquellos que su tataranieto leería en sus cuentos de fantasía. En respuesta a esto, el gobierno de Estados Unidos envió a las islas a la fragata Lexington que devastó lo que hasta entonces se había conseguido en la colonia malvinense. Si bien los norteamericanos tuvieron que retirarse, este fue un desencadenante para la posterior ocupación por parte de Gran Bretaña en 1833.

“Después de la usurpación inglesa Vernet le mandó una carta a Simón, que era el capataz y que aún estaba en Malvinas, con algunas recomendaciones. Hay una frase que me impacto: 'Créame, en ningún lado me siento como en Malvinas'. Y yo le creo, él se involucró en Malvinas”, afirma Marcelo, como quien sabe lo que sintió un afecto cercano. A partir de entonces, los ingleses le prohibieron volver a las islas. Así se empezó a desarmar el mapa de la historia de la isla del tesoro de esta familia, que se cruza con la de todos los argentinos.

En cuatro ocasiones Marcelo Vernet peticionó ante el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas. En 2012, a treinta años de la guerra en Malvinas, usó el diario que encontró cuando era chico, a partir del que reconstruyó la historia del pueblo de su tatarabuela. Su parte preferida es aquella en la que cuenta la asunción de Luis Vernet como comandante político y militar. Era un día de sol en la que los habitantes se reunieron, izaron la bandera y gritaron “¡Viva la patria!”, con las cintas celestes y blancas que María Sáez había repartido. “Me mueve muchas cosas ese fragmento. Una de ellas es que la asunción fue el 30 de agosto, día de Santa Rosa. No creo que Vernet lo haya elegido, pero quiso el destino que fuera el Día de la Patrona de América Latina. Es como un signo de que Malvinas nace amparada por América, que hoy cifra su destino en la unión sudamericana. Eso me hace soñar un poco”, dice, entusiasmado.

El mapa empezó a recuperar algunos pedazos. Para él la gran innovación de la Secretaría de Asuntos Relativos a Malvinas, en donde trabaja, es vincular el conocimiento y la investigación a la cuestión de las islas. “Es una pequeña bisagra, porque es una de las formas de fortalecernos y de tener claridad política. Lleva a materializar el territorio y a amarlo. Creo que tarde o temprano es absolutamente imposible que siga la prepotencia de Gran Bretaña”, considera.   

Marcelo Vernet dice que más allá de su mapa familiar, de su isla personal, Malvinas lo atraviesa como a cualquier argentino, con una mezcla de dolor, pasión y esperanza. Pero confía en que si se persiste en la acumulación de poder político, de alianzas y de fortaleza interna, es cuestión de tiempo el inicio de las negociaciones: “Hoy el objetivo es que aparezca el conflicto sobre la mesa, que aparezca la otra parte que es el león imperial británico y no la oveja kelper. Este es el camino. No es imposible. Tiene que ver con una patria completa o incompleta. No solo por lo territorial. Se trata del corazón de esta patria”. 

BR/RA

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