A 43 años de la masacre se recuerda la pericia científica que colaboró con la causa judicial que condenó a prisión perpetua a los ex capitanes de fragata por el fusilamiento de militantes de izquierda en 1972.
El 15 de agosto del año 2012 el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia resolvió condenar por este caso a prisión perpetua a Emilio Del Real, Luis Sosa y Carlos Marandino como autores de los 16 homicidios y tres tentativas, hecho ocurrido el 22 de agosto de 1972, en la Base Almirante Zar de Trelew. Rodolfo Pregliasco fue el físico encargado de realizar la pericia del lugar y ratificó la falsedad de las versiones con las que la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse pretendió encubrir el fusilamiento de los presos políticos hace poco más de 40 años.
La física forense aplica los métodos de la investigación para desarrollar técnicas de aplicación judicial. En las últimas décadas esta ciencia comenzó a vincularse muy de cerca con la justicia con el objetivo de esclarecer casos de violaciones de derechos humanos. Esto surgió como respuesta a una problemática concreta: los jueces necesitaban de las pericias científicas para elaborar sus fallos. El caso de Trelew no fue la excepción.
Entre 1971 y 1973, los militares capturaron a militantes del Ejército Revolucionario del Pueblo, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y de Montoneros. Después de ser encerrados y convertidos en presos políticos, un grupo de los afectados ideó un plan de fuga que consistía en el escape del penal de Rawson de cien reclusos de estas tres organizaciones. Pretendían hacerlo en un avión reclutado previamente, pero el plan no resultó exitoso, y si bien tres militantes, los cabecillas, pudieron escapar a Chile por este medio, los que no llegaron a abordarlo fueron encerrados en la Base Almirante Zar, de Trelew. Perdieron su vida una semana después, más precisamente a las 3.30 del 22 de agosto, cuando el capitán Sosa, seguido por el capitán Herrera y los tenientes Roberto Bravo y Del Real, hizo sacar inesperadamente a los rehenes de sus celdas y comenzó a disparar. Sólo sobrevivieron-gravemente heridas- tres personas. Se justificó el hecho diciendo que había sido un nuevo intento de fuga.
El juez federal subrogante de Rawson, Hugo Sastre, no eligió azarosamente a Pregliasco para este caso. Estaba al tanto de que en conjunto con un grupo de físicos del Centro Atómico Bariloche realizaban análisis de paredes, y quería aplicar esta pericia en la base militar. Hasta el momento, los elementos que se tenían para elaborar un fallo eran sólo un puñado de testimonios de militares de la época, pero no contaban con pruebas físicas contundentes.
Detrás de las paredes
La investigación se inició sobre la hipótesis de que en las paredes de la base aún podían rastrearse restos de proyectiles, por lo que se realizó una gammagrafía, una técnica que usa rayos gama provenientes de una fuente radioactiva para de hallar metal en estructuras de hormigón. Se trata de una herramienta muy utilizada para rastrear residuos metálicos provocados por proyectiles. El estudio demostró que en el muro donde fueron fusilados los militantes no se encontró alojada ninguna bala, lo que sugiere que los militares se encargaron de refaccionar de manera efectiva esa pared. “Las huellas de los disparos fueron borradas deliberadamente, pero la manera en que lo hicieron nos indica la zona en que efectivamente estaban”, explicó Pregliasco.
Reconstruir el espacio
Otro de los trabajos encomendados al grupo fue la reconstrucción del espacio tal como estaba en ese entonces a fin de que los implicados en la causa pudieran declarar sobre estos planos. Con la información obtenida, Pregliasco y su equipo, lograron dar cuenta exacta de las dimensiones de la Base, lo que les permitió determinar el lugar preciso donde debían estar los detenidos, los guardias y la orientación de los disparos.
“Como resultado de medir las irregularidades del techo y las paredes de la sala principal pudimos hacer un plano de las celdas y concluimos que en 1972 eran de 2m x 2.80 m. Actualmente dos de ellas funcionan como depósitos. En la reconstrucción puede verse también que entre los calabozos había un pasillo de 1.50 m de ancho en donde las bocas de luz quedan exactamente en el centro de las celdas”, detalló Pregliasco. Se procedió además a sacar capa por capa la pintura lo que sirvió para determinar los distintos arreglos realizados de ese tiempo hasta la actualidad. Pregliasco concluyó que la pared en cuestión fue picada y revocada a la altura del metro sesenta en la época en que aconteció la muerte de los presos políticos.
“Nos parece importante porque es una aproximación técnica a lo que declararon tanto los sobrevivientes en posterioridad a los hechos, como algunos marinos que participaron de la reconstrucción. Esto viene a dar la apoyatura científica a los dichos y es coherente con el abundante plexo probatorio que confirma cómo sucedieron los hechos, distinto a lo que sostienen las defensas”, expresó el físico.
Las fotos
Por último, los peritos se abocaron a estudiar las fotos sacadas por la revista Así, que pocas horas después de la masacre ingresó al lugar y fotografió la escena. Si bien las tomas no están hechas en dirección de los calabozos, muestran el lado opuesto, lugar en el que puede verse las tres marcas de disparos que según el medio serían “los orificios producidos por los disparos de Pujadas cuando intentó darse a la fuga”. Sirviéndose de esa imagen Pregliasco pudo determinar la dirección y la distancia desde donde debieron haberse hecho y determinó que el militante nunca pudo haber disparado desde el lugar que los marinos declaraban que lo había hecho.
Las víctimas
Fueron asesinados Rubén Pedro Bonet, Jorge Alejandro Ulla, Humberto Segundo Suárez, José Ricardo Mena, Humberto Adrián Toschi, Miguel Angel Polti, Mario Emilio Delfino, Alberto Carlos Del Rey, Eduardo Campello, Clarisa Rosa Lea Place, Ana María Villarreal de Santucho, Carlos Heriberto Astudillo, Alfredo Elías Kohon, María Angélica Sabelli, Mariano Pujadas y Susana Lesgart.
En el caso de Antonia Berger, Alberto Miguel Camps y Ricardo René Haidar no lograron el resultado de muerte, ya que fueron heridos gravemente y actualmente están desaparecidos en hechos posteriores al relatado.
La investigación a la cabeza
Entre los renombrados trabajos que realizó el grupo de Pregliasco se encuentra la detección mediante el análisis del eco de los disparos, de cómo mataron a Teresa Rodríguez, una empleada doméstica de 24 años que murió durante la represión de la pueblada de Cutral-Có, en abril de 1997. Esta técnica también se usó en el caso de la Masacre de Avellaneda para determinar de dónde salió la bala que mató al militante social Maximiliano Kosteki. La colaboración se extendió además hasta la causa de Miguel Bru y los incidentes de la crisis del 2001.
LN/AF/PW