La escritora franco-vasca Gabrielle Etchebarne presentó “Tras los pasos de los desaparecidos en Argentina”. Acompañado de un documental, el libro reconstruye los años que la autora compartió con Alice Domon y Léonie Duquet trabajando en Morón, apoyada en cartas y entrevistas.
Las monjas francesas Alice “Cathy” Domon y Léonie Duquet fueron secuestradas entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977. En un primer operativo se llevaron a Alice junto a un grupo de familiares de desaparecidos en la puerta de la Iglesia Santa Cruz de San Cristóbal. Dos días más tarde, en la capilla San Pablo de Ramos Mejía, fue secuestrada su compañera Leónie. El operativo estuvo a cargo del ex capitán de Fragata Alfredo Astíz. Todos los detenidos, entre los que se encontraba Azucena Villaflor -fundadora de Madres de Plaza de Mayo- fueron llevados a la ESMA. Bajo tortura las obligaron a las hermanas a confesar que habían sido secuestradas por la organización Montoneros.
El 17 de diciembre de 1977 las dos religiosas, junto al resto de los secuestrados, fueron arrojadas vivas al mar en la costa de Santa Teresita. En 2005 los restos de Léonie fueron identificados junto a esqueletos enterrados como NN en el cementerio de General Lavalle. El de Alice sigue sin aparecer. A casi 38 años de la desaparición de las hermanas y organizado por el Colectivo Argentino por la Memoria, la escritora franco-vasca Gabrielle Etchebarne presentó el pasado 11 de junio en la Embajada de Argentina en Francia, “Tras las huellas de los desaparecidos en Argentina”: su libro y el documental homónimo (dirigido por Audrey Hoc).
El libro es un recorrido de 1976 a 1983 haciendo foco en “las monjas francesas”, como se conoció el caso en el resto del mundo. En la obra la autora reconstruye la vida de Léonie y Alice apelando, principalmente, a los recuerdos que guarda desde 1961 a 1968 cuando trabajó en Morón y junto a Léonie y Alice al cuidado de personas con síndrome de Down. “Eran dos mujeres con defectos y cualidades como todo el mundo. No quiero hacer de ellas dos héroes, eran sencillas, trabajadoras, compañeras de vida. El trabajo con los discapacitados y de sus padres era para ellas la oportunidad de vivir momentos muy fuertes con lazos de cariño que nunca desaparecerán”, le dijo a Infojus Noticias Gabrielle Etchebarne.
Para narrar la historia de Alice y Léonie, la escritora acudió a sus archivos personales y a los de la hermana Thérèse Logerot, a las cartas con sus ex compañeras, a una tesis de la filósofa, historiadora y geóloga Diana Viñoles y entrevistas en Argentina con personas que conocieron muy bien a las monjas y la acompañaron en su investigación en Buenos Aires. “Estando en Francia seguimos escribiéndonos unas a otras, de Villa Lugano, Perugorria (Corrientes), de la Casa de la catequesis. Cathy y Léonie me daban noticias sobre la evolución del taller protegido de Morón. La mitad de mi corazón quedó y quedará siempre en Argentina. Volví varias veces y me he quedado uno o dos meses”.
En aquellos viajes reflexionaban sobre las lecciones del Concilio Vaticano II y la Teología de la Liberación, incluso tuvieron encuentros con Paulo Freire y el Padre Jalick con quienes hablaban de justicia y de “opción para los pobres”, modos de pensar que eran mal vistos por los sectores más conservadores de la Iglesia.
El terror y la incertidumbre
Cuando se produjo el golpe militar, en 1976, Gabrielle Etchebarne “sabia del miedo, los secuestros, las torturas y las desapariciones que sufría el pueblo argentino. Sabía del peligro que representaba ser militante, denunciar las injusticias, vivir con los más pobres. Además, sabíamos por Cathy y otras lo que pasaba aún antes de la dictadura de Videla: la represión de la Triple A de López Rega. En Perugorria y en muchos lugares de Argentina hubo torturas y desapariciones”. Ella lo sabía y millones más lo sabían. Cuando secuestraron a “las monjas francesas” Etchebarne vivía en Toulouse, en un barrio que recibía muchos inmigrantes. “A las 7 de la mañana recibí un golpe de teléfono de la hermana Thérèse Logerot, que vivía en París, diciendo que Cathy y Léonie habían desaparecido. Fue una noticia terrible para nosotros”. Y agregó: “Los militares no engañaron a nadie cuando obligaron a Cathy a escribir una carta diciendo que estaban en manos de los Montoneros”.
En Francia Etchebarne participó del Comité de Boycott du Mondial de Football en Argentine (COBA) y tras la desaparición de las monjas, junto a un grupo de militantes de Derechos Humanos, recogió miles de firmas que mandaron a la Embajada Argentina en Paris, a los jefes de la Armada argentina y al presidente francés Valery Giscard d’Estaing. Pero fue en vano ya que todos decían “no saber dónde estaban Cathy y Léonie”.
Cathy y Léonie eran conscientes del peligro que representaba vivir con los pobres, hablar de justicia, democracia y trabajar con las Madres de Plaza de Mayo. “Un padre que conocí muy bien por haber trabajado con él en catequesis -más tarde supe que era un primo de Jorge Rafael Videla y su capellán- me escribió que después de que Cathy desapareció, Léonie fue a verlo diciendo que tenía miedo: esto el día anterior a su secuestro. Yo le había dicho que venga a vivir conmigo, pero no tuvo tiempo de dejar Argentina. Alicia sabía muy bien lo que le esperaba, sus amigos le decían: ‘cuidado Cathy, es peligroso lo que haces’ y ella contestaba: ‘alguien tiene que hacerlo’”, relató la autora.
Para Gabrielle Etchebarne este libro “es un homenaje a todos los argentinos y argentinas que lucharon y dieron su vida por la libertad. En este período de crisis, se oye gente diciendo: ‘Necesitamos una mano de hierro para mejorar la situación social y económica’. Esta manera de pensar me da terror. ¿Cuántos Hitler, Franco, Pinochet, Musolini, Bordaberry necesitamos para comprender que sólo el amor y la solidaridad pueden dar nacimiento a un mundo mejor?”.