Durante las audiencias declararon amigos y compañeros de armas de Walter “Vikingo” Grosse. Todos hablaron maravillas del militar acusado de cometer delitos de lesa humanidad.
Con muy poca gente en la sala donde se desarrolla el juicio por los crímenes cometidos en Monte Peloni comenzaron los testigos solicitados por la defensas. El abogado Gerardo Ibáñez, representante de Walter “Vikingo” Grosse fue el encargado de guiar el interrogatorio de amigos y compañeros de armas del imputado.
María Eugenia Viera fue la primera en pasar por el estrado. Ella es la esposa del coronel Casares, superior de Grosse, y entre el 77 y el 79 vivió en el mismo edificio que la familia Grosse. Ella se refirió al acusado como una “excelente persona” y no ahondó mucho más en su declaración.
Inés Elena Pérez del Cerro después de jurar “por Dios, los Santos Evangelios y la Patria” dijo haber conocido mucho a la familia Grosse. “Como vivía cerca del Regimiento, la pasábamos bien. Nos reuníamos las señoras con los chicos. Mi marido estuvo en la Segunda Guerra, no porque fuera militar, sino porque lo metieron. Él era rumano”.
Ibáñez, abogado defensor que condujo el interrogatorio, hizo especial hincapié en una pregunta que ya le había hecho a la testigo anterior: “¿Recuerda si alguno de los miembros de la familia Grosse tuvo hepatitis?”, Pérez del Cerro contestó: “Sí. Primero fue el chico, Germán; después fue Bubi (Walter Grosse), y después cayó Erica”, recordó.
También declaró el coronel retirado Miguel Ángel Scheurer quien se desempeñó en el cuerpo profesional de Intendencia del Ejército y negó pertenecer a la caballería y al cuerpo comando. Contó que estuvo en 1977 en el Regimiento de Caballería 2 de Olavarría como oficial del Finanzas del Regimiento. Fue entonces que conoció a Grosse y su familia. Dijo recordar que Grosse tuvo hepatitis en esa época y que lo recordaba bien porque “mi señora, en esa época, estaba embarazada y por no tener ese contacto teníamos cuidado. Ella estaba muy avanzada en su embarazo”