Así lo dijo Horacio Tamburini ante el Tribunal Oral Federal 1 de Comodoro Py. Declaró por el asesinato de su hermano, Guillermo, que militó por sus ideas de izquierda en Chile y en Argentina. En el juicio oral se juzga, entre otros, los casos de unos 20 detenidos desaparecidos chilenos durante la dictadura.
Guillermo “Willy” Tamburini se había exiliado en Chile cuando la Triple A lo perseguía por sus ideas de izquierda. Del otro lado de la Cordillera apoyó al gobierno de Salvador Allende y junto a su mujer chilena, María Cecilia Magnet Ferrero, huyeron de la dictadura pinochetista. En Argentina no militaron más, pero estaban en una lista negra y en julio de 1976 fueron asesinados por la dictadura militar. Hace unos días declaró en el juicio del Plan Cóndor su hermano, Horacio Tamburini, ante el Tribunal Oral Federal 1 de Comodoro Py.
En el momento de los asesinatos Guillermo tenía 35 años y su mujer 28, la misma edad que Horacio. El testigo describió a su hermano como un gran deportista. Jugó muchos años al rugby y hacía judo. A principios de los ´70, Guillermo ingresó al profesorado de educación física de San Fernando, pero “el director de ese momento lo identificó como un elemento de izquierda y lo echó”, recordó.
Recuerdos de familia
-¿Recuerda la última vez que lo vio a su hermano?- preguntó el fiscal Pablo Ouviña.
- Perfectamente. Fue en el casamiento de mi padre- respondió Horacio.
El 15 de junio de 1976 Tamburini padre se casó en segundas nupcias con Blanca Castelli. Y se juntó por última vez toda la familia. Guillermo le insistía a Horacio que se fuera del país. “En Viedma no pasaba nada y no éramos conscientes de la represión en Buenos Aires y no queríamos irnos y teníamos un bebé de cuatro meses con mi mujer”, dijo.
Después de los sucesivos allanamientos, el padre vendió la casa de Banfield y compró dos departamentos. Uno para Horacio sobre Balcarce, en San Telmo, y otro para Guillermo en Almagro, sobre la avenida Córdoba al 3300.
Militancia y persecución política
“Nunca fui justicialista ni peronista”, aclaró Horacio, que fue detenido en la dictadura de Juan Carlos Onganía, a principios de los ´70. Su hermano quedó prófugo y se fue a estudiar medicina a Santiago de Chile. Allá militó en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y en la militancia conoció a María Cecilia, que provenía de una familia tradicional chilena. Su padre había sido embajador chileno en Estados Unidos.
“Ni él ni yo tuvimos ninguna causa judicial, como no la tuvo ninguno de los desaparecidos”, agregó Horacio. Cada vez que se refiere al Ejército, el testigo elige adjetivos irónicos para describirlo: glorioso, maravilloso, querido. Desde 1973, Guillermo no militaba. “Estaba decepcionado de la política argentina. Sabía que se venía una nueva dictadura pero nunca tan sangrienta, tan nazi. Nadie se lo imaginó”.
Guillermo volvió a la Argentina huyendo de la dictadura pinochetista junto a su mujer María Cecilia Magnet Ferrero y cientos de chilenos. En Buenos Aires terminó sus estudios de medicina y se especializó como anestesista. El testigo recordó que estuvo detenido dos días por haber ido al funeral de Rodolfo Ortega Peña, un diputado nacional asesinado por la Triple A el 31 de julio de 1974. El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) mandó cartas a todos los que habían sido detenidos ese día y les advirtió que iban a ser perseguidos por el grupo paramilitar liderado por José López Rega.
Una semana después del entierro, la Triple A allanó su casa en Banfield. Uno de la patota se confundió de objetivo y disparó a Jaime Vitale, un médico chileno. Le dieron en la frente, pero sobrevivió. Los hermanos vivían con su padre y con compañeros de militancia de Horacio. Después de ese episodio, todos se fueron de la casa, salvo el padre que vivió ahí unos meses más y sufrió más allanamientos. Como era sordo no escuchaba cuando la patota tocaba el timbre y se despertaba con un fusil en la cabeza.
El día del asesinato
“Mi hermano tenía pensado salir del país pocos días después de que fue secuestrado junto con su mujer, pero la dictadura genocida se lo impidió”, le dijo al tribunal. Todo lo que sabe sobre el operativo en el departamento de la avenida Córdoba, lo sabe por trascendidos. Ningún sobreviviente vio a Guillermo ni a María Cecilia en ningún centro clandestino o lugar de detención.
La familia Tamburini se enteró del operativo porque Ulises Penayo, que vivía provisoriamente en el departamento de Guillermo, le avisó. El padre encontró el departamento destruido, los muebles rotos y con muchos objetos de valor que faltaban. “Cuando fue a la comisaría, el comisario le dijo con tono amenazante que nunca más mencione el caso de Guillermo, sino la próxima víctima sería él”.
Horacio y su mujer recorrieron en unas horas los mil kilómetros que separan Viedma de Buenos Aires. “No teníamos conciencia de que nos buscaban a nosotros también y nos quedamos a dormir en la casa de mis suegros”, agregó el testigo. Días después con la decisión de abandonar el país, Horacio quiso ir a su antiguo lugar de trabajo, el Hospital Muñiz, para obtener algún certificado de que había trabajado ahí. Antes de entrevistarse con el director, un compañero le advirtió que desde hacía meses dos personas de civil se mezclaban entre el personal y que lo estaban buscando. Esta misma persona le contó que un paciente había sido testigo del asesinato de Guillermo. Hasta ese momento Horacio creía que su hermano estaba secuestrado, no muerto.
Según Horacio, su hermano pudo deshacerse unos segundos de los custodios que lo tenían atado y gritar: “Soy Guillermo Tamburini, me dicen Willy, soy médico y me lleva el Ejército´. Inmediatamente lo ametrallaron”. Nunca más supieron de él.