Valeria Gutiérrez Acuña conoció su verdadera identidad en febrero. Hoy declaró ante el Tribunal que juzga las apropiaciones de los bebés nacidos en la maternidad clandestina de Campo de Mayo. También declararon sus tíos.
Esta mañana, cuando Valeria Gutiérrez Acuña se sentó frente a los jueces del Tribunal Oral en lo Federal Nª 6, dijo su nombre completo pero aclaró que en el DNI todavía figura como Valeria Fernández. Es el nombre que le pusieron los apropiadores y que aún no cambió por el que le habían dado sus padres. Hace pocos meses, en febrero de 2014, conoció su verdadera identidad y supo que es hija de Isabel Liliana Acuña y Oscar Rómulo Gutiérrez- militantes de la JP y Montoneros, secuestrados el 26 de agosto de 1976 en su casa de San Justo. Su madre estaba embarazada de cinco meses.
Hoy, a los 37 años, la nieta 110 dio su testimonio en el juicio donde su caso es uno de los nueve por los que se juzga a dos médicos y una obstetra vinculados a la maternidad clandestina de Campo de Mayo. Valeria fue convocada por la querella de Abuelas de Plaza de Mayo, institución de la que su abuela (Vilma Delinda Sessarego de Gutiérrez) fue una de las fundadoras. En la causa se imputa a Reynaldo Bignone y Santiago Riveros, a los ex médicos militares Norberto Bianco, Eugenio Martín y a la ex partera Luisa Arroche de Sala García.
“Hace dos años, una prima me dijo que mi hermano mayor y yo éramos adoptados”, contó hoy ante el tribunal. Pasó un año desde que supo ese dato hasta que pudo preguntarle a su apropiadora, Irma Maggini, si efectivamente era hija adoptiva. “Mi mamá no me lo negó, me dijo que me habían abandonado al costado de una ruta y que unos compañeros de trabajo de mi papá, que sabían que ya tenía un hijo adoptado, lo llamaron para preguntarle si no quería otra más”, relató.
El apropiador de Valeria fue Rubén Fernández un efectivo de la policía bonaerense que murió en 1987, siendo comisario. Su acta de nacimiento apócrifa dice que nació en Lanús, el 31 de diciembre de 1976, “pero después, hablando con mi mamá supe que me habían llevado el 30”, contó Valeria, que está casada y tiene dos hijas chicas.
De las dudas a Abuelas
En octubre pasado, tres meses después de que su mamá le confirmara que era adoptada, se acercó a la sede de Abuelas. “Me quedé mal por sentir que había sido abandonada y después pensé que podía ser hija de desaparecidos”. Junto a su hermano mayor, hicieron los análisis. A él le dio negativo, sin compatibilidad. A ella, el 5 de febrero le contaron quiénes eran sus padres.
Ese día también sonó el teléfono en la casa de su tío, Juan Aurelio Gutiérrez, uno de los dos hermanos de Oscar. Era Estela de Carlotto. “Me dijo que la hija de Oscar nos había encontrado”, relató el hombre de 61 años. “Estuve llorando tres días seguidos”, confesó. En la audiencia de hoy, debió parar varias a tomar agua y recomponerse de la emoción.
“Lamentablemente, ni usted ni yo vamos a saber el destino de sus hijos”, le dijo Videla
Juan Aurelio también se refirió al recorrido que hicieron sus padres desde que se enteraron del secuestro. Recordó aquella primera denuncia en la comisaría de San Justo y hasta un encuentro que su papá mantuvo con el dictador, Jorge Rafael Videla, en Bolivia.
“Mi padre era boliviano, de una familia muy acomodada de Santa Cruz de la Sierra, y tenía un cargo ad honorem en la embajada local”, relató. Después, explicó: por eso en 1976 se enteró de un viaje de Videla a Bolivia para ver a Banzer y hacia allí viajó él también. En un encuentro privado que tuvieron, Videla le dijo “Lamentablemente, ni usted ni yo vamos a saber el destino de sus hijos”.
Juan Aurelio, que era apenas un año menor que su hermano, contó que los pormenores de la búsqueda familiar, se plasmaron en carpetas y biblioratos. Allí sus padres “escribían día y hora de todo lo que iban haciendo para encontrar a Oscarcito”.
En diciembre de 1976, los Gutiérrez supieron, a través de un policía, que el matrimonio había estado en el subsuelo de la comisaría 4º de San Isidro. Habían sido trasladados junto a otras doce personas, entre ellos Eva y Hugo, la hermana y el cuñado de Isabel, que también estàn desaparecidos desde entonces.
A través de diferentes testimonios se pudo determinar que cuando su embarazo llegó a término, Liliana fue trasladada a otro centro de tortura, en la localidad de San Martín. Allí parió a su beba, de la que fue separada. después, la llevaron al centro clandestino Arsenal Esteban De Luca y, posteriormente, al Regimiento de Mercedes. Ella y el padre de Valeria siguen desaparecidos.
Los indiecitos también pueden ganar
Después fue el turno del otro tío: Rodolfo, el hermano 12 años menor de Oscar. Contó que por su edad –tenía 12 en ese momento- sabía lo que había pasado a través de los relatos de terceros. Resaltó las cualidades de su hermano y su cuñada, y contó una anécdota que conmovió a todos. “Él –por Oscar- siempre me integraba y jugaba conmigo. Yo era chico y tenía soldaditos, del ejército estadounidense. Un día Oscar se acercó a jugar conmigo y vio que yo con ellos “mataba” a los indios. Me preguntó por qué lo hacía, y me dijo: `a veces los indiecitos también pueden ganar”.
Juan Aurelio, el tío de Valeria, hoy contó que en esos 37 años que pasaron desde la mañana en que su hermano y su cuñada fueron secuestrados, dudó varias veces si alguna vez podría encontrar a su sobrino o sobrina. Mientras lo decía, se quedó unos segundos en silencio mirando hacia abajo, hasta que levantó la cabeza: “Pero al final “me encontré con esta hermosa mujer”. Valeria lo miraba, también emocionada, desde la anteúltima fila de la sala de audiencias.