Hace 39 años un operativo conjunto del Ejército y la policía asesinó en Guaymallén a Francisco "Paco" Urondo, responsable de la Regional Cuyo de Montoneros. Militante popular, poeta, periodista y autor del célebre libro "La Patria fusilada", en el que denunció la "Masacre de Trelew" perpetrada por oficiales de la Armada en 1972 agosto de 1972.
La renoleta verde no falló y llegaron a la cita a horario. Paco Urondo estaba al volante y lo acompañaban su mujer Alicia Raboy con la bebé de ambos, Ángela, y una compañera de militancia, René Ahualli, que iba atrás. El operativo conjunto entre el Ejército y la policía había llenado cinco cuadras a la redonda de policías disfrazados de vecinos: “Paco dijo que algo no le gustaba. El error fue volver a pasar”, dijo Ahualli cuando declaró en el juicio. Cuando dieron la vuelta, vieron el Peugeot rojo con su contacto –Rosario Aníbal Torres– sentado en el asiento trasero entre dos personas de civil. La cita estaba “envenenada” y hacía rato que los habían visto.
La huida fue por las calles de Guaymallén: treinta cuadras a toda velocidad. Rodeados, el entonces responsable de la regional cuyo de Montoneros, le pidió a las mujeres que bajaran y huyeran, les mintió y les dijo que se había tomado una pastilla de cianuro. Alicia Raboy pudo dejar a Ángela, de once meses, en brazos de un vecino, antes de ser secuestrada. La llevaron al departamento de Informaciones (D2) y nunca más se supo de ella.
“La compañera (René) escapó entre las balas, y días después llegó herida a Buenos Aires. A Paco le pegaron dos tiros en la cabeza, aunque probablemente ya estaba muerto”, escribió Juan Gelman. A la beba, su familia materna la encontró 20 días más después en la Casa Cuna, luego de haber pasado también por el D2. La adoptó una prima de su madre. Recién a los 20 años conoció su verdadera historia.
El médico Roberto Bringuer, que hizo la autopsia del cuerpo de Paco Urondo, no encontró restos de cianuro. Tampoco lo mataron las balas. Murió por “un cachazo” que le dio el sargento Celustiano Lucero. Ahualli declaró en el juicio: “Yo no vi la pastilla que tomó Paco, muchas veces pensé que él dijo yo las cubro y ustedes vayan. Pensé que quizás ni siquiera tenía la pastilla, después me pregunte que capaz que nos mintió para cubrirnos a nosotros”.
Verdad y Justicia
Once meses duró el juicio que terminó con condenas por el asesinato de Paco Urondo y la desaparición de Alicia Raboy. Se trató de una mega causa. La última parte del juicio se dedicó a la causa Urondo. Entre 2010 y 2011 se debatió en el tribunal Oral en lo Criminal Federal de Mendoza N°1 el asesinato, secuestro y desaparición de 32 personas.
Se trató del primer juicio por delitos de lesa humanidad en la ciudad de Mendoza. Más de doscientas personas contaron a los jueces Juan Antonio González Macías, Héctor Cortés y Alejandro Piña los hechos de los que fueron testigo. Celustiano Lucero, ex cabo primero alias “El Mono” intentó defenderse en la indagatoria el juicio, confesando que fue al coche “donde había quedado el conductor y en una forma sospechosa a mi parecer, estaba recargando su arma, por lo cual le abro la puerta, tirándolo hacia el lado de afuera y en precaución le doy un “cachazo”, es decir un golpe con la culata del arma 9 mm reglamentaria. No recuerdo exactamente por el nerviosismo pero el golpe fue en la parte de atrás de la cabeza”.
Lucero fue condenado por homicidio calificado por alevosía a prisión perpetua. En el fallo del 6 de octubre de 2011 también se condenó a prisión perpetua a Juan Agustín Oyarzabal, que era el segundo jefe del D2 y organizó el operativo que terminó en el asesinato de Urondo y en el secuestro y desaparición de Raboy. A Eduardo Smaha Borzuk le decían “Ruso”, fue reconocido por René Ahualli y estaba también entre los encargados del D2. El último es Luis Alberto Rodríguez Vázquez, “Pájaro Loco”, encargado de Inteligencia del mismo grupo, manejó el auto que persiguió a la renoleta verde.
El militante, poeta y escritor
En mayo de 1976 Paco Urondo recibió la orden de ir a Mendoza a reorganizar la regional de Montoneros diezmada por la dictadura. Un mes después, el 17 de junio de 1976 murió asesinado. Cuando Rodolfo Walsh lo supo, escribió una semblanza del amigo: “Llegaste a los cuarenta años con la pasta de los grandes escritores, que no es más que una forma de mirar y una forma de escuchar, antes de escribir. El problema para un tipo como vos y un tiempo como éste, es que cuando más hondo se mira y más callado se escucha, más se empieza a percibir el sufrimiento de la gente, la miseria, la injusticia, la crueldad de los verdugos. Entonces ya no basta con mirar, ya no basta con escuchar, ya no alcanza con escribir”.
Con una serie de libros que ya formaban una obra, decidió quedarse en el país, a pesar de los contactos, los lectores y los traductores europeos que podían recibirlo. Urondo había conocido la prisión cuando la dictadura de Lanusse lo encerró en Devoto. Fue luego de que allanaran la quinta de Tortuguitas donde estaba junto con su familia a principios de 1973. Con Cámpora, miles de personas hicieron que las rejas de las cárceles se abrieran.
En abril de 1973 escribía, en la cárcel de Villa Devoto, donde compartió celda con los sobrevivientes de Trelew, luego desaparecidos como él: "Los sueños, sueños son; los recuerdos, aquel cuerpo, ese vaso de vino, el amor y las flaquezas del amor, por supuesto, forman parte de la realidad; un disparo en la noche, en la frente de estos hermanos, de estos hijos, aquellos gritos irreales de dolor real de los torturados en el ángelus eterno y siniestro, en una brigada de policía cualquiera, son parte de la memoria, no suponen necesariamente el presente, pero pertenecen a la realidad".
Fue autor de "La patria fusilada", donde denunció la "Masacre de Trelew" perpetrada por oficiales de la Armada el 22 de agosto de 1972. También de "Historia antigua", "Breves", "Del otro lado", "Todo eso", "Al tacto", "Los pasos previos". Había nacido en Santa Fe el 10 de enero de 1930.