Lo había declarado el delegado gremial de Correos, Rubén Pío Soberano, en la etapa de instrucción del juicio que empezó esta mañana en Junín, donde serán juzgados siete represores acusados del secuestro de 24 personas -cuatro de ellas están desaparecidas.
Con más de 200 personas colmando el salón de la Democracia de la Universidad del Noroeste (UNNOBA), los siete represores que participaron directamente en el secuestro y las torturas de 24 personas -cuatro de las cuales nunca volvieron a aparecer- y comenzaron a ser juzgados hoy, eligieron el silencio. “Ninguno declaró, todos dijeron que van a hablar cuando sea el momento”, dijo a Infojus Noticias durante el cuarto intermedio Gabriel Forte, un periodista local. Con la reanudación de la audiencia, se prevé el comienzo de los testimonios sobre el cautiverio de Rubén Pío Soberano, docente, gremialista y dirigente peronista, que fue secuestrado el mismo 24 de marzo.
La audiencia empezó pasadas las diez de la mañana, cuando los jueces Carlos Rozanski, Pablo Vega y Pablo Álvarez del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata leyeron las acusaciones fiscales contra los siete represores, que había hecho la fiscalía federal N° 6 a cargo de Federico Delgado. El coronel (RE) Ángel José Gómez Pola, que estuvo a cargo del Área 131 –geográficamente, el partido de Junín- siguió el debate desde la cárcel de Ezeiza por su estado de salud. Después de negarse a declarar, los jueces le permitieron volver a su celda.
Los seis ex policías que están acusados -Abel Oscar Bracken, Julio Angel Esterlich, Francisco Silvio Manzanares, Miguel Ángel Almirón, Edgardo Mastandrea y el ex médico policial Aldo Antonio Chiacchietta- emularon su discreción, pero permanecieron en la sala. “Es una ciudad conservadora. En estos días entrevisté al hijo de Rubén Pio Soberano, y me contaba que en su grupo de amigos de toda la vida, recién hace tres o cuatro años se enteraron lo que le había pasado cuando era chico, y quién era su padre”, contó el periodista Forte. El caso de Rubén Pío Soberano será el primer en tratarse en el juicio, esta misma tarde.
Secuestrar al Soberano
La esposa y los hijos de Rubén Pio Soberano se sentarán ante los jueces para rememorar el dolor familiar que significó el secuestro de Rubén, que murió hace unos años. El mismo 24 de marzo, en la puerta de la oficina de correos de Junín, un grupo de soldados lo vendaron y lo esposaron. El Capitán del Ejército Olicharriaga –a quien Rubén ya conocía- encabezaba el operativo.
- Te tengo que detener. Los motivos te los vamos a explicar después.
El capitán hizo una pausa y preguntó:
- ¿Vos sos el delegado del correo y de las “62 Organizaciones”?
- Sí.
- Fue.
Ciego, y esposado, lo llevaron caminando hasta la comisaría 1° de Junín. Al mismo tiempo, la patota entró a la fuerza a su casa, revolvió todo y robó libros de arte. En la seccional lo desataron y lo tuvieron unos días. Él mismo contó en la instrucción de la causa: “(a)hí no me dieron de comer, la comida la traía mi familia (...) En estos días no me pude bañar. Para ir al baño llamábamos a la guardia y nos llevaban al baño (…) Para poder dormir nos turnábamos, eran 12 baldosas por 32 baldosas, que serían de 20 por 20”.
En uno de los interrogatorios, Edgardo Mastandrea, que durante la democracia asesoraba partidos de centro izquierda como “especialista en Seguridad”, le hizo perder un diente: “...como el trato era despectivo, lo escupí y el me pegó una trompada en la boca y con el tiempo perdí un diente...”, testificó Soberano.
Cuando salió, las cosas no fueron fáciles para él ni para su familia en una ciudad donde el silencio variaba entre la indiferencia y una secreta justificación. Su hijo, Pablo Hernán Soberano, lo contó en la etapa de instrucción del juicio que hoy empezó. “Después de que volvió, mi papá no tenía laburo, los compañeros de trabajo hicieron una colecta para que podamos comer. A él lo habían dejado cesante del correo”, recordó.