El militar retirado Horacio Ballester, en una nueva audiencia de la megacausa que investiga los crímenes del Plan Cóndor y el centro clandestino Orletti, dio detalles sobre el entramado de ese plan entre las dictaduras latinoamericanas, bajo las órdenes de Estados Unidos. "No hay guerras sucias, ni guerras limpias", dijo.
Al militar retirado Horacio Ballester lo destituyó un consejo de guerra por oponerse al gobierno de facto de Alejandro Lanusse. Muchos años después escribió un libro y lo llamó Memorias de un coronel democrático. Con compañeros de camada fundó también el Centro de Militares para la Democracia Argentina (CEMIDA) bajo la creencia de que un golpe de estado nunca trajo soluciones. Diez días después de la inauguración les pusieron una bomba que voló las instalaciones. En los juicios por delitos de lesa humanidad repetirá, por ejemplo, que no existe la obediencia debida. Hoy en los tribunales de Comodoro Py, el militar que repudia el accionar ilegal de las fuerzas armadas explicó desde adentro cómo se originó el Plan Cóndor. Todos quisieron preguntar.
Poco después de las diez de la mañana comenzó una nueva audiencia de la megacausa por los crímenes del Plan Cóndor y el centro clandestino de detención Automotores Orletti. Allí se investigan los crímenes de lesa humanidad cometidos a partir de la acción coordinada entre las dictaduras de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay para perseguir y eliminar militantes con ideología opositora. El juicio busca probar la existencia de esta asociación ilícita internacional.
Según explicó hoy Horacio Ballester, fue en una de las reuniones de comandantes en jefe del ejército y oficiales de inteligencia de los gobiernos de América Latina que comenzaron en la década del sesenta bajo el liderazgo de los Estados Unidos cuando Augusto Pinochet, junto a su jefe de inteligencia, Manuel Contreras, propuso el intercambio ilegal de prisioneros, sin pasar por migraciones, sin pedidos de extradición, y la actuación de sicarios para la eliminación de los opositores. El encuentro ocurrió a mediados de los setenta. Bajo esta lógica, indicó Ballester, fueron asesinados en la Argentina, entre otros, el militar chileno Carlos Prats González, el expresidente boliviano Juan José Torres, el senador uruguayo Zelmar Michelini y el presidente de la Cámara de Diputados del Uruguay, Héctor Gutiérrez Ruiz.
Con casi 87 años, Horacio Ballester, de corbata y saco de corderoy, fue tajante en muchas de sus definiciones. “No hay guerras sucias o guerras limpias. Si hubiera habido una guerra, después de la Segunda Guerra Mundial, se tendrían que haber aplicado los tratados internacionales, sino era una guerra se tendrían que haber aplicado la leyes comunes de la Argentina”.
Desde la llamada doctrina de seguridad nacional, “en estos encuentros se planteó la guerra contra la infiltración comunista, occidente versus oriente”, siguió luego Ballester. Allí fue cuando se redefinió al enemigo, ya no externo, sino interno. “Cualquier idea que atentara contra el neoliberalismo era acusada de estar del lado del comunismo, de la Unión Soviética”, remató.
Divide y conquistarás
Buena parte de las preguntas que hicieron todas las partes giraron en torno a la división del territorio nacional en áreas. El militar retirado otra vez fue categórico: “Se dividió al país en zonas de defensa para el control de la población, combatir la infiltración comunista y el desorden social resultante”.
Cada zona tenía un comandante responsable de todo lo que ocurriera en su jurisdicción. Según explicó Ballester, desde este mando se ordenaba liberar áreas para el accionar ilegal de las fuerzas armadas y de seguridad.
En parte para dejar en claro la responsabilidad de los comandantes, la fiscalía realizó numerosas preguntas técnicas sobre la organización jerárquica del Ejército, que Ballester respondió una a una como si fuera un diccionario militar parlante. Sin embargo, la defensa puso el grito en el cielo e intentó frenar sin éxito el interrogatorio. “Ya llevamos dos horas y media hablando de la organización del Ejército argentino, la marina, la armada, pero no veo el objeto de todo este interrogatorio, no se tocó nada especifico de la causa. Estamos hablando de las funciones del ejército que son las mismas en tiempos de guerra y de paz. Estamos perdiendo el tiempo”, se quejó.
La obediencia debida es un concepto erróneo
Como en muchos de los cerca de 35 juicios en los que testificó como especialista, también en este debate oral Ballester repitió que “la obediencia debida es un concepto erróneo”. Explicó que el personal subalterno tenía la obligación de cumplir órdenes siempre y cuando se atuvieran a la ley y al reglamento militar.
La defensa intentó desacreditar la declaración de Ballester y le preguntó si es cierto que participó en el golpe de estado que derrocó al expresidente Arturo Illia.
- Yo fui ejecutor militar del golpe de estado a Illia como jefe de infantería, es cierto. Pero no vine acá a declarar por mi mala acción. Ahí mismo pagué mi culpa porque cuando terminé mi mandato me mandaron a trabajar con el presidente de la República y cuando vi lo que ocurría, no quise seguir –dijo Ballester.
-¿Usted podría haberse negado ese día? –repreguntó la defensa.
-Claro, como muchos lo hicieron.
La dictadura militar nunca fue una solución
El juicio recoge las tres causas del Plan Cóndor junto al expediente que investiga las violaciones a los derechos humanos cometidas en el centro clandestino de detención Automotores Orletti. Comenzó hace un año y medio, en marzo de 2013, en el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº1 de la Ciudad de Buenos Aires. Investigan los jueces Adrián Federico Grunberg, Oscar Ricardo Amirante, Pablo Laufer y Ricardo Ángel Basílico.
Solo por el Plan Cóndor hay 106 víctimas: en su mayoría uruguayos, luego paraguayos, chilenos, bolivianos y también argentinos. Reynaldo Benito Bignone, Santiago Omar Riveros y Antonio Vañek son algunos de los 21 imputados por asociación ilícita y/o privación ilegal de la libertad. La causa Orletti II, en cambio, tiene un único imputado y 67 víctimas.
Las últimas preguntas la hizo el juez Almirante.
-¿No había un sistema legal de contención para esta problemática del enemigo?
-Esa fue mi lucha constante: cumplir con la ley porque la dictadura militar nunca fue una solución –dijo Ballester.
-¿El Plan Cóndor terminó?
-Pienso que sí, pero quizás algunas secuelas quedaron –cerró el militar retirado.