Gelman repitió que no creía que la poesía fuera a cambiar cosas en el mapa político, pero que tenía la función de enriquecer al lector, que será quien eventualmente cambiará las cosas. Incluso bajo esa clave, su obra periodística está escrita con tinta de poeta.
Ser poeta: hacerle caso a una mirada que trasciende el lenguaje escrito, los trabajos y los días. Se podría afirmar que incluso si a Juan Gelman no le hubieran trazado un camino de sangre en la palabra, igual lo llamaríamos poeta por perseguir ese deseo de mirar y sentir.
Además de lo que señala la crítica y los recursos esperables del mercado editorial, incluso Gelman distinguía tres periodos en su obra poética: “Exordio”, “Exilio” y la madurez experimental del “Oficio ardiente”. Sin embargo, su amigo Julio Cortázar escribió algo que vencería la clasificación teórica. Así lo dice en el prólogo a Interrupciones, de 1988: “Un solo y único poema nace de todos ellos, el último ilumina el primero como el primero contiene al último, y cada paso es un paso en la continuidad de la ruta”.
Exordio –aquello que permite al orador justificar por qué hace uso de la palabra- va de 1956 a 1973 y las palabras amor y revolución son ejes. “El futuro es un rostro, un dulce nombre, una sangre en camino a este camino”, dice en Violín y otras cuestiones, su primer poemario.
El periodo Exilio, que comienza con Hechos y Relaciones, para el poeta y crítico Jorge Fondebrider implica un cambio en la poética gelmaniana, donde “los poemas narrativos desaparecen casi por completo, el verso sufre fracturas internas señaladas por el uso exasperado de las barras. Gelman se repliega sobre sí mismo y escribe sobre la base de puras reflexiones”.
Lo que le pasó a la estructura de Gelman tiene una fecha: el 24 agosto de 1976 secuestraron a su hijo Marcelo y a su nuera María Claudia García, que estaba embarazada de siete meses. Ambos militaban en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y en Montoneros. Los secuestraron, los llevaron al centro clandestino de torturas que funcionaba en un taller mecánico del barrio de Floresta, que en la jerga judicial se lo conoce como Automotores Orletti, y los torturaron.
Así como Rodolfo Walsh escribió su Carta abierta a la junta militar en 1977, Gelman le puso letra al dolor de las pérdidas en su propia Carta abierta de 1980:
no quiero otra noticia sino vos/
cualquiera otra es migajita donde
se muere de hambre la memoria/cava
para seguir buscándote/se vuelve
loca de oscuridad/fuega su perra/
arde a pedazos/mira tu mirar
ausente/espejo donde no me veo/
azogás esta sombra/crepitás/
sudo de frío cuando creo oír/
te/helado de amor yago en la mitad
mía de vos/no acabo de acabar/
es claramente entiendo que no entiendo
Gelman repitió que no creía que la poesía fuera a cambiar cosas en el mapa político, pero que tenía la función de enriquecer al lector, que será quien eventualmente cambiará las cosas. Incluso bajo esa clave, su obra periodística está escrita con tinta de poeta.
Cuando decidió “no darse por vencido hasta no ver los cadáveres o a los asesinos de sus familiares”, escribió en el semanario Brecha, de Montevideo, una Carta abierta a su nieto, que resultó nieta Macarena y se reencontró con él en marzo de 2000:
“Ahora tenés casi la edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho con vos y con un mundo más habitable para vos. Me gustaría hablarte de ellos y que me hables de vos. Para reconocer en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo que de tu padre tengo: los dos somos huérfanos de él”.
Hijo de inmigrantes ucranianos, Gelman fue el único argentino en su entorno familiar. Cuando tenía cinco años su hermano mayor le recitaba los versos del poeta ruso Pushkin y el no entendía una sola palabra. Sin embargo le encantaba escucharlo, porque quedaba cautivado con esa música indescifrable. En varios de sus poemas de lo que será la etapa del Oficio ardiente, hay experiencias que van por ese camino de experimentación de la música propia, donde la realidad se pliega para ser un acontecer esférico donde todo es todo.
En su último libro publicado, Hoy (2013), Gelman reunió más de doscientas poesías y demostró que, a los 83, seguía enamorado de la vida y de sus obsesiones, como le dice a un periodista mexicano en una entrevista: “A mí lo que me ocurre son obsesiones que me llevan a escribir. Escribo por necesidad. Por lo demás tomo ocho remedios por día, que son los que me mantienen en pie”.