El documental Lunas Cautivas cuenta las historias de poetas privadas de su libertad, que participan del taller de poesía del proyecto Yo No Fui. Desde hace diez años María Medrano es la coordinadora de este espacio que busca consolidar puentes entre dos orillas: adentro y afuera.
A las diez de la mañana algunas mujeres privadas de libertad en el Penal IV de Ezeiza se alejan de sus celdas. Con los cuadernos en las manos, llegan a un aula donde olvidan por unas horas las rejas. Mates y galletitas de por medio, analizan un poema o leen sus escritos a las compañeras. La escena se repite cada semana, cuando María Medrano se acerca a esa cárcel a dictar un Taller de Escritura y Periodismo, como parte de las actividades que realiza la Asociación Yo No Fui. Hace pocos días estas postales de intramuros se mudaron al cine. El documental Lunas Cautivas, Historias de poetas presas -con dirección y guión de Marcia Paradiso- mostró la intimidad de las historias de quienes transitaron estos talleres en esa unidad y en la N° 31. Y el poder liberador del taller con más resonancia del proyecto Yo No Fui.
Desde 2007 Yo No Fui es una asociación civil que coordina talleres artísticos y productivos adentro y afuera. Adentro: en los penales de mujeres de Ezeiza. Afuera: cuando recuperan su libertad. El puente entre esas dos realidades, es uno de los desafíos que pueden verse en el documental. Yo No Fui cuenta con dos sedes – una en el barrio porteño de Palermo y otra en Vicente López, Norte del Gran Buenos Aires- donde mujeres de todas las edades ponen sus manos al servicio de la transformación: encuadernan libros, cosen prendas, dibujan, experimentan en el rubro gráfico, redactan un boletín interno y estampan serigrafías en productos que después venden en ferias y a través de una tienda virtual. Algunas de ellas ya están en libertad, otras con salidas transitorias. Están las que viven con prisión domiciliaria y también las que nunca en su vida estuvieron presas.
María Medrano (40) es el alma máter de Yo No Fui. Desde hace diez años va y viene por los penales de Ezeiza. Empezó con un taller de Poesía –que funciona en la Unidad 31, eje y disparador de Lunas Cautivas- ante una invitación de la Casa de la Poesía. “Las chicas que estaban adentro, de a poco empezaron a salir y querían que nos siguiéramos juntando afuera”, recuerda María. “Al mismo tiempo, las pibas necesitaban laburar y todas habían pasado por el taller de costura, así que empezamos un taller textil”, explica. En estos años mucha gente se ha acercado a María para ofrecerse a acompañarla en su trabajo en los penales. En el caso de quien escribe esta nota, hace un año y medio me acerqué para colaborar y María –que participó en los comienzos de la revista Hecho en Buenos Aires- buscaba a alguien para dar un Taller de Periodismo y Escritura en la Unidad IV y en la sede de Yo No Fui en Palermo.
Liliana Cabrera es una de las protagonistas de Lunas Cautivas, y una estudiante que asiste a la sede porteña durante sus salidas transitorias. Como cuenta en el documental, desde 2006 participa de los encuentros de poesía en el penal. Durante un ejercicio de entrevista, sus compañeras le preguntaron por el impacto de esa experiencia. “Me modificó totalmente. Yo era una persona muy cerrada, muy tímida; no hablaba mucho con nadie y siempre mantuve perfil bajo. El taller me ayudó a expresar lo que uno tiene adentro, a hacer catarsis de lo que me había pasado. Me ayudó más que un psicólogo”, respondió Liliana. Todas sus compañeras se rieron.
A Liliana se la ve muy suelta en las entrevistas que le realizan de diferentes medios, porque además de debutar en cine, está presentando su tercer libro de poesía,Tu nombre escrito en tinta china. Para publicarlo armó su propia editorial dentro del penal: Bancame y punto.
Quizás por esa creencia de que las cosas salen mejor de forma comunitaria, en la cena donde se festejó el estreno de Lunas Cautivas, María Medrano se puso de pie y llamó a las más de veinte personas presentes a escribir un poema colectivo. Con la técnica del “cadáver exquisito”, el individual de papel se fue llenando de palabras. Al final de la noche María volvió a pararse, esta vez sobre una silla, para leer en voz alta:
(...) Ideas diferentes, pensamientos diferentes, tratar de
aceptar a cada persona con su historia de vida
aunque su historia no sea todo lo que vos puedas entender (...)