Se trata de una copia original del libro “Subversión en el ámbito educativo (conozcamos a nuestro enemigo)”, editado en 1977 y repartido en todos los establecimientos educativos. Lo confeccionó el entonces ministro de Cultura y Educación Juan José Catalán.
Estela de Carlotto recibió hoy en la Escuela Normal “Mary O’ Graham” de La Plata el legajo escolar de su hija Laura, asesinada durante la última dictadura militar. Junto con el documento le fue entregada también una copia original del manual “Subversión en el ámbito educativo (conozcamos a nuestro enemigo)”, editado en 1977 y repartido en todos los establecimientos educativos según la resolución 538, firmada por el entonces ministro de Cultura y Educación Juan José Catalán.
La dictadura militar juzgó central el papel de la docencia y el sistema educativo en la lucha contra la guerrilla. En su presentación, el manual indica que “muchos argentinos han entregado sus vidas enfrentando la subversión y ello no tendría sentido si no se hace realidad en la acción docente esta exigencia de nuestros días”.
El manual comienza presentando los conceptos generales de “comunismo”, “guerra”, “agresión marxista internacional” y “subversión”. Así, la presencia de la Unión Soviética hace necesaria la oposición entre el concepto “occidental” de guerra y el “marxista”, apoyado en frases belicistas de referentes como Lenin. Así, “mientras para el mundo occidental la guerra resulta un hecho límite, el bloque comunista la utiliza permanentemente, encubriéndola con velos sutiles”.
El enfrentamiento de la URSS y los Estados Unidos en la guerra fría ilustra la escala global de un conflicto donde la guerra entre naciones se confunde con la guerra de clases, noción originada en la teoría marxista. Por eso “la subversión local, por pequeña que pudiera ser, siempre es un apéndice de un todo homogéneo y mundial dirigida centralizadamente por los estados líderes marxistas leninistas, que han hecho de la ideología el principal medio de dominación”.
Según el escrito, el marxismo busca la “conquista de la población mundial partiendo del dominio de la psiquis del hombre”. También indica que “la acción subversiva afecta todos los campos del quehacer nacional, no siendo su neutralización o eliminación una responsabilidad exclusiva de las FFAA sino del país y la sociedad toda, a través de sus instituciones”.
Ilustración: kitsch.
El peligro subversivo
La “subversión” es entendida en el libro como “toda acción clandestina o abierta, insidiosa o violenta que busca la alteración o la destrucción de los criterios morales y la forma de vida de un pueblo, con la finalidad de tomar el poder o imponer desde él una nueva forma basada en una escala de valores diferentes”. Entre las circunstancias que favorecen la extensión de la subversión, dice el manual, está “la existencia de frustraciones de cualquier carácter en la población, donde las economías desempeñan un papel muy importante”.
Entendiendo la subversión como un método, el manual describe las fases de su actividad, basadas sobre todo en la experiencia de la Revolución Cubana que tomaron las guerrillas sudamericanas como ejemplo. Después de la fase clandestina, la abierta, con generación de “zonas dominadas” (lo máximo a lo que llegó la guerrilla argentina) y la abierta con acción subversiva generalizada, sigue una cuarta fase de “subversión de la persona”, donde el marxismo “transforma y orienta su personalidad”, “destruye el concepto tradicional de familia” y “separa a la persona de su religión”.
El manual da una descripción pormenorizada de las “organizaciones subversivas que operan en el ámbito educativo”, juzgado fundamental por la dictadura por la facilidad con que las personas son captadas por el marxismo. Ahí figuran todas las agrupaciones (“bandas de delincuentes subversivos marxistas”, según el manual) con nexos en la militancia estudiantil, tales como Montoneros, FAR, FAP, FAL o ERP.
Para explicar esta inserción, el manual dice que “la evidente falta de claridad y continuidad en la política universitaria, produjo en los últimos años un gran desaliento y confusión en la masa del alumnado que deseaba cursar normalmente sus estudios y dedicado exclusivamente a su sano anhelo de obtener un título habilitante”. Por eso, el manual enumera los argumentos más comunes utilizados por las agrupaciones para captar militantes, como los pedidos de comedor universitario y el aumento presupuestario.
Después enumera cuáles eran las formas de inserción del marxismo en los diferentes niveles educativos. En preescolar y primarios, por ejemplo, "el accionar subversivo se desarrolla a través de maestros ideológicamente captados que inciden sobre las mentes de los pequeños alumnos, fomentando el desarrollo de ideas o conductas rebeldes, aptas para la acción que se desarrollará en niveles superiores”.
El último capítulo lleva este nombre y explica cómo superar los “síntomas de una grave enfermedad moral que podríamos denominar ‘síndrome social’”: “Es en la educación donde hay que actuar con claridad y energía, para arrancar la raíz de la subversión, demostrando a los estudiantes la falsedad de las concepciones y doctrinas que durante tantos años, en mayor o menor grado, les fueron inculcando”.
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