Daniel Guggini, un trabajador del hospital Pirovano que salió a manifestar, fue quien estuvo con Riva en los últimos momentos de su vida e intentó tranquilizarlo mientras su cuerpo baleado yacía sobre el asfalto. “Pensé que eran balas de goma”, declaró hoy en una nueva audiencia del juicio. Pero cuando le levantó la remera comprobó que tenía una herida “con una aureola que emanaba mucha sangre."
Pasaron casi trece años desde que Daniel Guggini vio morir a un hombre sobre el asfalto, en medio de la represión que el 20 de diciembre de 2001 ordenó el gobierno de Fernando de la Rúa. “Gastón Riva me tomó la mano y me dijo: ¡me muero! Le hice dos insuflaciones: le tapé la nariz y le soplé en la boca, a la segunda despidió sangre. Ahí vino otra persona y me dijo ’masajéale el corazón‘; pero creo que ya estaba muerto”, contó esta mañana Guggini ante el Tribunal Oral Federal 6 (TOF6), en el juicio por las muertes y los cientos de heridos que dejó el operativo de la Policía Federal en el centro porteño.
Guggini llegó a la intersección entre las avenidas 9 de Julio y de Mayo a eso de las tres de la tarde, después de trabajar en el laboratorio del Hospital Pirovano y de haber pasado por su casa para comer algo. “Estábamos en una situación muy difícil, en el hospital en ese momento vivían unas 25 personas que comían de las sobras de los pacientes y dormían en los pasillos”, recordó cuando lo consultaron por los motivos de su participación en el reclamo.
Estuvo un rato allí y cuando el cordón policial (de infantería, según el testigo) se “diluyó” un grupo de manifestantes intentó avanzar hacia la plaza de Mayo. El joven motoquero que se ofreció a llevarlo, avanzó despacio, como “queriendo retomar el centro de la calzada”. Pero “a la altura de la calle Tacuarí surgió un grupo de policías con las camisas blancas, y uno de ellos nos apunta”. La secuencia fue registrada por un camarógrafo de canal 13 que ya declaró en este juicio.
“Nos midió”, dijo el Guggini, que se paró frente al tribunal para mostrar que uno de esos policías apuntó con sus brazos extendidos (como si usara una escopeta), después bajó el arma y cuando la volvió a subir, disparó. “En ese momento, se escuchan algunas detonaciones”, contó Guggini y la moto alcanzó a seguir unos metros, unos cincuenta desde la avenida 9 de Julio. En el asfalto, con la vista fija en el cielo, quedó Gastón Riva. Tenía 30 años y tres hijos de ocho, tres y dos años que criaba trabajando en la mensajería; ese día salió de su casa a trabajar, pero la violencia de la represión lo convenció de manifestarse contra el estado de sitio dispuesto por De la Rúa.
En la instrucción, el ex principal de la seccional 4ta., Víctor Belloni, fue identificado como el tirador que apuntó contra los manifestantes, en la intersección de las avenidas 9 de Julio y de Mayo. Pero en este juicio no está acusado por el asesinato de Gastón, sino por los intentos de homicidio de Marcelo Dorado y el motoquero Sergio Sánchez, sobrevivientes de esa trágica jornada.
Las balas eran de plomo
Gastón repitió varias veces que se moría. Guggini le tomó la mano e intentó tranquilizarlo. “Pensé que eran balas de goma”, casi lamentó. Pero cuando le levantó la remera comprobó que tenía una herida “de no más de 5 milímetros, con una aureola que emanaba mucha sangre”. Entonces lo giró y vio que no tenía orificio de salida. Por sus conocimientos en antropología forense (carrera que no concluyó) el testigo supo que esa bala era de plomo. Otros manifestantes se acercaron, otros intentaron ayudar. Pero cuando llegó la ambulancia, poco quedó por hacer para salvar a Gastón.
El pasado miércoles los jueces José Martínez Sobrino, Javier Anzoategui y Rodrigo Giménez Uriburu escucharon a un grupo de policías, entre ellos el entonces armero de la comisaría 4ta. Oscar Alberto Ibarra. El policía convocado como testigo contó que el 21 de diciembre, cuando se presentó a su puesto de trabajo, se encontró con “un faltante de armas”. “Faltaban las armas largas y el candado del armario donde se guardaban las municiones estaba roto" y apuntaló la hipótesis de que existió una orden para incrementar la intensidad del operativo, con un proceder que calificó como “inusual”.
En el mismo momento que acompañó a Gastón en sus últimos minutos con vida. A metros, sobre la avenida 9 de Julio, otro grupo de gente asistía a Diego Lamagna, un muchacho de poco más de 20 años que esa tarde se convirtió en otra de las víctimas fatales. Guggini, también lo vio cuando lo cargaron en la ambulancia, probablemente ya sin vida. Y apenas un poco más tarde, antes de llegar a plaza de Mayo vio la cabeza ensangrentada de Gustavo Benedetto, otros de los jóvenes que perdió la vida horas antes que De la Rúa dejara la Casa Rosada en helicóptero.
De manera indirecta por el homicidio (culposo) de Gastón, de Diego, de Gustavo y de otros tres manifestantes fueron señalados el ex jefe de la policía federal Rubén Santos y sus subordinados, los ex comisarios Raúl Andreotti, entonces superintendente de Seguridad Metropolitana y el ex director general de Operaciones Norberto Gaudiero, responsables del operativo. Y el entonces secretario de Seguridad del Ministerio del Interior, Enrique Mathov. Los cuatros fueron señalados por incumplir con su deber como funcionarios públicos y por abuso de autoridad al haber ordenado la represión.
Las audiencias por este juicio se realizan los días miércoles y viernes en los tribunales de Comodoro Py. Hoy la presencia de un grupo de alumnos de 16 años de la EEM N°3 Carlos Geniso, del barrio Bajo Flores incomodó a los acusados. “Ya me llamaron tres veces”, dijo con el celular en la mano el policía de la Federal a cargo de guardar el orden en la sala cuando le fue a pedir explicaciones a los docentes por la presencia de los adolescentes. El incidente no pasó a mayores, ya que los chicos estaban en la sala del público con la correspondiente autorización –por ser menores de edad-como parte del programa “La escuela va a los juicios” impulsado por el Espacio por la Memoria y los Derechos Humanos (ex ESMA).