La edición completa fue quemada por la dictadura y su autor, Aldo Oliva, no conservó los originales. Hace unos años, uno de esos textos fue encontrado en una caja. Allí se cuenta la historia del obrero anarquista Joaquín Penina, detenido y desaparecido en Rosario, poco después del golpe de José Félix Uriburu, en 1930.
El depósito de la Editorial Biblioteca, en el cuarto piso del edificio de Alem 3078, en Rosario, tenía las dimensiones de un estadio de básquet. Había 80 mil libros cuando los militares intervinieron la Biblioteca Popular Constancio C. Vigil, de la cual dependía, el 25 de febrero de 1977. Todos fueron incinerados o pasados por la guillotina, incluyendo la tirada completa de El fusilamiento de Penina, de Aldo Oliva, cinco mil ejemplares que no llegaron a distribuirse.
Aldo Oliva (1927-2000) no conservó los originales. El libro reproducía la historia de su protagonista, el obrero anarquista Joaquín Penina, detenido y desaparecido en Rosario el 9 de septiembre de 1930, poco después del golpe militar de José Félix Uriburu. Pero en 2003 un ex tesorero de la Vigil, Juan Manuel Rodríguez, encontró un ejemplar en una caja de papeles viejos, y el hallazgo fue el punto de partida de un movimiento de rescate que acaba de definirse con el relanzamiento de la Editorial Biblioteca y la publicación del primer título de su segunda época: la reedición de El fusilamiento de Penina.
Secuestros y pillaje
La intervención de la Vigil, encabezada por el capitán de corbeta Esteban Molina y después por el coronel Sócrates Alvarado, cerró doce escuelas extracurriculares, el Centro Materno Infantil y la editorial de la Biblioteca Vigil, confiscó sus propiedades y sometió al pillaje y al desguace ruinoso a su museo de ciencias naturales y observatorio astronómico. También dispuso la suspensión de los servicios sociales que recibían los vecinos del barrio Tablada, donde funcionaba la institución, y nombró como asesor pedagógico a Ramón Telmo Alcides Ibarra, alias Rommel, un oficial de inteligencia del Servicio de Informaciones de la policía de Rosario.
En la madrugada del 10 de mayo de 1977 ocho miembros de la Comisión Directiva de la Vigil fueron secuestrados y trasladados al centro clandestino de detención que funcionaba en el subsuelo de la entonces Jefatura de Policía de Rosario y donde precisamente actuaba Ibarra. Más de una veintena de empleados, docentes y alumnos fueron asesinados o permanecen desaparecidos desde entonces. Recién en 2013 el edificio y los bienes de la Vigil fueron devueltos a su Asociación Cooperadora.
Una vida de asceta
El libro de Oliva reconstruyó las circunstancias que rodearon al secuestro y desaparición de Joaquín Penina, un militante anarquista que llegó a Rosario en 1924 desde Gironella, pueblo situado a 110 kilómetros al norte de Barcelona. Obrero calificado de la construcción, estaba afiliado al Sindicato de Oficios Varios de Rosario y adhería a la Federación Obrera Regional Argentina, la FORA, de tendencia anarcosindicalista.
Penina tenía 29 años cuando fue secuestrado. Llevaba una vida de asceta y compartía un altillo de Salta 1581 con otro joven anarquista italiano, Victorio Constantini. Su militancia estuvo centrada en la difusión de la ideología libertaria a través de libros y folletos que costeaba con sus ahorros y distribuía entre sus compañeros, pero también activó en los grandes episodios de la época, como la campaña internacional por la libertad de Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti y la huelga que declararon los obreros de la construcción rosarinos en agosto de 1928.
Ante el golpe del 6 de septiembre de 1930, la FORA convocó a la desobediencia civil. El Consejo local de la organización resolvió redactar un manifiesto, tarea que fue encomendada a Penina y Pablo Porta, también oriundo de Gironella. Ambos fueron detenidos por la policía el 9 de septiembre, junto con Constantini y otro anarquista, un obrero portuario de apellido González.
Las torturas, dirigidas por el comisario Marcelino Calambé, se concentraron en Penina, a quien interrogaron por el mimeógrafo donde iba a imprimirse el manifiesto. Las amenazas de muerte que proferían los policías tenían sustento cierto: el bando de la Junta Provisoria de Gobierno autorizaba a pasar por las armas “sin forma alguna de proceso” a quien “atente contra los servicios y seguridad pública”.
Se ignora su paradero
Constantini, Porta y González quedaron en libertad. Penina fue fusilado por un pelotón del Regimiento 11 de Infantería en las barrancas del arroyo Saladillo, en las afueras de Rosario. Los policías quemaron sus libros y papeles y enterraron sus restos como NN en el cementerio La Piedad, de Rosario.
Otros policías quemaron el libro que contaba su historia, medio siglo después. Con la impronta de la literatura testimonial de los años 70, Aldo Oliva hizo una selección de documentos y textos y los ordenó en función de establecer un relato sobre la desaparición de Penina, la trama político-militar subyacente, la actitud del periodismo -el diario La Capital lo dio por muerto un día antes de su asesinato, cuando todavía estaba en la Jefatura de Policía- y las reacciones de la sociedad rosarina.
Entre los documentos citados por el libro se encuentra la respuesta de la División de Investigaciones de la policía rosarina a un hábeas corpus presentado el 26 de septiembre de 1930: “El anarquista Joaquín Penina –dice- fue detenido el día 9 del corriente a las 7 horas, en averiguación de antecedentes. Fue puesto en libertad el 10, a las 22 horas. Actualmente se ignora su paradero”. Las mismas fórmulas con que se intentó clausurar años más tarde la búsqueda de otros desaparecidos.
La reedición
A partir del hallazgo del único ejemplar que sobrevivió a la destrucción, despojado de su portada y de las páginas de créditos editoriales por razones de seguridad, la Plataforma Argentina contra la Impunidad reeditó El fusilamiento de Penina en 2007, en Barcelona. Cinco años después hubo otra reedición, en la editorial rosarina Puño y Letra.
El fusilamiento de Peninacrece con cada versión. Además del texto original de Oliva, la reedición de la Editorial Biblioteca incluye un prólogo de Roberto Frutos y Antonio Oliva y apéndices con entrevistas a Rubén Naranjo (ex director de la editorial, fallecido en 2005) y a Diego Fidalgo (director de Hombres de ideas avanzadas, largometraje documental sobre Penina y el libro) y reproducciones de manuscritos del militante anarquista.
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