En la ciudad de La Plata, este edificio del Ejército coordinó el accionar de la represión en La Cacha y otros centros clandestinos. Después de la señalización, sobrevivientes, militantes y familiares marcharon hasta los Tribunales para escuchar la sentencia.
Una casona platense de principios de siglo, cerrada con un candado y con los vidrios rotos. Así permaneció disimulado, hasta hoy, el lugar donde funcionó el Destacamento de Inteligencia 101 del Ejército, las oficinas desde las que se planificaron los secuestros y las torturas que ocurrieron en La Cacha. “Estamos acá señalizando un lugar que si bien no funcionó como un centro clandestino de detención, fue un lugar desde donde se planificó la Inteligencia. Sin este lugar, el centro clandestino no podría haber funcionado dijo Matías Moreno, hijo del abogado laboralista asesinado y actual director de Formación de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.
En un pequeño escenario montado delante de la fachada del Destacamento, en 55, entre 7 y 8, Moreno estuvo acompañado de tres funcionarios de la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia: Ramón Baibiene, Marina Vega y Nicolás Carvalho, subsecretario de Promoción y Protección de DDHH de la provincia de Buenos Aires.
En la calle se dispusieron cinco hileras de sillas. Desde allí siguieron el acto algunos sobrevivientes, familiares, miembros de organismos de derechos humanos y muchos jovenes y militantes que levantaron banderas y pancartas. Fue la segunda señalización del día vinculada al centro clandestino de detención La Cacha, que funcionó en las afueras de la ciudad de La Plata.
Valioso testimonio de los sobrevivientes
Ramón Baibiene, director de políticas reparatorias de la secretaría provincial, empezó agradeciendo a los sobrevivientes. “Quiero agradecerles directamente a los sobrevivientes, porque fueron ellos con sus relatos, los que tienen un protagonismo esencial en la reconstrucción de la historia el Destacamento”. Baibiene, además de funcionario, es una víctima directa de lo que pasó en La Cacha: sus padres desaparecieron en ese lugar.
“Voy a contar una historia que se la escuché a un sobreviviente en el debate”, dijo notoriamente emocionado. “El compartió cautiverio entre agosto y septiembre de 1977 al lado de mi mamá, y que ella le contó que en el operativo donde la secuestraron a ella y lo mataron a mi papá, reconoció a dos personas: ‘Mister X’ y ‘El Francés’, ambos personal del 101. Fue muy fuerte poder ponerle nombre a esas caras fantasmales, los represores eran todos y eran ninguno. Poder ponerle nombre y apellido, y compartir el metro cuadrado con el que está vivo (Gustavo Adolfo Cacivio es “El Francés”), fue muy fuerte”, consideró.
“Estamos viviendo un día histórico”, dijo Jorge Jaunarena, secretario de DDHH de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata, después de la señalización. “El Destacamento 101 nunca estuvo demasiado visibilizado en esta ciudad, a pesar de que cumplió un rol central de Inteligencia en la coordinación de la represión en La Cacha y con otros centros clandestinos de detención. Es un día intenso para todos los platenses”.
“Es importantísimo poder señalizar el Destacamento 101, porque 13 de los 21 imputados eran de acá. Porque es un lugar de mucho tránsito de personas, donde viven y circulan muchísimos estudiantes, y casi nadie sabe que funcionó eso en ese lugar”, dijo a Infojus Noticias Marina Vega, directora de provincial de Políticas Reparatorias de la Secretaría de Derechos Humanos de provincia de Buenos Aires.
El acto fue breve y conciso. Después del discurso de los funcionarios y de un sobreviviente, Esteban Colman, el lugar empezó a desconcentrarse lentamente. “Las señalizaciones son marcas de la memoria imprescindibles para la construcción de una memoria colectiva y una sociedad democrática”, dijo Juan Alberto Bozza, que además de sobreviviente es historiador. “Este edificio era la jefatura de todas las patotas que salían a secuestrar. Nos parece más impensado todavía haber llegado a este nivel de señalamiento y castigo. Siempre pensamos en el cautiverio que iba a ser imposible saber dónde habíamos estado, quiénes eran nuestros verdugos, y aparezcan las pruebas y estemos a un paso de la sentencia definitiva”, concluyó.
María Julia Bearzi, hija de Luis Sixto Bearzi y de Graciela Quesada, vivió- después de que ellos desaparecieron (él fue asesinado el 9 de noviembre de 1976 junto a Marcelo Bettini), ella secuestrada en 1977) con su abuela, en la esquina del Destacamento 101 de Inteligencia del Ejército. “Por las noches, ahí se cortaba la luz y veíamos salir grandes bolsas de consorcio negras. Algunos decían que eran cuerpos”, contó María Julia a Infojus Noticias. En esa esquina, a metros del Destacamento se encontró con su madre por última vez, el día que cumplió dos años. Fue el 15 de noviembre de 1977, pero Julia no puede recordarlo sino a través del relato de sus familiares.
Hoy a la tarde, María Julia se detuvo un instante frente a esa puerta. Caminaba a buscar a su abuela. Irán juntas, y con su hermano, a conocer la sentencia del juicio donde sus padres son dos de las víctimas. El de su papá es además uno de los cuatro homicidios que se juzgan. El resto de quienes habían presenciado la señalización marcharon por las calles de La Plata rumbo al Tribunal Oral Federal N° 1. Vestían remeras negras – de la mesa Memoria, Verdad, Justicia de La Plata- con el sombrero azul de la Bruja Cachavacha. A las 18 horas se conocerá el veredicto.