Julieta Añazco denunció que el cura Héctor Giménez abusó de ella entre los 8 y 10 años, en los campamentos que organizaba cerca de La Plata. Se presentó en la causa como querellante y pidió la imprescriptibilidad del delito. En esta nota de opinión, recuerda que el juez Horacio Piombo firmó en 1997 la excarcelación del sacerdote, que fue finalmente absuelto. “Intentar cambiar las cosas, en este caso, es cambiar a los jueces”, dice.
Tristeza: eso es lo que sentí cuando volví a escuchar que el juez Horacio Piombo volvió a firmar un fallo que le negó justicia a un niño víctima de abuso. Tengo presentes a las mamás y a los chicos de Magdalena que en 1996 se habían animado a denunciar al sacerdote Héctor Ricardo Giménez por abuso, en una causa en la que un año después el juez firmó su excarcelación. En esa causa el sacerdote fue absuelto.
Hace menos de dos años atrás conocí la historia de estos chicos y sus madres y la injusticia de la que se sienten víctimas. Fue justamente cuando recordé que desde los 8 y hasta los 10 años en 1980, 1981 y 1982 también había sido víctima del cura Giménez, en los campamentos de verano que organizaba desde la parroquia.
El año pasado, después de 34 años lo pude denunciar penalmente; pero el camino no es fácil. Por el tiempo transcurrido tengo que demostrar que se trata de una grave violación a los derechos humanos, y por lo tanto que la investigación de estos hechos –de lo que me pasó– es imprescriptible.
En esta búsqueda encontré la causa por los abusos en la parroquia de Magdalena, y la de otros chicos que ya en 1985 habían denunciado al sacerdote, y que tampoco encontraron Justicia. En la denuncia presentada el año pasado ante el fiscal platense Marcelo Romero pedí que tomaran estos casos como antecedentes, pero el fiscal no lo aceptó.
También pedí que el fiscal solicitara información al arzobispado platense. Y recién a fines de octubre monseñor Héctor Aguer contestó que en el caso de Magdalena el sacerdote fue absuelto. El de 1985 ni lo menciona y, sobre Giménez se limita a decir que le indicó que se mantuviera alejado de chicos menores de 18 años.
Por eso es aberrante lo que dijeron estos jueces, lo repudio en todas sus formas. Es muy triste que haya jueces con esa mentalidad. Cuando me pongo a pensar, me pregunto si no tendrán hijos, si no tendrán niños a quienes proteger en sus familias. Yo quiero creer en la Justicia, pero cuesta muchísimo.
Cuando escuché el nombre de Piombo, supe que ya le habían hecho escraches en La Plata y en Mar del Plata, donde da clases en la universidad. ¿Por qué buscar justicia me volví a preguntar? Y recordé que en este camino, uno empieza sin saber y que a medida que te vas enterando de las complicidades entendés que hay que tratar de cambiar las cosas.
Esto también hace que a uno le dé más fuerza para seguir luchando, para sumarse al pedido de impulsar el juicio político para estos jueces. Porque intentar cambiar las cosas en este caso, es cambiar a los jueces.
En mi caso, sigo luchando para intentar cambiar algo; cuando empecé varios abogados me dijeron que no se podía denunciar, que la causa por los abusos de los que había sido víctima ya estaba prescripta. Sentí que no podía quedarme con eso y finalmente estoy dando la discusión.
Con la ayuda de las abogadas Lucía de la Vega y Estefanía Gelso del Colectivo La Ciega y del abogado Carlos Lombardi pedí que se abriera la investigación. Justamente ahora porque ya soy adulta y puedo intentar exigir justicia, y en esto también aprendí que no estoy sola, las organizaciones de mujeres que en La Plata me apoyan. Me siento fuerte porque no estoy sola, por eso sigo luchando.
RA