Perfil del joven magistrado que explicó los detalles de la condena a José Pedraza y su patota sindical
Desde que dio aquella explicación previa a la lectura del veredicto, con lenguaje llano y sin machetes, todos se preguntan quién es Horacio Leonardo Días, el juez que presidió el tribunal que el viernes condenó al sindicalista José Pedraza a quince años de prisión. Varios medios intentaron dar con el magistrado para consultarlo tras la sentencia. Desde el Tribunal Oral en lo Criminal 21, hicieron llegar a Infojus la decisión de no hablar públicamente sobre el fallo. Un destacado fiscal ensaya una respuesta: “Es un exponente de una nueva camada de jueces. Más Nac and Pop. Por edad y por inserción social”. Y cuatro fuentes lo pintan como un nuevo exponente de la justicia democrática.
Horacio Días nació en Lanús –es fanático del equipo granate– y estudió abogacía en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Promediando los ’90, a poco de graduarse, cruzó el escritorio y comenzó a trepar en el escalafón del Juzgado de Instrucción N° 3 de esa localidad: desde auxiliar a prosecretario administrativo.
Aunque es imposible aventurar algún tipo de coincidencia política, tal vez en aquellos albores de su carrera haya tenido algunos destellos de la rebeldía que empujó a Mariano a sus prácticas de militancia política. Un fiscal federal lo recuerda en plena década del ’90, cuando las apariencias primaban en el seno de la familia judicial, como un un joven oficial que llevaba el pelo largo hasta la cintura -lo ataba con una cola de caballo- y las zapatillas All Stars blancas no siempre bien lavadas. El ahora juez no se perdía casi nunca un recital de los Redondos de Ricota. La jueza para quien trabajaba era una mujer conservadora que no ocultaba su simpatía con la dictadura militar.
Un tiempo después Días emigró a San Martín, donde fue secretario de la sala III de la Cámara de Apelaciones en lo Penal del distrito. Allí, confía un abogado independiente que siempre querelló en la jurisdicción, fue el autor intelectual de algunos fallos relevantes. “Sobresalió enseguida por su inteligencia”, explica. Todas las fuentes consultadas –letrados, fiscales, funcionarios y defensores que lo conocen o lo conocieron- resaltan su solidez doctrinaria y jurídica. Incluso quienes dicen que combinaba sus conocimientos con una dosis de pedantería. “Una persona muy bien formada, un estudioso del derecho”, dice una persona que lo conoce de los pasillos de tribunales y que hoy ocupa un cargo en el Ejecutivo nacional.
En San Martín, también fue juez correccional y subrogó los Tribunales Orales en lo Criminal N° 3 y N° 6. Como integrante de este último jurado, participó de una de los juicios más sonados de corrupción en la zona. El entonces intendente Ricardo Ivoskus impulsó un juicio penal contra los dos intendentes anteriores –Pablo Landolfi y Antonio Libonatti- y treinta y seis concejales de ambas gestiones. Se juzgaba la refinanciación de una deuda en el Consejo deliberante de tres a más de cien millones con el constructor duhaldista Victorio Gualtieri. Las defensas plantearon que se trataba de acusaciones inconsistentes con la intención de generar repercusiones en el ámbito político, y así fue el final del juicio: todos los concejales y el ex intendente Landolfi fueron absueltos, y sólo condenado Libonatti por un cargo menor. Allí hay dos visiones distintas: un abogado defensor dijo para esta nota que los argumentos absolutorios del tribunal que integró Días fueron sólidos. La otra, un fiscal de provincia de Buenos Aires, que las pruebas para condenar sobraban y la sentencia fue escandalosa.
A la par, Días fue edificando una sólida trayectoria: es uno de los mejores discípulos del prestigioso académico penalista, Edgardo Donna. Incursionó en la carrera de Filosofía, y estudió griego, latín y alemán. En 1995, ingresó a la Universidad de Salamanca donde hizo un post grado en derecho penal. En su currículum figuran decenas de publicaciones, disertaciones y paneles sobre el tema. “Es un tipo de una vasta formación académica, pero tiene calle y entiende lo que está pasando en el mundo. Una buena combinación”, dice un encumbrado fiscal. Hoy imparte clases en el colegio de Abogados y en una de las cátedras del Derecho Penal en la UBA, de Donna.
Días es un juez inquieto. Concursó y obtuvo el sexto puesto para cubrir una vacante como Defensor adjunto de la defensoría general de la Nación. Y el segundo lugar para ser nombrado fiscal federal de Morón. Más recientemente, quedó tercero en la aspiración a una plaza en la Cámara de Casación Ordinaria, un tribunal que aún no vio la luz pero serviría para descomprimir las causas que se acumulan en la Cámara de Casación federal. En 2005, Días dio su último salto profesional: ganó el concurso para integrar el Tribunal Oral N° 21, sin sospechar que ocho años más tarde sería el jurado sorteado para juzgar uno de los crímenes políticos más impactantes de la última década.
Días y sus camaradas llevaron adelante el juicio con firmeza, pero sin resignarse a algunas notas de humor negro. “Si estuviera (Hugo) Chávez le diría que hay olor a azufre, doctor”, le dijo a Oscar Igounet, uno de los abogados de la defensa que lo habían recusado, cuando acercó un apunte a la lámpara de su escritorio y comenzó a prenderse fuego. El viernes entró en último lugar para dar el veredicto. En el medio de la lectura, fue amenazado e insultado por familiares de los policías imputados. Terminó pasadas las 20, recogió algunos papeles y se fue. Por el mismo lugar por el que había llegado.