Era obispo metodista y fue presidente honorario de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), de la que fue uno de los fundadores en 1975. “Fue un muy buen hombre, una persona que nos apoyó siempre, contra viento y marea”, dice a Infojus Noticias Rosa Roisinblit, de Abuelas. Su familia y sus amigos lo despidieron en una ceremonia íntima.
Los compañeros de Aldo Etchegoyen, los miembros de los organismos de derechos humanos de los que siempre se mantuvo cerca, despidieron en una ceremonia íntima al penúltimo fundador de la Asamblea Permanente de Derechos humanos (APDH) que estaba vivo. “Todas las palabras que podamos decir no van a alcanzar para despedir a ese amigo. Lo vamos a extrañar mucho”, dijo a Infojus Noticias una de las copresidentas del organismo, Bella Epsztein de Friszman. “Era una persona completa: un ser humano maravilloso, un amigo en la verdadera dimensión de la palabra, con el que uno podía discutir pero siempre tenía la palabra justa, equilibrada, una persona muy hábil para encontrar en los disensos el denominador común”, lo describió Epsztein de Friszman, que tiene una hija desaparecida. La dirigente lo conoció en 1977, cuando llegó a APDH y Etchegoyen ya ocupaba, como miembro fundador en 1975, un lugar en la cúpula directiva. “Yo me sentí muy contenida por él”.
Etchegoyen murió ayer a los 87 años, después de una enfermedad repentina que no pudo ser diagnosticada. La Secretaría de Derechos Humanos de la Nación expresó en un comunicado su profundo pesar por la muerte de "un histórico luchador por los derechos humanos en Argentina". Etchegoyen ejerció como pastor desde 1960, integró el Comité Central del Consejo Mundial de Iglesias entre 1998 y 2006 con el que viajó por el mundo entero y que lo ayudó a observar con perspectiva las carencias de su feligresía. Fue además uno de los principales referentes del Consejo de Iglesias Evangélicas Metodistas de América Latina y del Concilio de Obispos Metodistas de América Latina.
Su labor pastoral, que nunca interrumpió, no le impidió dedicarle gran parte de su vida a la APDH. En su Iglesia Evangélica de Corrientes y Esmeralda, que disponía para las reuniones del organismo en plena dictadura, recibía a familiares de desaparecidos que llegaban buscando consuelo, y también visitaba a los presos políticos que estaban en las cárceles del país a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. “Esa también fue una tarea nefasta, por cómo trataban a los visitantes en las cárceles”, agregó Bella.
Etchegoyen seguía siendo un hombre muy activo. Integraba la Comisión por la Memoria de la provincia de Buenos Aires, y viajaba todas las semanas a La Plata para las reuniones de comisión directiva. Además de su membresía en la APDH, siempre tuvo un vínculo cercano con otros organismos, como la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. “Fue un muy buen hombre, una persona que nos apoyó siempre, contra viento y marea”, dice a Infojus Noticias Rosa Roisinblit, vicepresidenta de la entidad. “Era un buen amigo, alguien que pensaba de una manera muy parecida a la mía, y asistimos a varios congresos en el país y en el extranjero. Yo solía ir a los actos en la iglesia metodista que está en la calle Corrientes”, agregó la dirigente de Abuelas. “Me informaron de su muerte al mediodía, es una noticia muy triste”.
A raíz de su muerte, el organismo difundió un comunicado en el que despidió al obispo. "Vamos a extrañar su presencia, su mirada piadosa y su profundo humanismo. Ante su fallecimiento, sentimos un vacío imposible de llenar. Nos ha dejado un hombre bueno, de los indispensables, hoy nos queda su ejemplo y su memoria y es nuestra obligación mantenerlos vivos. ¡Hasta siempre, compañero!"
“Le pusimos vida a los derechos humanos”
En mayo de 2013, a propuesta de la diputada porteña María Elena Naddeo, la Legislatura porteña lo declaró personalidad destacada de la ciudad de Buenos Aires junto con Miguel Monserrat, otro directivo de APDH, por “su incansable lucha en defensa y protección de los derechos humanos”.
María Isabel Chorobik de Mariani, una de las fundadoras de Abuelas y la mentora de la Asociación Anahí —desde donde busca sin respiro a su nieta Clara—, consideró la partida de Etchegoyen como una “pérdida tremenda para la humanidad”. Chicha, con 92 años, conoció bien al obispo cuando fue uno de los puntales que tuvieron las Abuelas en los primeros tiempos. “Nos hemos visto muchas veces, hemos compartido trabajo, era de esos seres humanos que deberían ser más longevos, para volverse referentes del resto. Son los ejemplos que no debiéramos olvidar”. En la búsqueda de Clara Anahí y el resto de los nietos, Chicha se sintió defraudada muchas veces con la Iglesia. Sin embargo, “en su caso no me pasó eso. Lo incluyo entre esos obispos que se jugaron la vida por los desaparecidos y sus familiares”.
El 17 de junio de 2014, cuando APDH fue homenajeado en el Congreso de la Nación, Aldo tomó la palabra para reseñar el papel del organismo durante la dictadura cívico militar. Dijo: “¿Qué hicimos? Sería muy largo enumerar lo llevado a cabo, solo respondo a la pregunta diciendo: le pusimos vida a los derechos humanos en todo el país, nuestro compromiso, pensamiento, tiempo, difusión, trabajo, marchas, en suma le pusimos el cuerpo. Sin vida, los derechos humanos quedan en un texto de las Naciones Unidas, muy importante por cierto pero sin plena realización”.
LB/RA