Gracias a la iniciativa de dos personas privadas de la libertad, en coordinación con el Ministerio de Justicia nacional, el Ministerio de Cultura, y el Servicio Penitenciario, la Colonia Penal Federal Nº19 de Ezeiza se transformó en un pelotero gigante para festejar el Día del Niño. Una crónica entre tortas, regalos y payasos en una jornada inolvidable.
“¡A ver! ¿Quién es la chica que va a cantar para ganarse el oso gigante? Vamos, ¿ninguna?”, insiste uno de los payasos y estira la primera “i” para darle más énfasis a la pregunta. En el ambiente vibra el reggaetón. Cuatro chicas, de entre 8 y 12 años, están tiradas sobre el respaldo de un inflable enorme; adentro, cinco nenes rebotan contra el hule y se ríen a cada salto. La más pícara de las chicas, Maya, de 11 años y micrófono en mano, le pone los puntos al comediante: “¡Esperen! ¡Es que no nos sabemos la canción!”. Estallan retos entre carcajadas para los improvisados musicalizadores. “¡Dale, ponele alguna para la piba che!”, grita uno desde lejos, mientras se come una pizzeta. De vez en cuando explota un globo. A pocos metros, Adrián, el padre de Maya, tiene la cara hinchada de la sonrisa, aplaude; no para de mirarla. Todavía le faltan dos años para cumplir su condena. Como la mayoría de sus compañeros, sólo recibe la visita de su hija los sábados.
Pero el encuentro no es en solitario. Gracias a la iniciativa de dos personas privadas de la libertad, en coordinación con el Ministerio de Justicia nacional, el Ministerio de Cultura, y el Servicio Penitenciario, la Colonia Penal Federal Nº19 de Ezeiza se transformó en un pelotero gigante para festejar el Día del Niño.
Walter está preso hace 14 años. Ahora tiene 36 y aún le quedan cuatro años para salir. Hace 11 años que no ve a su hija porque la quiere ver cuando recupere la libertad. Apuesta a que la Justicia le otorgue el régimen de salidas transitorias para encontrarse con ella en su barrio de José C. Paz.
Algo parecido siente su amigo Maxi. Hace años que tampoco ve a sus hijos; y hace 10 que está privado de su libertad. Sin embargo, en marzo comenzaron a imaginarse la posibilidad de que sus compañeros festejaran una fecha especial con sus familias. “Empezamos de a poco, queríamos hacer algo organizado para darles alegría a todos. Fue saliendo muy lento, por los permisos, y otras cuestiones, como juntar la plata para comprar las cosas. Pero al final salió todo muy bien y ahora podemos disfrutar”, dice Walter a Infojus Noticias.
La cita fue en el salón mayor de la Colonia, que cuenta con una parte cerrada, otra que es una suerte de quincho techado y un espacio al aire libre con juegos para los pequeños. El quincho fue el escenario principal y en su centro orbitaba el mega inflable, la figura descollante de la tarde. Walter y Maxi juntaron plata y pudieron pagar su alquiler por dos días. Entre todos dieron una mano para desplegar un almuerzo que cubriera el apetito de los 70 participantes, entre visitas e internos, aunque muchos se llevaran sus propias comidas. Algunos prepararon manzanas caramelizadas con pochoclos, otros hicieron panchos y pizzetas; y no faltaron dulces, alfajores de maicena, tortas de chocolate y galletitas.
“Me quedé hasta las cuatro de la mañana inflando globitos”, se ríe Alejandro, de 25 años, al lado de su mamá. Uno de sus nueve hermanos, Mario, de 12, ligó una pelota de fútbol de regalo. Su mamá es una de las que trajo comida. Hace una pausa mientras espera que se hagan unas milanesas: “Es una locura, es la primera vez que veo un inflable adentro de una cárcel. Está buenísimo que podamos disfrutar junto a los chicos”.
Uriel tiene 11 años. Recibió la misma pelota que Mario. Es un poco más grande que las de baby fútbol, blanca, y ya rebota para todos lados. Por primera vez en cuatro años pasa un Día del Niño con su papá. Jonathan es de Gregorio de Laferrere, provincia de Buenos Aires. Tiene otra hija, Clara, de 6, que no se acuerda del último festejo juntos. Los chicos llegaron con su madre, Jessica. Ella fue la única que lo pudo visitar durante los traslados de su marido. “Yo estuve preso en La Pampa por cuatro años y sólo podía venir mi señora una vez al año. Por eso insistí mucho en que me trajeran acá, para estar cerca de mi familia. Es increíble poder estar con ellos; todos juntos y festejando. Ellos sacrifican muchas cosas por venir a visitarme”, cuenta Jonathan.
Pero no sólo de comida viven los chicos. Al costado del inflable, una larga mesa de madera sostiene los juguetes que se van a sortear durante la jornada. Hay un oso de peluche gigante, botines de fútbol, pelotas, muñecos y muñecas, autitos. Para engordar la lista de regalos intervino el Ministerio de Justicia, con la colaboración del Ente de Cooperación Técnica y Financiera del Servicio Penitenciario Federal. En ese sentido, el subsecretario de Relaciones con el Poder Judicial y Asuntos Penitenciarios, Nicolás Soler, remarcó que “cuando todas las partes de trabajan en conjunto y ponen lo mejor de sí, es cuando se logran cosas importantes. Esta actividad es importante desde el punto de vista del tratamiento pero más importante es desde el punto de vista de la revinculación familiar y la integración social de los detenidos”.
Como si fuera un cumpleaños colectivo, Walter, organizador y repostero amateur, presentó una gran torta que había hecho la noche anterior junto a otro compañero para cerrar el festejo. Antes, de la mano del Ministerio de Cultura, se presentó el grupo de teatro para chicos “El mundo es mío”, integrado por Victoria Baldomir, Andrés Caminos, Verónica Mayorga, Gadiel Sztrik.
Un grupo de nenes y nenas siguieron desde sus asientos, absortos, cada movimiento de los actores. Las carcajadas los aislaron aún más del resto del mundo. La pequeña Maya seguía encendida, desesperada por participar. Su papá, Adrián, tiene 23 años y obtuvo un permiso especial para debutar como boxeador profesional. Ganó y se entusiasmó con su futura carrera. “El boxeo es inteligencia, hay que estudiar al rival; como el ajedrez”, explica. Acá le dicen Mayweather, como el campeón norteamericano.
Ahora, los únicos movimientos que sigue son los de su hija.
-¿Tenés más hijos?
-¿Más? No, todavía le debo muchísimo a ella como para tener otra.
EG/JMM