Único ciudadano argentino condenado a pena de muerte en el mundo, el cordobés será el protagonista de una audiencia en la CIDH, que tratará su caso. Su abogado, que destacó la intervención del Papa Francisco, apunta a revertir el fallo acusándolo de discriminación racial.
El cordobés Víctor Saldaño es el único ciudadano argentino condenado a la pena de muerte en el mundo. Tiene 44 años y hace 19 que recibió la condena a que le apliquen la inyección letal en Texas, Estados Unidos. El próximo miércoles se realizará una audiencia por su caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en Washington D.C. Hacía allí viajará su abogado, Juan Carlos Vega. “Esta audiencia es definitoria”, aseguró a Infojus Noticias el abogado cordobés que lleva el caso desde 1998 y que, en esta oportunidad, estará acompañado por la Cancillería argentina.
La audiencia se realizará dos semanas después de que el Papa Francisco, que recibió en diciembre a Vega y a la madre de Saldaño, habló en el Capitolio sobre la necesidad de impulsar “la abolición mundial de la pena de muerte”. Vega explicó que es una “audiencia especial que concedió la Comisión ante un pedido en conjunto que hemos hecho las víctimas, porque yo represento a, Víctor y a Lidia Guerrero, su mamá, y la Cancillería argentina”. Vega agregó que el proceso planteado ante la Comisión, que fue iniciado en el año 1999, es un caso y no una denuncia, como las que se suelen tratar allí y que fue admitido como tal.
Vega también destacó que allí el caso de Saldaño “tiene la particularidad de que nosotros nunca hemos defendido su inocencia, ni tampoco hemos atacado jurídicamente a la pena de muerte, como defensores de derechos humanos que somos y frente al horror moral que nos genera. Hemos dicho: ‘Estados Unidos tiene la pena de muerte y es su legalidad. Y con respecto a Víctor Saldaño, él participó en un crimen atroz. Nunca lo hemos negado’”, explicó.
Pero agregó que lo que plantean es “el derecho que tiene Víctor, el derecho que tiene un hombre de una minoría racial, a ser juzgado como si fuera un blanco de ojos azules y que habla inglés. Es decir WASP (white anglo-saxon protestant). Esta es la riqueza que tiene el planteo ante la CIDH, la discriminación racial con que opera el sistema judicial más garantista y más perfecto, a mi juicio, que es el norteamericano, pero que es un sistema que trabaja con doble estándar”, explicó.
Saldaño nació en Córdoba, en un hogar de clase media, y a los dos años fue abandonado por su papá. A los 17, cuando dejó su casa para recorrer el mundo, el primer punto en el que recaló fue Florianópolis, Brasil, donde ubicó a su padre que había formado otra familia. Después siguió un viaje que lo llevó a la Guayana francesa, donde trabajó de minero, a México donde se dedicó a la albañilería y culminó en Estados Unidos, adonde entró ilegalmente y trabajó como lava copas en Nueva York, y de jardinero en Dallas. En noviembre de 1995 Saldaño estaba con su amigo, el mexicano Jorge Chávez, cuando participó del asalto y crimen del comerciante Paul King, en Plano, Texas. “Nosotros nunca decidimos nada. Estábamos borrachos, y fue un accidente. Qué sé yo… Fue una locura, porque yo siempre había trabajado honestamente, toda mi puta vida, y el loco que estaba conmigo también”, describió el propio Saldaño al diario español El País de España, al recordar el día que marcó su destino.
Mientras que él fue condenado a la pena de muerte, Chávez fue condenado a perpetua. “Nunca se pudo precisar el grado de participación criminal que había tenido cada uno”, describió Vega. El juicio se hizo en julio de 1996 y allí se tomó en cuenta el informe del perito psicólogo Walter Quijano que midió la “peligrosidad futura” de los acusados y consideró que el hecho de ser latino tornaba a Saldaño más peligroso.
En el 2000 la Corte Suprema de los Estados Unidos declaró nula la sentencia a muerte dictada en 1996 por un tribunal de Texas. Dijeron que se utilizaron criterios de discriminación racial, haciendo a lugar a la apelación de la defensa. En un segundo juicio, Saldaño recibió la misma pena. Con el planteo de la discriminación, la defensa logró llevar el caso hasta la Corte Suprema de Estados Unidos, que en 2004 le dio la razón. Y después salió en Texas una ley por la que no se puede condenar más a nadie por su origen, raza o religión. Se llama ‘ley Saldaño’”, explicó Vega.
Para Vega, la discriminación puede ser “un discurso político o una realidad jurídica”. “En el caso de Saldaño está probado judicialmente. Hay una sentencia de la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos que nos da la razón. Esto es otra particularidad del caso Saldaño. No es un discurso, no es un relato político de un argentino que vive en la periferia del mundo. Está probado por una sentencia de la Suprema Corte de Justicia de EEUU que significa hablar de la mayor Corte del planeta”, completó.
"Para que se tome nota de la envergadura del caso Saldaño, a Víctor la Corte le dio la razón y este también es un elemento que llevamos a la CIDH para decirles que dicten sentencia”, agregó.
Las penas más duras y la intervención papal
“En Estado Unidos las cárceles son para castigar. Y cuanto mayor es el crimen, mayor es el castigo. Es la religión luterana calvinista. A mí me ha tocado circular mucho por Texas y encontrarme con ese espíritu. Es una religión muy fuerte que así como aplaude el éxito material, monetario, castiga el crimen. Es así la religión puritana. Es así, no digo que esté mal, pero es así”, agregó y contó que la situación de Víctor “es de una degradación mental irreversible”.
A fines del año pasado Vega llamó a su amigo Juan Pablo Cafiero, entonces embajador ante el Vaticano para coordinar un encuentro con el Papa. Cafiero le pidió unos días para hablarlo, pero al día siguiente ya tenía una respuesta: “Vengan cuando quieran”, les dijo. Vega convenció a Lidia, la mamá de Víctor para viajar, “porque ella es protestante, no católica” y partieron rumbo a Roma junto a su co-patrocinante, en la Comisión, Esteban Yanoza.
“Tuvimos una audiencia de ocho minutos con el papa. Nos encontramos con un hombre de una gran sencillez y nivel de compromiso con el caso y que lo conocía en su totalidad”, relató. Después siguió el vínculo mediante informes y hace un tiempo supieron que el Papa hablaría de la abolición de la pena de muerte en el Capitolio. “Lo hizo y a los gritos”, destacó Vega.
Consultado sobre si cree que esto puede influir en el tema, Vega responde: “Sí, creo que puede influir. No soy un optimista de que vaya a cambiar el modelo procesal o penal de la noche a la mañana, pero va a influir sin dudas. Hay más de 3200 condenados de los cuales que calculo que el 50 son minorías que ni siquiera tuvieron la oportunidad de mostrar la discriminación racial”, concluyó.
CD/JMM