Los integrantes de Uruguayxs en Argentina por los Derechos Humanos se reunieron en el barrio de Almagro para fabricar una baldosa nueva con los nombres de sus compañeros asesinados en la dictadura argentina, en el marco del Plan Cóndor: Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz, Rosario Barredo y William Whitelaw. Mates, poesía y recuerdos de un periodo muy oscuro.
El 20 de mayo de 2014 los integrantes de Uruguayxs en Argentina por los Derechos Humanos gritaban bajo la lluvia en la esquina de Florida y Corrientes para recordar a cuatro de sus compañeros asesinados por la dictadura argentina: Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz, Rosario Barredo y William Whitelaw.
Esta tarde, con sol, mates y un truco de poesía se reunieron en la Casona de Humahuaca para fabricar una baldosa nueva con los nombres de sus compañeros que será puesta el próximo 20 de mayo. “Se llevaron lo mejor, lo más excelso de nosotros”, dijo María Quijano, integrante de Uruguayxs en Argentina por los Derechos Humanos, secuestrada durante ldictadura de Jesús María Boldaberry en Mercedes, Uruguay. “Cuando llegué a Buenos Aires se respiraba la muerte. Yo tenía que hacer contacto con un amigo mío en el Botánico y justo unos días antes mataron a Zelmar Michelini. Si lo hicieron con él que era un personaje, de mí deben tener todo, entonces no fui. Zelmar me salvó la vida”, continuó diciendo en medio de un círculo de compañeros que la escuchaba en silencio.
El senador del Frente Amplio – la coalición de izquierda formada en 1971 que gobierna actualmente el Uruguay- Zelmar Michelini fue encontrado muerto y torturado el 20 de mayo de 1976 en un auto abandonado sobre la Autopista Dellepiane y Escalada en Villa Lugano. Junto a él estaban el Presidente de la Cámara de Diputados Héctor Gutiérrez Ruiz (Partido Colorado) y la pareja de militantes populares Rosario Barredo y Williams Whitelaw. Barredo y Whitelaw fueron secuestrados el 13 de mayo junto a sus tres hijos que aparecieron días después en una comisaría. Ambos eran militantes del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros y entre las versiones oficiales de la época circuló que la muerte de los cuatro líderes uruguayos correspondía a un ajuste de cuentas por parte de los Tupamaros.
“Cuando yo era chico me decían, no juegues en la esquina que te lleva un Tupamaro, va a venir un sátiro con una estrella de Tupamaro y te va a secuestrar. Todos los relatos de nuestra época están teñidos por el horror de la época, pero al revés”, dijo Eduard Cuña, el integrante más joven de la organización uruguaya.
Detrás suyo, detrás del círculo en que hablaba junto a María Quijano, un hombre preparaba la mezcla de cemento, agua y arena con que fundirían la baldosa verde con los nombres de los cuatro asesinados. Yonidy de León, “La Pajarita”, rondaba entre quienes mezclaban sobre el pavimento y quienes conversaban en el círculo para leerles poemas a través de un tubo decorado con hilos y colores pasteles.
“La memoria es sobre todo,
dicen nuestros más primeros,
una poderosa vacuna contra la muerte
y un alimento indispensable para la vida.
Por eso, quien cuida y guarda la memoria,
Guarda y cuida la vida,
y quien no tiene memoria está muerto”.
Subcomandante Marcos, 2011.
Sobre la vereda de la Casona de Humahuaca instalaron una mesa de madera para echar la mezcla de cemento sobre el molde. Vertieron, fraguaron y fijaron las letras blancas en un círculo de gente que más parecía una ronda. “Aquí fue secuestrado Zelmar Michelini, senador. Por el terrorismo de Estado en el marco del Plan Cóndor”, se leía en el encabezado de la baldosa terminada. “Zelmar era un legislador muy conocido, con enorme capacidad para la oratoria. Era muy impresionante escucharlo. Tendría que haber sido el presidente de Uruguay, presidente de mi país”, recordó María Quijano sentada en una de las sillas del círculo. “Voy a leer algo de él”, anunció Yonidy de León “La Pajarita”: “Queremos que nuestra verdad se divulgue en todos los rincones del mundo. Que se sepa la maldad y la traición de estos hombres, así como también la sangre, el sacrificio y las viriles lágrimas de quienes han caído o dado su vida por la causa de la liberación nacional”, recordando un fragmento del discurso enérgico de Michelini frente al Tribunal Russell de 1974 que terminó en ovación.
Cuando la placa estuvo terminada todos aplaudieron, cantaron y gritaron consignas. Eduard Cuña, el más joven, leyó las adhesiones de SERPAJ Uruguay y comenzó un poema de Benedetti. “Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer…”, y rompió en llanto, no pudo más y le entregó la hoja a “La Pajarita” que comenzó de nuevo y convirtió el cierre en un recital de poesía.