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28-5-2013|15:42|Gastón Duffau Opinión
Sin Condena

Caso Duffau: cómo se construyó la impunidad

La periodista Irina Hauser analiza la sentencia del segundo juicio por el asesinato de Gastón Duffau. ¿Qué falló en la investigación? ¿Por qué los jueces dijeron que el juicio “no fue la vía adecuada para llegar a un pronunciamiento definitivo”?

  • Majo Malvares
 

Enfrente de los tribunales de La Matanza hay una parrilla que se llama “Sin condena”. Parece un chiste de humor negro. Un lugar para llorar o para festejar, según a quien le toque. En cualquier caso el nombre aplica a la historia de Gastón Duffau. Por su asesinato, en febrero de 2008, fueron juzgados cinco policías bonaerenses, acusados de haberlo torturado y causado su muerte. Dos veces se los enjuició: la primera fue en mayo de 2009, la segunda hace unos días nomás, cuatro años más tarde. Las dos veces fueron absueltos por el beneficio de la duda, por tribunales distintos. Es inevitable que la familia de la víctima y cualquiera que capte la noticia explote de furia ante un crimen impune. Aun así, la absolución es una posibilidad propia del sistema judicial, no implica necesariamente su fracaso.

Pero aquí falla otra cosa, algo grande. Se nota en las conclusiones de los jueces en esta segunda sentencia, cuando afirman que los agentes policiales fueron responsables de la muerte pero no se los puede condenar porque la investigación fue deficiente, las pruebas no dan respuestas y la acusación estuvo mal planteada. El juicio, dijeron, “no fue la vía adecuada para llegar a un pronunciamiento definitivo”, lo que equivale a afirmar que no sirvió para nada.
Es el Estado (que incluye a sus propios jueces y fiscales) revelando su incapacidad de dar respuesta ante un hecho de violencia institucional y de violación a los derechos humanos flagrante.

Vale la pena recapitular los hechos para ver cómo se construye la impunidad. Gastón era un chico de 33 años con trastornos psicológicos y de conducta, que pasaba largos ratos en la calle. El 22 de febrero de 2008 estuvo en un local de Mc Donald´s en Ramos Mejía donde habría provocado algunos disturbios. El personal de seguridad del local pidió ayuda. Llegó la policía antes que una ambulancia. Lo subieron a una camioneta policial, pasaron por la comisaría 1° donde el propio padre de Duffau fue jefe en otros tiempos, y al final lo llevaron al hospital de Haedo. Allí llegó sin vida, esposado y con los tobillos atados con un cinturón. Tenía golpes en todo el cuerpo, cinco costillas rotas y fracturada la segunda vértebra cervical junto con el cartílago, lo que terminó matándolo por asfixia.

• La investigación tuvo un gran vicio de origen, digno de una policía con cómoda apoyatura en las estructuras judiciales: la primera autopsia se hizo con médicos policiales presentes (de la misma fuerza investigada) y la conclusión fue que Gastón había sido arrollado por un auto al menos unos cinco días antes del episodio en Mc Donald´s, por lo tanto sus lesiones eran viejas. A pesar de que la rotura de la vértebra cervical y el cartílago pueden ser letales, la hipótesis era que sobrevivió alegremente una semana con el cuello destrozado. La fiscalía, luego apartada, apoyó esa teoría. No había accidentes en los registros viales de la zona. En los primeros días también se dijo que Gastón estaba borracho y que había querido robar.

• Una segunda autopsia dispuesta por la Procuración bonaerense indicó que Duffau había sido blanco de una golpiza salvaje y contemplaba la asfixia como posible desencadenante de la muerte. En el primer juicio la defensa de los policías se agarró de ese dato para alegar que al joven no lo mataron golpes sino la falta de aire. El Tribunal Oral 5 de La Matanza concluyó que no había quedado demostrado si los policías golpearon a la víctima y que las lesiones no encuadraban en el mecanismo de la tortura. Pidieron investigar al fiscal que acusó, y que había pedido prisión perpetua.

• La Cámara de Casación Bonaerense, luego avalada por la Corte provincial, revocó aquellas absoluciones y ordenó un nuevo juicio, que es el que terminó esta semana.

• Llegado el segundo juicio, estaba claro que las lesiones más graves se habían producido el mismo día de la muerte, un rato antes. El núcleo del debate fue si se produjeron cinco minutos antes, dentro de la camioneta policial, o con media hora de anticipación, lo que abría la posibilidad de que hubiera sido agredido en el local de comidas rápidas. En caso de tratarse de esta segunda opción, no se entiende para qué la policía esposa y ata a alguien que está tan malherido, sin contar que habría soportado media hora en esa condición mientras su cuerpo se bamboleaba dentro de una camioneta. Si estaba tan mal desde el inicio, tampoco está claro por qué lo llevaron primero a la comisaría, donde se habría resistido a entrar, en lugar de llevarlo directo al hospital.

• Un dato llamativo es que aún en la investigación policial interna siempre se sostuvo que los policías desplegaron un accionar violento, que seguramente fue el desencadenante del deceso, incluso aunque hubiera lesiones previas. Otro dato curioso fue la muerte en la cárcel de uno de los policías acusados desde un inicio, quien apareció ahorcado.

• En el segundo juicio la fiscalía y la querella volvieron a acusar por el delito de tortura seguida de muerte. Los fiscales no utilizaron algo que está permitido en los tribunales bonaerenses: una acusación alternativa. En este caso podía ser el homicidio culposo, aunque más no sea por negligencia de la policía. Tampoco se avanzó en determinar qué hizo el vigilador de McDonalds.

Esta semana el Tribunal Oral 4 de La Matanza volvió a absolver a los policías acusados. Y dejó escritas conclusiones inquietantes. Los responsabilizó por la violencia en el traslado del chico y les atribuyó posible homicidio culposo, aunque dijo que no podía condenar por algo que no formó parte de la acusación. Acotó que les pericias forenses tampoco demostraban el momento exacto de los golpes y que no se puede aseverar que los que propinaron los agentes hayan causado la muerte. Los jueces preguntaron: ¿si lo querían matar, para qué lo llevaron al hospital? Pero la sentencia, por ejemplo, no menciona el carácter mortal de la rotura de una vértebra y de la médula, aunque dispara críticas a la familia por no cuidar del joven. Como sea, queda claro que los policías tuvieron un papel clave en el momento fatal y habrá que ver por qué no se investigó a la seguridad privada.

El juicio terminó “sin condena”. No hay culpables, ni responsables, con suerte algún responsable que no sufre consecuencias. Dos veces lo mismo. Fuentes calificadas de la Corte bonaerense explican a esta cronista que no es cierto que un tribunal oral tenga vedada la posibilidad de introducir una acusación distinta a la fiscal, con una calificación diferente. Esa posibilidad está, en especial cuando hay problemas de origen con la valoración de las pruebas disponibles, así dudosas como están, y tratándose de un segundo juicio. Es una decisión política, así de simple. Beatriz Silvane, la última pareja de Gastón impulsó la querella y se volvió casi una especialista en pericias. Quedó muy impactada, contó, cuando al salir de la audiencia “los acusados agradecían el apoyo que les había prestado el gobernador Daniel Scioli”. “¿Qué nos queda?”, sollozó.

Queda la desazón flotando, la falta de respuesta y de eficiencia del sistema judicial, aunque más no sea para dictar una absolución pero que sea certera, despojada dudas. No hay reparación, al menos todavía. Siempre queda la sensación de la empatía judicial (ya sea de jueces o fiscales) con la policía. Todo empiojado y revuelto. Es inevitable conectar este caso con el de la persecución policial y desaparición de Luciano Arruga, en la misma jurisdicción, donde la fiscal inicial puso a investigar a la misma comisaría que estaba envuelta. Pero el homicidio de Arruga, un chico pobre, todavía ni llegó a juicio. Tal vez la sentencia del Tribunal 5 por el asesinato de Duffau no sea “mala”.

Quizá haya que reparar en este costado que revela las fallas estructurales, del ADN judicial. El Estado no ofrece algo que sintetiza una frase repetida últimamente y que se llama “tutela judicial efectiva”.  

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