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4-6-2015|16:31|#Niunamenos Opinión
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Sin vuelta atrás

La marcha de ayer superó cualquier tipo de cálculo o proyección. Porque quienes salieron a la calle difícilmente coincidan en otro tipo de marcha. A veces lo más fácil es lo más difícil. Y es fácil decir “estoy en contra de que maten mujeres” o “basta de sociedades machistas” pero es difícil que eso se cargue de sentidos. Y ayer eso se logró. Y cuando se construye un sentido después es muy difícil volver atrás.

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Durante las últimas dos semanas hubo como una pulsión adivinatoria. Decenas de artículos periodísticos y horas de radio y televisión se dedicaron a desentrañar el “fenómeno #Niunamenos” para hacer pronósticos sobre lo que pasaría el 3 de junio. Con análisis sesudos- algunos- reflexiones sobre el tipo de convocatoria 3.0, discusiones fructíferas y necesarias en el propio seno del feminismo y las adhesiones y posicionamientos políticos que fueron llegando más tarde – con sus prerrogativas-, por momentos parecía la marcha ya hubiera sucedido, que las miles de palabras no eran antesala sino el propio acontecimiento. De alguna manera lo fue – había que darle un significado al hashtag- pero claramente las palabras y sus correspondencias no son doscientas mil personas marchando alrededor del Congreso y Tribunales.  Creo que, a pesar de los cálculos, nadie pudo prever la contundencia de lo que pasó ayer.

Y lo que pasó ayer fue que gente de distintos colores políticos,  clases sociales, géneros, colectivos, edades y vivencias se juntaron para apoyar una proclama que, reflejada en cifras y personalizada en las víctimas – Chiara, Ángeles, Lola, Melina, Daiana, y la lista de chicas asesinadas es centenaria-fue mucho más lejos que una denuncia contra los femicidios.  Porque la Plaza de los Dos Congresos se habitó de mujeres que en algún momento de sus vidas fueron víctimas de violencia, o la siguen padeciendo. Y se pobló de hombres que acompañaron a estas anónimas que apenas se les preguntaba el porqué de su presencia allí tenían una historia terrible para contar. Y estuvieron los adolescentes con sus uniformes de colegios católicos junto a los colectivos por la diversidad que denunciaban la violencia transfóbica y las miles de mujeres que además reclamamos la legalización del aborto.

Pero vuelvo a las víctimas anónimas. Fue impactante ver la cantidad de mujeres solas, que habían ido con sus hijos pequeños para manifestarse. Esas mujeres, que según Clarín entrarían en el rango de las “fábricas de hijos”, sostenían carteles donde pedían por sus hijas desaparecidas  desde hace décadas – sin presencia en los medios- o contaban en primera persona casos de violencia física y psicológica: “Lo que no entiende la sociedad es lo difícil que es salir de una relación violenta. Salir de la relación y después salir de tu casa. O que se vaya él”, dijeron varias,  y apuntaron a la Policía y a la Justicia como los grandes discriminadores.  Querían hablar, necesitaban pedir, les era imposible no estar allí.

Las marchas para reclamar por la equidad de género tienen los antecedentes de los Encuentros de Mujeres. Los postulados feministas tienen como antecedentes décadas de militancia territorial y reflexión académica. Las marchas populares tienen como antecedente la tradición argentina de tomar las calles. Los eslóganes progresistas son fáciles de replicar y aún más fáciles de parodiar. La movilización de ayer superó cualquier tipo de cálculo o proyección que quisiera especular con todo lo anterior. Porque quienes salieron a la calle difícilmente coincidan en otro tipo de marcha. A veces lo más fácil es lo más difícil. Y es fácil decir “estoy en contra de que maten mujeres” o “basta de sociedades machistas” pero es difícil que eso se cargue de sentidos. Y ayer eso se logró. Y cuando se construye un sentido después es muy difícil volver atrás.  

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