El tercer juicio por delitos de lesa humanidad en Catamarca entró en la etapa final y se espera que en la próxima jornada, el 23 de octubre, empiecen los alegatos. Hoy los testigos declararon sobre el secuestro y la desaparición de Nelly Yolanda Borda, estudiante y militante del PRT. Por su caso, y por la privación ilegítima de la libertad de los hermanos Francisco y Griselda Ponce, y de su sobrino Julio Burgos, hay cinco represores imputados.
La audiencia duró cuatro horas y, mientras declararon los testigos, hubo escenas dramáticas. El tercer juicio por delitos de lesa humanidad en Catamarca entró en la etapa final y se espera que en la próxima jornada, el 23 de octubre, empiecen los alegatos. Hoy en la sala de los Tribunales Federales hubo lágrimas, abrazos y gritos. El secuestro y la desaparición de Nelly Yolanda Borda, estudiante y militante del PRT, detenida el 27 de enero de 1977 en su casa de la ciudad de Belén, ocuparon el centro de la escena. Por ese hecho, y por la privación ilegítima de la libertad de los hermanos Francisco y Griselda Ponce, y de su sobrino Julio Burgos, están acusados cinco represores: cuatro ex militares y un ex jefe de policía. Están imputados, también, por la conformación de una asociación ilícita bajo el terrorismo de Estado.
A nivel nacional, quizás sea un juicio chico, pero a nivel local es el más grande por la cantidad de hechos y de imputados en el banquillo de acusados. Ellos son los ex capitanes del Ejército Darío Otero Arán y Jorge Isaac Ripoll -oficiales de Inteligencia del Regimiento 17 Aerotransportado de Catamarca-; el ex mayor del Ejército Enrique Henzi Basso; el ex jefe de la Sección Tiradores de la misma unidad, Rodolfo Sergio Mujica; y el jefe de la policía provincial en los primeros 50 días posteriores al golpe de Estado, Carlos Ricardo Ruiz.
El primer testigo fue Hugo Padovani, de 74 años, ingeniero y decano de la Facultad de Informática de la Universidad de Morón. “Conozco a una persona, el señor Basso, fuimos compañeros de promoción militar”, dijo, cuando el tribunal le preguntó si sabía de alguno de los imputados. En 1977, Padovani era oficial del Ejército en Tinogasta. “Más de una vez visité a mis tíos, en Belén”, dijo, en referencia a los padres de Borda. En uno de esos viajes, fue a una fiesta de casamiento de una hermana de Yolanda. “Unos días después, mi tío me llamó por la desaparición de mi prima. Pedí permiso para ir al Regimiento de Catamarca. Se lo hice saber al jefe Lucena, que recibió la denuncia. Al salir, me encuentro con Basso, que era compañero mío de promoción. Lucena me dijo que Basso era el oficial de operaciones”, dijo y agregó: “Basso me dijo que solo hizo control de ruta, pero no recuerdo en qué zona. Le pregunté por lo de mi prima y me dijo que no sabía nada”.
A la fiesta dijo que lo acompañó un compañero suyo del Ejército. El dato no es menor: la familia sospecha que ese compañero habría sido el que hizo la Inteligencia para el posterior secuestro. Entonces, el fiscal ofreció un careo con la testigo Fresia Borda, una de las hermanas de Yolanda, que había situado al ex militar en su casa horas después del operativo. “Es abierta y manifiesta la contradicción entre un testimonio y otro”, dijo el fiscal Rafael Vehilis Ruiz, antes del careo.
El abogado querellante Guillermo Díaz Martínez leyó una declaración testimonial que dio Padovani en la instrucción, donde dijo que Basso estuvo en la zona del lugar del hecho. Padovani se rectificó: “Cuando dije zona quise referirme no a toda la provincia, sino a la zona de Tinogasta, Belén, esa zona”. El testigo nunca recibió respuesta de Lucena por el paradero de su prima. Padovani admitió que tiempo después, cuando regresó a ver a su tío, alguien le mostró una foto de Yolanda en una olla popular en Tucumán “pero no supe nada de su militancia política”.
“No mientas”
La sala vivió después un movimiento de tensión. Fresia se sentó al lado de Padovani y comenzó el careo. La mujer dijo que apenas horas después del 27 de enero de 1977, tras el secuestro de su hermana, él “inmediatamente” fue a Belén. Padovani había dicho que fue “días después” pero no el mismo día del secuestro. “Él entró corriendo a mi casa, con la pistola en la mano, creo que fue para socorrernos porque había un operativo en la zona. Cuando llegó mi primo, nos tranquilizamos porque era del Ejército, fue como si viniera el ángel de la guarda”, precisó la testigo. Padovani contestó: “No recuerdo si fue ahí nomás del hecho o después, ni como me avisaron, pero fui”. Fresia fue contundente: “Llegaste ese mismo día que la secuestraron. El casamiento fue el 15, y la desaparición fue el 27. Vos llegaste el 27 al mediodía”. Padovani, con palabras secas, apeló a la falta de memoria pero no negó el hecho. “No mientas”, gritó un familiar entre el público, y fue retirado de la sala.
La sala, ubicada en el segundo piso de los Tribunales Federales –que funciona en un edificio algo deshabitado-, es precaria, mal iluminada y parece una oficina grande. Había cerca de 40 personas. De un lado, los estudiantes de un colegio –que llegaron por el programa “La escuela va a los juicios- y los familiares de las víctimas. Del otro, amigos de los imputados. En un lateral, hay una biblioteca con libros jurídicos y, encima de ellos, carteles con fotos que dicen “Julio Genaro Burgos, presente!”, “Nelly Yolanda Borda, presente!”, “Julio López, presente”!, “Griselda Ponce, presente!”, “Francisco Gregorio Ponce, Presente”. En la última fila, un grupo de ex presos políticos que llegó de La Rioja.
En cada jornada, según los abogados querellantes, se produce nueva prueba para próximos juicios. Los nexos entre la policía provincial y el Ejército es una clave.La otra, la reconstrucción del circuito represivo, con los centros de detención y la acreditación de tormentos a los secuestrados. “Estamos en instrucción de la Masacre de Capilla del Rosario II, con los sobrevivientes. Y también con otros casos, pensando en una posible megacausa”, confió Vehils Ruiz.
Revolución y “subversión”
La audiencia siguió con el testimonio de ex militares, propuestos por las defensas. Carlos Franke, coronel retirado, estuvo 45 días en Catamarca después del golpe como director del banco de Catamarca. “La sociedad catamarqueña tenía un gran aprecio por las fuerzas armadas, como en todo el norte del país”, dijo. “Usted sabe qué fue la lucha contra la subversión”, preguntó Díaz Martínez. “Lo he leído en todos los diarios, pero no supe más nada”, negó Franke.
Luego fue el turno de Rodolfo Dik, de 65 años, militar retirado. Dijo que conoce a Mujica, a Basso, a Ruiz y a Otero Arán. Prestó servicio entre 1975 y diciembre de 1976 como teniente del Regimiento 17 Aerotransportado, compuesto por 800 hombres. Cuando se fue, lo reemplazó Otero Arán como jefe de compañía. “Nunca escuché que en ese tiempo se detuviera a alguien”, dijo. El Regimiento 17 Aerotransportado fue el eje de la represión local. Negó que se hubieran realizado actividades de inteligencia. “Lucena era un hombre inteligente, culto, firme. Si no se le cumplía una orden, se enojaba”, detalló sobre el máximo responsable militar.
Preguntado sobre si sabía que era la lucha contra la subversión, Dick se sorprendió. “Habría que definir a qué se llama subversión. Se entiende que son elementos que perturban el orden. Leí ‘De la guerra’, de Carl von Clausewitz, donde ya aparece esa idea. Pero en ese momento era muy joven e ignoré muchas cosas de esa revolución”, declaró y remarcó que, luego, se doctoró en Historia.
-¿De cuál revolución? –preguntó Díaz Martínez
-La del ’76.
“La población de Catamarca era pacífica, tranquila, no recuerdo que nadie se haya negado a los censos que hacíamos”, dijo. El Tribunal le mostró un acta de un censo, firmado por Otero Arán, donde no sólo se consignaban datos personales de cualquier censo normal sino que aparecían allanamientos de vivienda y secuestros de libros. Dik negó todo, pero el juez Díaz Gavier señaló ambigüedades. “No es posible pensar que un jefe de compañía, como usted, no supiera sobre la lucha antisubversiva”, le señaló. Y el ex militar, entonces, no pudo seguir haciéndose el desmemoriado: “Sí, sabía. Una vez el Regimiento fue a Tucumán en el marco de la guerra antisubversiva”.
La última testigo fue Estela María Assaf, que también se refirió a Yolanda. “Mi padre fue detenido ilegalmente, en los últimos días de marzo de 1977. Fue a visitar a sus nietos a La Banda, en Santiago del Estero, y gente encapuchada lo secuestró”, dijo. Contó que estuvo detenido en esa provincia “en dependencias de la SIDE” y luego en Tucumán, en el centro clandestino “Arsenal Miguel de Azcuénaga”. Dijo que su padre era oriundo de Belén y conocía a la familia Borda. “Mi padre me contó, en 1979, que vio a Yolanda Borda en Arsenales en calidad de detenida desaparecida. Quedaron que el que saliera primero le avisara a la familia respectiva”. La “Yola”, como le decían sus amigos, estaba tirada en el piso de una celda, con los ojos vendados y vestida de harapos en medio de invierno.
Su padre, cuando salió, se puso en contacto con la familia de Yolanda. Le relató dónde estaba, pero nunca más supieron de ella. “Tengo la presunción que la mataron”, cerró Assaf, y sus palabras dejaron un silencio que retumbó en la sala. La familia Borda se fundió en un abrazo.
JMM/JC/RA