Trabajaban en la Dirección de Drogas de la Policía de Córdoba. El fiscal los imputó por asociación ilícita, falsedad ideológica, falso testimonio y privación ilegal de la libertad. Arrepentidos, traiciones y negocios sucios.
Desde anoche están presos: se entregaron después de una orden de captura del juez federal Ricardo Bustos Fierro y el fiscal Enrique Senestrari. El comisario mayor Rafael Sosa; el comisario Alfredo Saine; el oficial inspector Franco Argüello; el sargento Fabián César Peralta Dáttoli y el suboficial Mario Osorio se desempeñaban en la Dirección de Drogas de la Policía de Córdoba. El fiscal los imputó por asociación ilícita, falsedad ideológica, falso testimonio y algo más grave: privación ilegal de la libertad. El juez estuvo de acuerdo. Los detenidos estaban alojados en la Alcaidía del edificio de Tribunales Federales.
La bomba detonó el miércoles pasado en el programa de investigación ADN, que emite canal 10 de la Universidad Nacional de Córdoba. Allí Juan Francisco “El Francés” Viarnes, un colaborador encubierto de la policía, dijo que hombres de la Dirección de Drogas, incluido su jefe Rafael Sosa, desviaban una parte de la droga incautada en los operativos. Según sus dichos, la vendían a a los propios narcos, o la usaban para pagar a informantes y armar causas.
La investigación en rigor había empezado mucho antes y en silencio. El 8 de agosto Juan Francisco “El Francés” Viarnes, un informante de la policía que se sentía abandonado, había decidido hablar sobre las changas que hacía para la policía. Y sobre todo, de las conexiones entre los barones provinciales del narcotráfico y los policías que decían combatirlo. El fiscal empezó a buscar las pruebas para probar las acusaciones.
Después de la emisión del programa ADN, las esquirlas dispararon para todos lados. El fiscal se quejó: quería atraparlos con las manos en la blanca, pero la publicidad de esa investigación en curso lo privó del factor sorpresa. El jueves los policías fueron licenciados de sus cargos. En las primeras horas del sábado el oficial principal Juan Alós -también mencionado en el programa- apareció muerto en su auto, de un balazo en la cabeza. El fiscal del caso opinó que era un suicidio. Entre otras cosas, porque Alós dejó una carta para limpiar su nombre. En el escrito el oficial aprovechó para apuntar contra el periodista Tomás Méndez del programa ADN, y contra Viarnes, el colaborador encubierto de la policía. Al velorio del camarada en Altagracia se acercaron unos 300 policías. El jefe, Ramón Frías, culpó por su muerte al fiscal Senestrari.
El lunes el gobernador De la Sota salió a respaldar públicamente a Frías, pero fueron las noticias de los incendios las que ocuparon las primeras planas. El martes, tal vez previendo una segunda emisión del programa, el fiscal Senestrari le entregó su celular a un colaborador, pidió que le filtraran todas las llamadas y se encerró en su despacho a trabajar en el pedido de captura. Cree tener las pruebas firmes para probar que el comisario mayor Rafael Sosa y su gente armaron causas plantando droga. Ayer por la mañana, Sosa contraatacó: denunció penalmente al fiscal por violación del secreto profesional, argumentando que después del velorio de Alós el investigador había dicho que también estaba denunciado.
Pero el fiscal siguió trabajando contrarreloj. A las cuatro de la tarde dictó la orden de captura y ocho allanamientos: en las casas de los cinco policías, en las dos sedes de la Dirección de Drogas, y en un boliche, Palmira, cuyo jefe de seguridad era uno de los arrestados, el suboficial Mario Osorio. El dueño de Palmira había sido secuestrado dos meses atrás y Sosa, sin dar intervención institucional, había participado del operativo de rescate.
Quién es quién: Sosa, sus hombres y el Francés
El Francés había quedado detenido en julio pasado por comprar tres autos con dólares falsos. Dos de sus víctimas lo habían encontrado en una estación de servicio y el dueño llamó a la policía. Le soltaron la mano: además de detenerlo, allanaron su casa y encontraron 350.000 dólares falsos. Cuando el Francés hizo su descargo dijo que se los habían plantado.
Algunos leyeron que se trataba de un clásico soplón de la policía. Había sido denunciado en 2010 pero nadie lo había investigado. Desde entonces cumplía adicionales en roles diversos Pasaba de ser un abogado de la policía a un interesado en comprar una casa, según los montajes que idearan los uniformados. En diciembre Sosa asumió la conducción de la División de Lucha contra las Drogas, pero desde antes Saine, Argüello y Fabián César Peralta Dáttoli repetían sus escenas: acercarse a ver una vivienda en venta, aprovechar esa visita para plantar droga, decir que tenían que pagar una coima a su abogado, que no era otro que el Francés.
Hasta que el soplón prendió el ventilador en el prorama de televisión, Sosa era considerado un policía de sangre azul. Jamás había estado al frente de una comisaría, y su mejor destreza era la investigación detectivesca. La prensa cordobesa lo apodó el “Sherlock Holmes” del caso Corradini, por deducir que el asesinato había sido un plan de su viuda y dos policías. Pero también dio pasos en falso. Cuando estaba al frente de la División Homicidios investigó el asesinato de Nora Dalmasso. Fue quien dio fuerza a la pista del pintor Gastón Zárate, un perejil.
El 5 de abril, cuando Sosa ya estaba al frente de la Dirección de Drogas, dos hombres que circulaban por la ruta 9 en una Toyota Hilux gris fueron detenidos en un operativo. La camioneta tenía una cúpula con 18 bultos que resultaron ser 860 camperas de cuero ecológico. La Dirección de Drogas anunció que al menos 530 estaban impregnadas de clorhidrato de cocaína. En conferencia de prensa el comisario Sosa se mostró orgulloso del operativo. Hizo cuentas, estimó: se habían interceptado 200 kilos de polvo blanco. Pero finalmente las pericias químicas establecieron que las prendas no contenían droga. Una sustancia del cuero ecológico habría provocado el falso positivo.
El Francés había estado preso en Río Cuarto, La Plata, Chaco y Corrientes en causas por piratería del asfalto y asalto a blindados. Dicen en voz baja los entendidos que hombres como él se mueven con soltura en los rediles del hampa, y cuando se pasan de vivos resulta fácil explicar su muerte repentina. Algo de eso debió haber ocurrido, comentan, para que el Francés se decidiera a hablar en televisión. Cuando el fiscal lo liberó quisieron silenciarlo. En las cámaras de televisión encontró la mejor manera de protegerse. Anoche, en la segunda emisión del programa ADN, el Francés contó otra cosa: que uno de los tres autos que había comprado con los dólares falsos era para el jefe de la policía de Córdoba, Ramón Frías.
Hoy la Asociación de Fiscales y Funcionarios del Ministerio Público Fiscal expresó su apoyo al fiscal federal Enrique Senestrari, quien lleva adelante la investigación sobre la presunta connivencia entre narcos y policías de Drogas Peligrosas de la provincia de Córdoba, y le reclamó al jefe de la policía, Ramón Frías, que se "limite" a cumplir su función y
"colabore con la investigación".