El 17 de septiembre de 2014, Gonzalo Lizarralde apuñaló a la mujer y su hija, de un año y nueve meses, y las arrojó a una alcantarilla. La beba sobrevivió 80 horas junto al cuerpo de su mamá, hasta que ambas fueron encontradas. Hoy comenzó el juicio y la hermana de la víctima expresó: “Estamos esperando Justicia”.
El 17 de septiembre de 2014, Gonzalo Lizarralde apuñaló a Paola Acosta y su hija de un año y nueve meses, y las arrojó a una alcantarilla. La beba sobrevivió 80 horas, junto al cadáver de su madre. Hoy, en la primera audiencia del juicio, Lizarralde –que enfrenta los cargos de homicidio calificado por el vínculo, por femicidio y por alevosía por Acosta y de tentativa, por su hija–, se negó a declarar.
El debate por jurados comenzó esta mañana, en la Cámara 11 del Crimen de Córdoba, con la lectura de acusación del fiscal. Luego de negativa del fotógrafo, de 36 años, los jueces dieron inicio a la etapa testimonial con el relato de Marina, la hermana de la víctima. Ella, como familiares y amigos de Acosta, mantuvieron desde anoche una vigilia frente a los tribunales, para reclamar una condena ejemplar.
El femicidio fue cometido el 17 de septiembre del año pasado, la misma noche en que Lizarralde debía pagar la primera cuota alimentaria de la pequeña, que sobrevivió en un desagüe infecto “por razones ajenas a la voluntad del imputado”, dice el auto de elevación a juicio.
En diálogo con Infojus Noticias, el fiscal de Cámara a cargo del juicio, Diego Albornoz, sostuvo que “la prueba obrante es muy contundente” y elogió la instrucción a cargo de la fiscal Eve Flórez. Previo al comienzo de la audiencia, Albornoz señaló que prisión perpetua o absolución son las dos únicas posibilidades ante un fallo de la Cámara, al momento de que decida si se lo declara culpable o inocente al acusado, según informó la agencia Télam.
De acuerdo con fuentes de la Cámara, el juicio podría extenderse durante pocas audiencias. Marina Acosta, hermana de Paola, dijo a la prensa que será “la oportunidad que tiene la Justicia de reivindicarse por todo lo que no hicieron por Paola y Martina en su momento, porque no salieron a buscarlas (cuando se denunció su desaparición)”.
En ese sentido, la hermana de la víctima, que quedó a cargo de la beba, expresó: “Estamos esperando Justicia, que para nosotros se traduce en que se dicte cadena perpetua para Gonzalo Lizarralde” y agregó que “esto que pedimos no es un capricho sino que creemos que nos daría la posibilidad de equilibrar la balanza. Porque Paola nos va a faltar toda la vida, en especial, a sus hijos mayores (de una relación anterior) y a la pequeña (que llevará las cicatrices toda su vida en su cuerpo, en su cuello, en su espalda”.
Qué vieron y qué dijeron los testigos
Frente al edificio dónde vivía Paola hay una larga muralla que protege un terreno en desuso. Allí estacionó su camioneta Peugeot blanca Gonzalo Lizarralde, el miércoles 17 de septiembre de 2014, a las diez de la noche. Llegó para pagar los 1400 pesos de la primera cuota alimentaria que debía comenzar a pagarle a Paola. Había retrasado varias veces la cita. En el camino, le escribió tres mensajes de textos: “¿Vivís sola o con tu hermana?”, “¿Quién cuida a los chicos cuando no estás?” y, luego, “voy en camino, llevo la plata, un peluche para la gorda y algo más”. Los mensajes quedaron en el teléfono que ella dejó sobre la mesa, junto a su billetera y la mamadera de la niña, cuando bajó a recibirlo.
Esa noche, en la puerta de su casa, los vecinos vieron a Paola y Martina por última vez. “El chico estacionó la camioneta, justo frente al baldío. Estuvieron hablando hasta las doce. Él estaba nervioso, iba y venía. Ellas estaban sentadas en la vereda. Después, me acosté a ver tele. A eso de las doce y media de la noche, escuchamos gritos, muchos gritos, como por cinco minutos”, contó un comerciante que tiene una pizzería justo enfrente al edificio. “Era la primera vez que lo veíamos acá, por eso nos llamó la atención”, dijo el testigo a esta agencia, el año pasado.
En ese lugar, los peritos detectaron varias manchas de sangre, que no pudieron ser cotejadas con la de la víctima. En cambio, se identificó el ADN de Paola en la parte trasera de la camioneta que Lizarralde usaba para hacer el reparto de panificaciones de la empresa de su familia.
Desde el miércoles 17 –cuando Paola y Martina fueron vistas por última vez– hasta el domingo a la mañana, toda Córdoba las buscó. Ambas aparecieron en las entrañas de la ciudad. Estaban en un desagüe de la esquina de Igualdad y Zipoli, en una zona de la ciudad que Lizarralde frecuentaba. A ocho cuadras del comercio de su familia y de su propia casa. En esa esquina, hay una panadería del circuito de repartos que él hace a diario.
De acuerdo a los testimonios que constan en la elevación a juicio, mientras todos buscaban a las mujeres, Lizarralde volvió al lugar 12 horas después. Ignacio Chávez Castro, empleado de la familia que hacia repartos con Gonzalo, declaró que al día siguiente pasaron por el local comercial ubicado en Igualdad y Zipoli. “Gonzalo se detuvo un rato, bajó, se asomó al desagüe y dijo: ‘Qué olor a bosta que hay siempre acá’”. Desde hacía doce horas, el cuerpo de Paola se descomponía en ese lugar. También estaba Martina, viva. Lizarralde no hizo nada para salvarla.
En el auto de elevación, la fiscal Eve Flores escribió: “Lizarralde se aseguró de que sus víctimas estuvieran muertas al asomarse por la alcantarilla donde previamente las había arrojado, y el olor nauseabundo que experimenta lo convence de que había logrado su propósito. No advirtió que Martina se encontraba con vida, presumiblemente por estar inmóvil, inconsciente a consecuencia de los tremendos golpes recibidos en la cabeza, tal como surge de la historia clínica del Hospital de Niños”.
Femicidio
Unos meses antes del crimen, un amigo del imputado le contó que la madre de su hija no reconocida había empezado el trámite judicial para pedirle alimentos. La respuesta de Lizarralde fue: “Si eso me pasa a mí, las cargo y las tiro al dique”. Tiempo después, cuando un ADN confirmó que era el padre de Martina y Paola comenzó a reclamar sus derechos, la asesinó.
Para la fiscal Eve Flores esa frase marca la personalidad machista de Lizarralde. “Lo que ofende, lo que enoja al imputado es que esta mujer no responde a los patrones socioculturales asignados a una mujer. No es una mujer sumisa. Cuando él se niega a reconocer la paternidad, ella acude a la Justicia, defiende los intereses de una hija, logra que se la atienda”, explicó Flores.
El tribunal
El tribunal con jurados populares que lleva a cabo el debate está integrado por Susana Frascaroli, Daniel Ferrer Vieyra y Graciela Bordoy de Pizzicari. El Ministerio Público está representado por los fiscales Albornoz y Eve Flores; mientras que, como querellante, actúa el abogado Juan Carlos Sarmiento, en representación de Hernán Faerher, el ex esposo y padre de los otros dos hijos de Paola.
En tanto, la defensa del acusado está a cargo de Walter Ferrero. Pocos días antes de llegar a juicio, Lizarralde se había quedado sin abogado defensor. Durante la acusación, fue representado por Sebastián Macari Gaido pero el letrado no pudo sostener la coartada que le proponía el acusado. Según Lizarralde, esa tarde él fue secuestrado y permaneció en cautiverio hasta pasada la medianoche.
WC/Télam/LL