Paola Acosta y su hija estaban desaparecidas desde el miércoles. Ayer, el cuerpo de la mujer apareció apuñalado en un desagüe. Martina, de un año y nueve meses, estaba dentro: viva. Había pasado tres noches junto al cadáver. El fiscal fue apartado a pedido de la familia de Paola. El único sospechoso es el padre, que está detenido.
Gonzalo Lizarralde será padre por segunda vez: su novia actual tiene un embarazo de tres meses. Parece que esta vez se hará cargo voluntariamente de la paternidad, aunque tenga que hacerlo desde la cárcel en la que está detenido desde el sábado, ya que la Justicia de Córdoba lo acusa de haber apuñalado a la madre de Martina, su primera hija, y de haberlas arrojado al fondo de una alcantarilla de barrio Alto Alberdi. La madre, muerta; la niña, viva. El fiscal Miguel Oyanharte, sobre quien había recaído inicialmente el caso, fue apartado hoy de la investigación. Entre el jueves y el viernes, este fiscal no había ordenado nada, e incluso se demoró en enviar el expediente a los detectives de la división Homicidios de la Policía de Córdoba.
Durante el fin de semana, estuvo de turno la fiscal Eve Flores, experta en violencia familiar, quien rápidamente ordenó la imputación y detención de Lizarralde, así como numerosos allanamientos. La familia de Paola criticó al fiscal Oyanharte, y su apartamiento iba a ser uno de los principales reclamos durante la marcha anunciada para esta tarde. Por estas irregularidades, la Fiscalía General de la provincia tomó la decisión de apartarlo de la causa, que volverá a manos de Eve Flores.
Martina, de apenas un año y nueve meses, estuvo abandonada entre uno y tres días en ese sumidero asqueroso, donde el agua de lluvia se junta con la basura. Ayer, cuando una vecina la escuchó llorar y llamó a la Policía, la encontraron acostada sobre el cadáver de su madre, Paola Acosta, de 36 años. La pequeña fue rescatada y se recupera de un cuadro de hipotermia, de golpes y escoriaciones en la terapia intensiva del Hospital de Niños.
“Ayer estuvo muy deshidratada y con hipotermia. Ahora está mucho mejor, pero tiene que estar controlada todo el tiempo porque su cuadro es delicado. Los médicos no la van a sacar de Terapia Intensiva hasta que no esté fuera de riesgo. Lo principal es controlar su lesión en la pierna y ver que sus riñones sigan respondiendo. También controlan que no genere infecciones, porque estuvo en contacto muchas horas con líquidos cloacales, Dijo a Infojus Noticias Marina Acosta, tía de la beba”.
“La gravedad está dada por la posibilidad de complicación. En ese sentido todo el apoyo de los médicos está en tratar de evitar las infecciones. Ella tiene lesión por aplastamiento”, dijo a Infojus Noticias Néstor Perotti, director del Hospital de Niños.
La fiscal especialista en violencia familiar, Eve Flores —que estuvo de turno durante el fin de semana— imputó a Lizarralde por “homicidio agravado y abandono de persona”. Sin embargo, a partir de hoy el expediente volverá a manos del fiscal Miguel Ángel Oyhanarte, y la segunda imputación podría variar a “tentativa de homicidio agravado por el vínculo”.
El único detenido es Gonzalo Lizarrade, un fotógrafo de 33 años que trabaja de distribuir los sándwiches de “Nona Isolina”, el negocio de sus padres, una panadería tradicional de Córdoba. En la camioneta Peugeot Expres blanca utilitario que usa para trabajar (la misma al que Paola Acosta y Martina subieron el miércoles por la noche) se encontraron manchas de sangre seca, pese a que Lizarralde lo llevó a un lavadero después y dejó a buena propina a los trabajadores.
Un padre evasivo
La primera vez que Gonzalo Lizarralde vio a su hija fue el 14 de mayo pasado, cuando la niña tenía ya un año y cinco meses. Se cruzaron en el laboratorio donde se realizaron el ADN que confirmó la paternidad que Lizarralde tanto negaba. Tras un largo tironeo judicial, él llegó acompañado de su abogado. Martina, la niña, llegó en brazos de su madre. Gonzalo las miró desdeñoso, no las saludó.
Martina nació el 3 de diciembre de ese año y desde entonces empezaron a mediar los Tribunales de Familia. “Durante un año, nunca lo pudieron citar porque daba domicilios falsos, datos que no eran. De tanto andar en los tribunales mi hermana terminó perdiendo el trabajo”, dijo Marina, tía de Martina. “Recién en mayo de este año, ella misma llevó el oficio judicial a la panadería de la familia y ahí se tuvo que presentar a hacerse el ADN”, agregó.
El segundo encuentro fue el miércoles pasado, a la noche. A Paola le pareció que Lizarralde estaba dispuesto a asumir su paternidad con otra actitud. “Paso más tarde, te llevo la plata y un peluche para la gorda”, le escribió antes de llegar al departamento para pagar los 1.400 pesos de la cuota alimentaria. En el celular de Paola quedaron grabados los últimos mensajes de textos: “¿Vivís sola o con tu hermana?”, preguntó Lizarralde. “Estoy abajo”, escribió minutos después. La mujer bajó con la niña, dejó a sus otros dos hijos de 14 y 16 años acostados, y nunca más volvió. Se dejó el celular en su casa.
No son pocos los vecinos que vieron el utilitario de Lizarralde estacionado frente a la casa de Paola. Los vieron conversar durante varios minutos y vieron a la mujer subir al vehículo con la pequeña Martina. Los hijos adolescentes se levantaron el jueves y notaron que su madre no estaba. Hicieron la denuncia, pero pasaron varias horas antes de que se activó la búsqueda.
El paradero de las dos mujeres mantuvo en vilo a todo Córdoba desde el jueves. Se organizaron marchas para pedir por ellas y para reclamar contra el aumento de la violencia doméstica, que en 2013 dejó 26 víctimas en la provincia, asesinadas por sus parejas o ex parejas.
La Policía realizó más de doce allanamientos, sin éxito. Paola y Martina fueron encontradas recién el domingo, a las ocho de la mañana, en una alcantarilla de barrio Alto Alberdi, en la zona oeste de Córdoba Capital.
De lo virtual a lo judicial
“Paola lo conoció por Facebook, en 2011. La relación se mantuvo por chat durante varios meses, porque él estaba en México, trabajando de fotógrafo”, contó a Infojus Noticias Verónica Sasso, una de las mejores amigas de Paola. A su regreso, en enero de 2012, se encontraron por primera vez.
Un mes después, Paola y Verónica pasaron una semana a Florianópolis, Brasil. Paola volvió a ver a Gonzalo en marzo y a los pocos días le dijo que estaba embarazada. “El loco no quería saber nada. Se resistía, le decía que había vuelto con el bombo de Brasil, que él no se iba a hacer cargo”, dice Verónica.
Anoche, en el domicilio de Martin García al 263, donde vivía Paola y sus tres hijos, todo seguía tal cual lo dejó. Sólo que la casa estaba ocupada por una decena de personas –entre personal de Defensa Civil y del Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia, miembros de la empresa funeraria, representantes de Los Padres del Dolor, periodistas y amigas de Paola–que caminaban esquivando o pisando los juguetes de la niña. “Discúlpanos si no podemos hablar mucho. Estamos roncas de tanto llorar”, dijo una de sus amigas, Claudia Ochoa.
En el ingreso hay una estampita de San Cayetano con dos espigas de trigo. Desde mayo, cuando quedó sin trabajo, a Paola se le hizo cada vez más difícil pagar el alquiler de ese departamento de tres habitaciones. En julio había viajado a Buenos Aires en tren, con Martina y su amiga Verónica: pensaba invertir la indemnización en ropa para revender.
En uno de los cuartos hay doce láminas de princesas pegadas en las paredes y una cuna llena de muñecas, junto a una cama de dos plazas. “Acá dormía Paola con Martina –contó Mariela, militante del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) a Infojus Noticias–. Ahora vamos a hacer todo lo posible para que la Justicia nos de la guarda. Su vida estuvo en riesgo porque desde un primer momento la fiscalía se demoró muchísimo en activar la búsqueda. En la Unidad Judicial llegaron a decirnos varias veces que se había ido por su cuenta, cuando todo indicaba detrás estaba la ex pareja”.
Otros casos
No es primer caso de este tipo que les toca vivir a los cordobeses. Otros padres ya secuestraron y asesinaron a sus propios hijos de corta edad, y es por esto que, cuando se supo que Paola y Martina habían desaparecido y Lizarralde estaba detenido, se temió lo peor.
En 2008, Ariel Liendo (28) secuestró a sus dos hijos, Angel (5) y Thiago (2), y los asesinó a sangre fría a orillas del río Las Jarillas, en la localidad cordobesa de Icho Cruz. Lo hizo para vengarse de la madre de los pequeños, Cecilia Guzmán, porque la mujer lo había dejado. Fue condenado a cadena perpetua.
En 2009, Gustavo Gaitán Juncos asesinó en barrio Sacchi de Córdoba Capital a su ex pareja, Mirta Arias, y secuestró a la nena de ambos, Sofía, de 5 años. Como ocurrió es pasado fin de semana, Córdoba entera estuvo con el corazón en la boca hasta que se supo lo peor: días después, la nena apareció asesinada en un pozo de agua. El criminal, que la había arrojado viva, se suicidó después.