A cuatro meses del crimen de la joven jujeña, su padre pidió justicia en una nueva movilización. En la causa que lleva adelante la Fiscalía de Investigaciones 3, a cargo de Carlos Farfán, aún no hay imputados, ni detenidos.
“Llevo un puñal clavado en el corazón”, dijo a Infojus Noticias Juan Víctor Aramayo apenas terminó la marcha silenciosa frente a la fiscalía de San Salvador de Jujuy. Allí reclamó celeridad en la investigación sobre el brutal asesinato de Romina, su hija. El cadáver apareció hace casi cuatro meses a la vera del camino que conduce al dique derivador de Los Molinos, con signos de abuso sexual. Aún no hay detenidos ni imputados por esta muerte. Y la pesquisa de la fiscalía de Investigación 3, que conduce Carlos Farfán, todavía no tiene sospechosos en la mira.
Cerca de las diez de la mañana, más de cien personas en dos colectivos -que tuvo que costear de su jubilación- llegaron desde la localidad de Libertador General San Martín para acompañarlo y movilizarse frente al edificio del Ministerio Público de Jujuy. “Tengo un trasplante de corazón, y no sé si es mejor seguir viviendo o no vivir”, resumió Juan, con angustia. Desde que su hija apareció muerta sólo piensa en encontrar a los culpables.
Romina
Romina Magalí Aramayo tenía 25 años y una hija de 8 años. Su padre la recuerda como una chica “muy liberal y muy decidida”. Trabajaba envasando frutas para la empresa Ledesma –propiedad de Carlos Pedro Blaquier, procesado por delitos de lesa humanidad-.
Cada año, como tantos trabajadores, después de la época de cosecha Romina viajaba a San Salvador. Le decía a la familia que trabajaba de moza, pero desde 2011 era víctima de explotación sexual en el Wolf Night Club, ubicado en el kilómetro 47 frente al Instituto Penitenciario Federal de Alto Comedero. Tres meses antes de morir volvió a sus pagos y se instaló con su pareja y su hija en Libertador San Martín.
A fines de marzo, recibió un llamado que la puso nerviosa. Los primeros días de abril, le dijo a sus padres que iba “a cobrar 15.000 pesos del arquitecto” que le debían al esposo y partió con una amiga, Jésica Pantoja, a la capital. Se supo después que no era verdad. Pantoja declararía ante la justicia que el sábado 5 de abril fueron juntas al cabaret Wolf Night Club -donde Romina había sido explotada sexualmente durante tres años- y que desde entonces no se vieron más.
Según la versión de Pantoja –que conocía a Romina del burdel-, a las 6 y media de la mañana fueron al hotel Ranys. A las 10, alguien la llamó por teléfono desde otro hotel de la ciudad, el Palace, y ella dijo que iba a ver al arquitecto y volvía. Le pidió plata para un remise. Después envió un mensaje de texto diciendo que estaba esperando en “el mercado”, y describió como iba vestida.
Ese mensaje –creen los investigadores-, le llegó a su pareja por error. Pero las cámaras callejeras de la provincia de Jujuy no funcionan. “Si las cámaras funcionaran, nosotros habríamos visto si esperaba, si se fue en un auto, quién la levantó. Pero como está esta provincia, están de adorno. Es una prueba valiosísima que se perdió”, dijo a esta agencia Alejandro Gurrieri, uno de los abogados de la familia. El relato de Pantoja, además, tuvo algunas contradicciones.
Al día siguiente, su familia llamó a toda su agenda, hospitales e hizo la denuncia en la policía. Romina estuvo cinco días desaparecida hasta que el jueves 10 de abril, un vecino la encontró en un terreno lindero al dique Los Molinos. La autopsia reveló fuertes golpes y un severo traumatismo encéfalo craneano. Podrían haber abusado de ella entre dos y tres personas. Su padre está convencido de que vio algo en la whiskería y que los extorsionó: “estoy seguro que vio algo y les dijo que si no le pagaban los iba a denunciar, y prefirieron callarla”, dijo Juan.
Según su versión, en el expediente hay testimonios que hablan de la violencia habitual en ese lugar. Ale Martínez, una mujer que conocía a alguien del local, declaró que trataban a las mujeres con violencia. Claudio Quipildor, un guardia de seguridad que fue recomendado por Romina y trabajó una semana allí, relató que una noche vio que sacaban a las patadas a un hombre que estaba borracho. Le dijeron que le pegara, pero él –viendo la desigualdad física- no quiso. Al otro día le dijeron que no volviera más por ahí.
“Hay gente que tiene que haber visto algo, porque en la zona vive gente. Hay un temor general y una desaprensión de parte del Estado. Judicialmente se ordenaron allanamientos, secuestros de teléfonos y computadoras, el análisis de estos elementos lleva tiempo. Vamos lento, pero todos los días hay algún avance”, agregó Gurrieri.
Mientras tanto, el fiscal sigue todas las líneas de investigación. Entre ellas: un ajuste de cuentas y sospechas sobre las fuerzas de seguridad provinciales, porque en la pared de Romina encontraron números de teléfonos de policías.
El trasfondo
Wolf Night Club es un burdel conocido en las afueras de San Salvador. Está estratégicamente ubicada: justo enfrente de la Unidad Penal Nº 8, el Instituto Penitenciario Federal de Jujuy Nuestra Señora del Rosario del Río Blanco y Papaya, con una población mayoritaria de presos por narcotráfico fronterizo. Y no es la primera vez que está enredado con la ley: en 2013, dos mujeres colombianas denunciaron a ese local y a otro de nombre Libra Show. Esa causa, instruida por la fiscalía federal 1 y el juzgado federal 2, avanzó y en 2013 se hicieron allanamientos: en Wolf Night Club se liberaron 16 mujeres extranjeras y de otras provincias, mientras que en Libra Show se rescataron 24.
Además, se procesó a cuatro personas: Ada Ester Di Vadeo, Ruth Lia Torrejón Quispe y José Andrés Torres Torrejón –que manejaban Libra- como autores prima facie del delito de trata de personas con fines de explotación sexual doblemente agravada porque las víctimas son más de tres y los autores también; y a Roberto Gabriel Fontanet, el propietario de Wolf, y antiguo "jefe" de Romina, por el mismo delito.
“Un alto funcionario de la provincia me dijo que es un tipo pesado, atrevido, que cuando va a la policía a investigar los corre, y que manejaba a su antojo a la penitenciaría”, contó Aramayo. Sin embargo, nunca estuvo preso y su burdel, un año más tarde, mantenía las luces tenues encendidas.
La lucha por justicia
Esta mañana, después de la marcha, el fiscal Farfán recibió a Aramayo, sus abogados Alejandro Gurrieri y María Eugenia Di Pietro y al abogado de la Fundación María de los Ángeles –que preside Susana Trimarco- Agustín Araoz.
“Le pedí que acelere, que ponga más atención, que llame a determinados nombres que no están en la causa”, explicó el padre. “Como Fundación, trajimos una copia del procesamiento de Fontanet en la causa federal para que los abogados de la familia de Romina lo presenten en la causa”, dijo Araoz. “Vamos a seguir presentando pruebas e impulsando la causa federal sobre esos dos prostíbulos”. El letrado explicó que es una prueba más de que el trasfondo podría ser la trata de personas, pero que no la vincula –por el momento- al crimen de Romina. Y por ende, los expedientes aún correrán en fueros separados. “Ahora el fiscal tiene que encontrar los elementos de prueba que lo lleven a citar a Fontanet como imputado del homicidio”, agregó.
Antes de cortar la comunicación, Aramayo hizo un pedido a la prensa nacional: “La prensa nacional es la única que puede presionar para que esto se esclarezca. Yo no sé hasta cuando viviré, y si muero yo, no sé quién va a pedir justicia por Romina. No nos dejen solos”.