Un hombre está desaparecido desde el miércoles y su esposa confesó haberlo matado y quemado, harta de años de maltrato. Los supuestos restos del hombre están siendo analizados por la Policía Científica. Hasta ese momento, la causa está caratulada como “averiguación de paradero”.
Indio Rico, un pueblo del partido de Coronel Pringles, al sur de la provincia de Buenos Aires, se está despoblando: entre los censos de 2001 y 2010 perdió 111 habitantes. En el último censo tenía 1.054, pero desde el miércoles tiene uno menos. Osvaldo Carlos García, un hombre de 66 años que desde hace veinte administraba un campo a 15 kilómetros del poblado, está desaparecido. La principal sospechosa es su propia esposa, con quien García convivió 43 años.
Su hija desandó los 63 kilómetros que separan el lugar de Tres Arroyos, la ciudad donde vivía, para reportar su desaparición. Según explicó, su madre le había dicho que desde el miércoles 18, cuando el hombre salió con su Volkswagen Gol de la casa de campo que compartían, no supo más de él. Cuando la policía fue hasta el lugar a entrevistarse con la mujer, ella se quebró y confesó que lo había matado y tirado a un pozo donde lo prendió fuego durante varios días. En el lugar señalado por ella, la policía encontró restos óseos. La causa está caratulada inicialmente como desaparición de persona y es investigada por la Fiscalía de Homicidios N° 5 de Bahía Blanca a cargo de Cristian Long. La mujer está libre hasta que las pericias comprueben que los restos son del hombre. Si esto sucede, la causa sería caratulada como “homicidio agravado por el vínculo”.
"Seguro se fue con otra”, le dijo la mujer a su hija.
La hija se inquietó y viajó a Indio Rico. Denunció que su padre había desaparecido y les contó que su padre tenía dos celulares, informaron a Infojus Noticias fuentes vinculadas a la causa. El subcomisario Ricardo Frassen decidió ir él mismo al campo de la familia y hablar con la esposa de García, informaron las mismas fuentes. Tras unos minutos de charla, la mujer le confesó que ella lo había matado – trascendió que fue mientras dormía- y que había arrojado sus restos a un pozo donde lo prendió fuego durante varios días para borrar todos los rastros. En ese momento se dejó plasmado que ella acababa de auto incriminarse y se cerró el acta.
Según el relato de un policía que participó del rastrillaje, la mujer señaló además el lugar donde habría incinerado a su esposo. Allí la Policía Científica levantó una serie de objetos: trozos de huesos, piezas dentarias, y un trozo de cráneo, que el fiscal de delitos complejos de Bahía Blanca, Christian Long, envió al laboratorio para empezar una serie de pericias. Esas pericias deben hacerse en La Plata o San Martín, que tienen la tecnología adecuada. “Eso puede demorar dos o tres meses”, dijo a este portal una fuente judicial. Hasta tanto, la mujer seguirá libre: esa es una prueba necesaria para saber si los restos encontrados son humanos y si, además, corresponden al puestero que vivió con su mujer más de cuatro décadas.
La investigación
El subcomisario Franssen no había tenido un caso como ése desde su regreso a Coronel Suárez, en agosto del año 2000. El lunes por la mañana se terminó abruptamente su paz navideña. Desde la Departamental de Coronel Suárez le pasaban el aviso de una denuncia por averiguación de paradero. Desde la desaparición de la familia Pomar, había un nuevo protocolo para actuar con denuncias de este tipo, y aunque la jurisdicción de la desaparición era en Coronel Pringles, ellos se encargaban de investigar las ausencias que podían transformarse en desapariciones.
Había elementos que no le cerraban a los investigadores. Sobre todo las señales que emitían los teléfonos de la víctima. Antes y después del momento de su desaparición, su teléfono había sido usado. “La última llamada la hizo él el jueves al mediodía”, contó una fuente policial a Infojus Noticias. Con un puñado de hombres de su división de Investigaciones, la Policía Comunal, la Patrulla Rural y bomberos voluntarios, hicieron los 15 kilómetros que separan el campo de la entrada del pueblo. Allí trabajaban como puesteros esa pareja hace más de veinte años, y Osvaldo García, el desaparecido, era conocido en la zona por su destreza para arrear el ganado.
Franssen ostenta una fama de investigador tenaz en el pueblo. Un hombre moldeado con celo por uno de los comisarios fuertes de la Bonaerense: el comisario inspector Héctor Abel Maggi.
Hasta el macabro hallazgo de los huesos en el campo de Indio Rico, su misterio mejor resuelto había sido el del “moto-gate”, como lo publicitó la prensa local: tres viejas motos Zanella desaparecidas una madrugada del corralón municipal que Franssen halló, después de un tiempo de tareas de inteligencia, en el patio de la casa de un empleado municipal.
Cuando llegó al campo, después de unas preguntas de sus hombres, se topó con la confesión. “Todo lo que contó el comisario Ducid es exacto”, dijo a esta agencia, luego de excusarse de no hablar en una investigación en pleno trámite. Todavía conserva algunas dudas cruciales: dónde está el auto en el que supuestamente partió García, dónde el arma homicida, cómo pudo una mujer vieja matar a un hombre –según fuentes judiciales, harta de padecer violencia de género- y hacerlo desaparecer.