Norma Bustos había anunciado hace un año su muerte, después de que le mataran a su hijo. Hacía tiempo que venía denunciando la presencia narco en su barrio al sur de Rosario. Ayer le dispararon a quemarropa y aunque la justicia no lo confirme, todas las miradas están puestas en una posible venganza.
“Con la droga se paga todo. Por eso les digo: que vengan y me maten. Van a matar un cuerpo porque yo estoy muerta hace rato”, había dicho el año pasado en una entrevista Norma Bustos. Y así anunció su muerte. Norma tenía 53 años y con el coraje y el dolor de una madre a la que le mataron un hijo, denunció a la bandas narco que operaban en los barrios del sur rosarino. Ayer a la mañana, un hombre se asomó a la ventana del kiosquito que ella atendía en su casa de barrio Tablada, sacó una 38 y le disparó. Tres balazos a quemarropa y una muerte más confirman la impunidad y la violencia en una ciudad en la que los homicidios cuadriplican la media nacional.
La causa por el asesinato de Norma está en manos del fiscal de homicidios Ademar Bianchini. Pocos vecinos se animaron a hablar. Los que lo hicieron contaron poco: que dos o tres hombres se bajaron de una moto grande, a eso de las 10.30 de la mañana de ayer, tocaron el timbre del kiosco y le dispararon a la mujer. Ningún testigo reconoció a los atacantes. "Terminamos de procesar la escena. No descarto nada y no hay que apresurase en jugársela por una hipótesis", explicó el fiscal.
Aunque la Justicia no lo confirme, todas las miradas están puestas en una posible venganza. Norma comenzó a denunciar a los transas del barrio cuando todavía los medios no habían puesto la lupa en el crecimiento de la violencia y el narcotráfico en la periferia rosarina. En 2008, llamó al diario La Capital. "Vengan al barrio. Queremos contarles que sólo queremos vivir en paz, pero no podemos más. Tenemos miedo", les dijo.
La mujer dio una primera entrevista en su casa de Tablada. La acompañaba su hijo Lucas: veinte años recién cumplidos, de un metro ochenta y 130 kilos. El barrio se había convertido en uno de los puntos más calientes de la ciudad. Por esa época, la tasa de homicidios comenzaba a dispararse (http://infojusnoticias.gov.ar/provinciales/bandas-broncas-y-muertos-analisis-de-la-violencia-en-rosario-923.html). El 2008 terminó con 120 muertes violentas y una tasa de 10,7 cada 100 mil habitantes, casi el doble de la media nacional.
Una ráfaga de metra
La madrugada del 27 de enero de 2013, una ráfaga hizo saltar a Norma de la cama. A veinticinco metros de su casa, dos o tres jóvenes corrían a los tiros a su hijo y tres amigos. “Pensé en Lucas y salí en bombacha y remera a buscarlo. Cuando llegué vi al auto plateado del que seguían disparando. Me puse un pantalón y volví a buscar a Lucas. Estaba tirado en el patio de la casa de una vecina. Cuando le corrí el cabello con mi mano le vi la herida en la cabeza. Uno de mis dedos entraba en el hueco que dejó el balazo", contaría Norma una semana después. "Con mi hijo herido le pedí a un policía que lo llevara en el patrullero, pero me ignoró y se puso a levantar las vainas”.
Un vecino llevó a Lucas al Hospital Clemente Álvarez, donde murió al día siguiente. En la escena del crimen, los policías recogieron más de 40 vainas servidas calibre 9 milímetros y 11.25.
En el barrio se dijo que las balas no eran para Lucas. Que los asesinos buscaban a uno de los amigos de la víctima con quien tenían una bronca no resuelta.
“En el momento en el que le pegaron los tiros a mi hijomemataron a mí“, contó en una entrevista con la periodista Florencia Coll “Me destruyeron todo, la familia, todo lo que había pensado. Por eso pido que se haga justicia”.
Después de la muerte de Lucas, Norma comenzó a caminar por los tribunales provinciales. A mediados del año pasado, la jueza de Instrucción Mónica Lamperti procesó a los hermanos Milton y José Damario como coautores del asesinato de Lucas.
Milton Damario, “el señor de los sicarios”
La primera vez que lo acusaron de un homicidio, en 2005, Milton Damario tenía 15 años. Unos veinte testigos vieron la escena: tres pibes se acercaron a la esquina y asesinaron a balazos a Beto Acuña en Tablada. Según publicó el periodista Alberto Carpintero, el crimen fue una venganza de la banda de Torombolo –hijo de un policía que mejicaneaba a los transas- del barrio a la que pertenecían los pibes. Los tres acusados se salvaron de la cárcel porque eran inimputables.
Cuando cayó Torombolo, su pequeño ejército se desbandó. Milton se sumó a las filas de los hermanos Vázquez, alias Los Gordos, que comenzaba a hacerse fuerte en la zona. Tras pasar un tiempo preso por portación ilegal de arma de guerra, el joven sumó al grupo armado del “Pollo” Orlando Bassi que mantenía una guerra abierta con Los Monos, el grupo que controlaba la venta de drogas en la zona sur de Rosario.
Milton cayó en septiembre del año pasado en una estación de servicio de Santo Tomé, cerca de la ciudad de Santa Fe. Tenía 50 mil pesos en el bolsillo, once celulares y causas abiertas en varios juzgados provinciales y federales.
Durante varios días, el joven desfiló por los tribunales. Lo acusaron de cuatro asesinatos: el del jefe de Los Monos, el “Pájaro” Claudio Cantero de Juan Pablo Colasso, al que persiguieron durante dos días para matarlo; de Norberto “Peligroso” Armanino, ex miembro de la barra brava de Rosario Central asesinado con una ametralladora en mayo de 2011 en Tablada; y de Lucas Espina, el hijo de la mujer asesinada ayer.