A Alberto Capelli los investigadores lo llaman "el hombre de las mil caras". Es la tercera vez que la policía cordobesa lo detiene por hacer una estafa. Esta vez fue por hacerle pagar a un preso una supuesta coima para que lo liberaran. Se hizo pasar por médico y por "funcionario influyente" para robar televisores y autos 0KM.
El cordobés Alberto Humberto Capelli se ganó un apodo entre los investigadores de la División Delitos Económicos de la Policía provincial: “el hombre de las mil caras”. A lo largo de su carrera delictiva se disfrazó de médico para robar televisores y se vistió con elegantes trajes para llevarse autos 0km de las concesionarias. Ayer lo detuvieron por tercera vez. Había hecho pasar a su madre como jueza para cobrar 90 mil pesos y un auto a la madre de un preso. A cambio le habían prometido liberar a su hijo. “En cada estafa cambiaba totalmente su aspecto. Generaba el personaje”, explicó a Infojus Noticias el fiscal Guillermo González, a cargo de la causa.
Capelli, de 38 años, planificó su último ardid mientras cumplía una condena en el penal de Bower por una estafa anterior. Unos días antes de quedar en libertad le dijo a un compañero que conocía a María Marta Cáceres de Bollati, ministra del Tribunal Superior de Justicia (TSJ), el máximo órgano judicial de la provincia. El otro recluso, que tiene una condena que no está firme y que debe resolver el TSJ, se mostró interesado.
—Si le pagás puede hacer que vos salgas —le dijo Capelli —Yo me estoy yendo gracias a esa mujer.
Una vez en la calle, “el hombre de las mil caras” habló con la madre del detenido. Se presentó como Sebastián Capelli, el nombre de su hermano. Le pidió 90 mil pesos en efectivo y un auto a cambio de la libertad de su hijo. A la mujer le llevó unos días conseguir parte del dinero: pidió prestado a conocidos y sacó dos créditos.
La entrega se hizo en un bar frente a los tribunales. Mercedes, la madre de Capelli, de 62 años, se presentó como la jueza Cáceres de Bollati. La otra mujer entregó una parte de los 90 mil pesos y las llaves de un Renault Logan.Tiempo después, al no tener novedades de la causa judicial de su hijo, la mujer fue al Tribunal Superior de Justicia.
—Ya puse un montón de plata y mi hijo todavía no sale—reclamó.
Ahí se descubrió la maniobra. La verdadera jueza Cáceres de Bollati informó la situación a la Fiscalía General de la provincia, se abrió una investigación y se dio intervención a la división Delitos Económicos de la Policía. La víctima dio el nombre del estafador. “Era muy seductor pero también un poco pavote. Se cambió el nombre pero utilizó su apellido”, dijo el fiscal González. En Delitos Económicos Capelli ya era un personaje famoso.
El fiscal coordinó el operativo. La víctima convenció los estafadores para que fueran al mismo bar, donde ellas les prometió firmar el formulario 08 para la transferencia del auto: allí los detuvieron.
El hombre de las mil caras
En cada estafa Capelli cambiaba su aspecto. Se afeitaba la barba o se dejaba el bigote. Usaba el pelo corto o largo, lacio o enrulado. Se lo teñía de colorado, canoso, castaño o rubio, según la ocasión. A veces completaba el look con anteojos o lentes de sol. “Generaba el personaje”, explicó el fiscal.
En 2007 lo detuvieron por primera vez. Le imputaron 15 estafas con la misma modalidad: visitaba concesionarias de autos y se mostraba interesado por algunos vehículos estacionados cerca de la salida. Solía ir vestido de traje y a veces se hacía pasar por un funcionario influyente. Le pedía al vendedor la llave para probar el auto y le devolvía una copia falsa. Un rato después volvía, se subía al 0km y escapaba.
Capelli volvió a caer tres años después. El 22 de julio de 2012 llamó al local de electrodomésticos A.M.A. Hogar SA. Se presentó como Enrique Aliaga Yofre, médico del Sanatorio del Salvador, y consultó por dos televisores LCD para el sanatorio. El vendedor Sergio González le pasó el presupuesto: 6500 pesos por cada Phillips 6605.
Seis días después, una mujer que se hizo pasar por la contadora del sanatorio llamó a la casa de electrodomésticos y pidió hablar con el vendedor González. Le dijo que la entrega de los televisores debía hacerse en el sanatorio y que el pago se efectivizaría en la Administración.
El vendedor coordinó la entrega con el falso médico. A la mañana siguiente se encontraron en la puerta del sanatorio. González entregó los televisores y se quedó esperando en la sala de espera con la factura en la mano. Como no se acercaba nadie llamó al comprador. El hombre le dijo que esperara un rato, que estaba haciendo autorizar el pago en el primer piso.
Un rato después, el vendedor subió al primer piso. Nadie conocía al doctor Enrique Aliaga Yofre. González recorrió el hospital buscando los televisores. Ya no estaban. Capelli los había cargado en un auto con la ayuda de una mujer y había desaparecido. Capelli sabía que las cámaras de vigilancia del sanatorio no funcionaban. Lo que no sabía es que las cámaras de un bar de la misma cuadra sí grababan y registraron el momento en el que cargaba los televisores y escapaba.